Estas crónicas están basadas en la correspondencia personal de Carlos Gardel y de los testigos que vivieron esta verdadera gesta junto a él. Los hechos relatados ocurrieron hace 90 años y cada nota corresponde a lo ocurrido una semana antes del momento relatado.
El 23 de mayo Carlos Gardel viaja a Curazao en el barco Medea. Allí, se reúne con Henry Schwartz, distribuidor de las películas de Paramount en el Caribe, y con el empresario de espectáculos Celedonio Palacios, a fin de coordinar los siguientes pasos de la gira. En Curazao realizó dos presentaciones: el 25 y 26 de mayo. El 28 de mayo Gardel se presenta en Aruba y regresa a Curazao en avión, utilizando este medio de transporte por primera vez en su vida. A este acontecimiento hay que sumarle algo no menor: la aversión de Gardel a volar. Prefería movilizarse en transportes terrestres o marinos, pese a que los traslados en estos medios le demandaran mucho más tiempo de viaje. Hay decenas de testimonios que confirman que Gardel no solo evitaba a toda costa subirse a un avión, sino que presentía que “algo” le podía ocurrir si lo hacía. Hasta ese momento había podido evitar el uso del avión, pero dadas las características geográficas de Venezuela, y particularmente de Colombia, se hicieron indispensables los traslados aéreos. Como veremos más adelante, todas las señales y presentimientos de Gardel trágicamente se hicieron realidad.
El viaje de Curazao a Aruba, de más de 100 km, Gardel lo realizó en una pequeña embarcación a motor para evitar subirse a un avión. El largo viaje, en medio de una persistente marejada, le produjo algunas molestias físicas. En Aruba realizó solo una actuación vespertina y a última hora debían volver nuevamente a Curazao; y aquí se produjo un punto de inflexión en la vida de Gardel, porque precisamente ese día, el 28 de mayo de 1935, se subió por primera vez a un avión. Seguramente la insistencia de sus compañeros y el agotamiento por las actividades de aquella larga jornada hicieron posible que traicionara el juramento que le hiciera a su madre Berthe, cuando en varias ocasiones le aseguró: “Nunca subiré a un avión”. Y así, resignado a su suerte, se embarcó en el Fokker de la compañía “Royal Maatschappy Airlines”.
Armando Defino (último representante de Gardel) y Adelqui Millar (director del filme Las luces de Buenos Aires) y el músico Manuel Pizarro son algunos de los que dejaron testimonios concretos del temor de Gardel a volar. Todos fueron testigos de cómo Gardel rechazó una y otra vez, en años anteriores, el transporte aéreo, afirmando que lo hacía “por precaución”. Millar, por ejemplo, contaba que Gardel rechazó rotundamente viajar con él en avión de París a Londres para ver una carrera de caballos y afirmaba que Gardel “presentía, con esa maravillosa intuición que ponía en todas sus cosas, a su fatal enemigo” y que “el destino se encargó más tarde de justificar ese temor en Medellín”.