Los criterios de reporte gerencial ESG (ambiental, social y de gobernanza, por sus siglas en inglés) se han vuelto convencionales. Las principales firmas de Wall Street han adoptado estas normas como una guía para la inversión responsable, obligando a miles de corporaciones en las que invierten a hacer lo mismo. Ahora bien, ¿ayudan las normas ESG a los inversores y a las corporaciones que operan en el Sur Global a asignar el capital de manera más eficiente? ¿O es solo una expresión de los valores y prioridades posmodernas del mundo rico?
El crecimiento compartido en la mayoría de los países en desarrollo está limitado por la incapacidad de sostener importaciones más altas, que hacen falta para producir casi cualquier bien o servicio moderno. Una escasez de divisas reduce la disponibilidad de los insumos necesarios. Para importar más, es necesario poder exportar más. Una capacidad exportadora débil se traduce en un cociente de importación bajo y una tasa de crecimiento que es sumamente sensible a los cambios exógenos en la capacidad de importar, como los que surgen cuando aumentan los términos de intercambio, la ayuda al desarrollo o el financiamiento, como sucedió durante el superciclo de los commodities de 2004-14.
En países de ingresos medios, el mercado doméstico por lo general se caracteriza por grandes conglomerados que han tomado posiciones dominantes en actividades no transables internacionalmente como el comercio minorista, la banca, los seguros, la construcción, las telecomunicaciones y las bebidas (por lo general, cerveza y gaseosas). Estos sectores tienen suficiente poder monopólico como para ser generosos con sus trabajadores. También pueden diseñar productos para los clientes de la base de la pirámide y sobresalir en todos los parámetros de los que se preocupa el marco ESG. Sin embargo, estas industrias requieren divisas que ellas mismas no ayudan a generar. Por lo tanto, no pueden empujar al país más allá de la producción que se puede sustentar por la capacidad exportadora de los demás.
Esta situación está íntimamente relacionada con la escasez de divisas. En pocas palabras, las actividades no transables modernas no pueden crecer más allá de la capacidad de la economía de generar divisas. Desafortunadamente, el ESG está desconectado de los criterios que favorecerían inversiones verdaderamente efectivas y transformadoras en el Sur Global. Por el contrario, favorece inadvertidamente a los productores monopólicos de bienes no transables que pueden permitirse los mayores costos del reporte y gobernanza que requiere ESG.
Ricardo Hausmann, en Project Syndicate
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