El regreso del hijo prodigo. Meditaciones ante un cuadro de Rembrandt. Henri Nouwen. PPC. 159 págs. 1994.
En el Calendario Litúrgico la Pascua marca el tiempo para celebrar y repensar la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Cristo. Pero más allá de la Fe y de la opción religiosa de cada uno, los textos sagrados son eternos. Una de las razones de este fenómeno es que brindan comprensión sobre los sentidos profundos de Vida. Y quizás la Parábola del Hijo Pródigo relatada en el Evangelio de San Lucas sea un destello de luz que permanece a lo largo de los milenios brindando un mensaje de redención posible.
Henri J. M. Nouwen (1932-1996) fue un sacerdote católico holandés con una profusa creación literaria. Pero su obra está bendecida por su compromiso ecuménico, que le permitió construir puentes con personas de distintas opciones religiosas. Asimismo, luego de décadas de enseñanza en las principales universidades (Notre Dame, Yale, Harvard), decidió compartir su vida con personas con discapacidad mental en la comunidad de El Arca de Daybreak hasta el fin de sus días.
Y es desde esa formación, pero mucho más, desde ese testimonio de vida, que surge esta obra deslumbrante: El regreso del Hijo Pródigo. Recapitulemos someramente la eterna parábola. Un hombre tenía dos hijos, el menor pide su parte de la herencia y marcha hacia tierras lejanas. Entre su conducta desordenada y las dificultades de las comarcas, cae en la ruina. Se da cuenta que cualquier labriego a las órdenes de su padre vive infinitamente mejor. Se plantea el retorno. “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Pero el padre dispone grandes festejos: “…porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido encontrado”. Frente a la desazón de su otro hijo, el padre le dice: “Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el ternero cebado porque lo ha recobrado sano”. Enfadado este hijo le responde: “Hace ya muchos años que te sirvo sin desobedecer jamás tus órdenes, y nunca me diste ni un cabrito para celebrar una fiesta con mis amigos”. El padre le respondió entonces: “Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero tenemos que alegrarnos y hacer fiesta porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado”.
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