Creció en el interior del país y desde muy pequeño comenzó a interesarse por la política y los asuntos públicos. A la par encontró en la economía una manera de entender a la sociedad. No esperaba comenzar su carrera en un banco, pero lo eligieron en un llamado y por más de dos décadas se desempeñó en la banca privada. Luego tomó la decisión –y no le fue fácil- de ingresar en la actividad pública. Hoy, desde el Banco Central del Uruguay (BCU), remarca que el país tiene un sistema financiero mucho más sólido que el que había en 2002, por lo que es tiempo de mirar hacia adelante y plantear nuevos desafíos.
¿Dónde nació y cómo fueron sus primeros años?
Nací en Montevideo, en Punta Carretas. Soy el mayor de cinco hermanos. A mis seis años me fui a vivir al interior, al Parador Tajes (Canelones), porque mis padres tenían un tambo, y mi infancia pasó ahí. Después viví un par de años en Florida. O sea, hice toda la escuela en el interior, hasta que a principios de los 80 mis padres se separaron y me volví a Montevideo, donde hice el resto del liceo, la facultad, y ya me quedé a vivir acá. Mi adolescencia y juventud transcurrieron en Pocitos y luego, ya casado, me mudé al Prado.
¿Cómo empieza el gusto por la economía?
El gusto por la economía, y más que nada por los asuntos públicos y las ciencias sociales, empezó siendo muy chico. Mi infancia fue en una época bastante fermental del país. Tengo recuerdos de estar discutiendo e interesándome por esos temas desde el plebiscito del 80, a pesar de que tenía 10 años.
Yo soy economista, pero me gusta tratar de tener una visión amplia de las ciencias sociales; obviamente no soy sociólogo, pero me interesa entender al ser humano y a la sociedad como un todo, y dentro de eso, la economía creo que fue una cosa bien relevante.
Economista y contador.
Sí.
Por más de 20 años se desempeñó en bancos privados. ¿Cómo fue el camino recorrido? ¿Qué aprendizajes se llevó?
Fue una rama en la que no esperaba empezar a trabajar. En el 93, a los 23 años, me presenté a un llamado que había en el que en ese momento era el Banco Holandés. Le empecé a agarrar el gusto, trabajé para ese banco, después para Santander. Ambos me dieron un montón de posibilidades de aprender, de irme al exterior, de capacitarme, sumado a la docencia universitaria, que es algo que me gusta mucho. Fui tratando de aprender y de entender el sistema financiero, me fui metiendo y me fue gustando.
¿Por qué no esperaba empezar allí?
Me pasa a veces, como soy docente de Banca, que vienen alumnos y me dicen: “quiero entrar a trabajar en un banco”. En realidad, eso no era lo que yo me planteaba a los 18 años. Se dieron ciertas cuestiones que me llevaron a meterme en el sistema financiero porque era parte de lo que me gustaba, pero no tenía esa vocación de querer entrar en un banco.
“El objetivo central del BCU es y será la inflación, por lo cual nos concentramos ahí y no en el tipo de cambio”
Su experiencia como docente data de casi 20 años.
En un momento me gustó la idea de dar clases y lo fui disfrutando cada vez más. Hay años en los que uno anda con una agenda más pesada que en otros, y que se hace un poco cuesta arriba, pero me gusta mucho. Incluso en los años en los cuales no estuve en el sistema financiero, que estuve en Ancap, me ayudó a mantenerme al día. Es un insumo vital estar en contacto con alumnos. Lo disfruto y me da mucha alegría dar clases.
Este año, con la pandemia, el primer semestre no di, pero los primeros días de agosto empieza el curso. En mis planes tengo seguir dando clases, por lo menos, hasta que me toque terminar mi carrera laboral.
Decía que el interés por la política, por los asuntos públicos, comenzó desde muy joven.
Yo en el año 83 fui solo al acto del Obelisco, tenía 13 años. Eso siempre se los cuento a mis hijos, es parte de lo que yo creo y de lo que me inculcaron en mi casa, de la política vista como el preocuparse por las cosas más allá de los intereses individuales, de preocuparse por la sociedad, por lo colectivo. La política me interesó siempre y, desde el ámbito que uno puede, trata de ayudar.
Llegó un momento en el que tuvo que definir abandonar el sector privado para meterse de lleno en la actividad pública. ¿Cómo fue?
Tuve el ofrecimiento de quien es hoy el presidente de la República y del entonces senador Álvaro Delgado, de incorporarme como director de Ancap. No fue una decisión fácil, porque me generó poner en la balanza unas cuantas cosas, pero estoy contento de haberlo hecho. Son esos desafíos, esos trenes que a veces pasan, y yo decidí subirme al tren.
Le tocó ocupar el rol de director de Ancap en un período donde se destaparon graves irregularidades, que terminaron en la famosa capitalización de 800 millones de dólares. ¿Cómo lo vivió?
Fue un período muy duro en lo personal. Fueron años en los cuales hubo mucha tensión; si bien el oficialismo de ese momento había cambiado respecto a los acusados, había un cierto continuismo. Fueron tiempos complejos para mí, pero me dejaron la satisfacción de haber aportado un granito de arena para tener un mejor país, una mejor democracia.
¿Cuál era el margen de acción que tenía como opositor en el Directorio?
Los hechos denunciados en Ancap llegaban hasta el 2014. Yo asumí en 2015 y empecé a ver algunas cosas; las escribí en dos carillas, hablé con Lacalle y evaluamos qué camino había que recorrer. Luego decidió promover la comisión investigadora. Mi actuación ahí fue más de diagnóstico de lo que había pasado hasta ese momento.
“El crédito fluyó. El sistema tiene una liquidez bien importante y, si apareciera mayor demanda de créditos, estaría en condiciones de respaldar”
Después, cuando cayó ese Directorio de Ancap, el oficialismo nombró nuevos directores y comenzó otra etapa más constructiva, donde tuvimos un buen diálogo con el gobierno. No coincidimos en todo, pero sí en algunas cosas, e intentamos construir y trabajar en mejorar y ordenar muchas de las cosas que Ancap no hacía bien. Se recorrió un camino que fue bueno y sano, que le hizo bien a la empresa.
¿De qué manera recibió el ofrecimiento para presidir el BCU?
Me hizo sentir muy bien y orgulloso que el presidente electo confiara en mí. Es un desafío muy grande y pretendo responder con mucho trabajo y responsabilidad para tratar de hacer la tarea encomendada y lograr todos los objetivos planteados.
¿Cómo se encuentra hoy la institución?
La institución es un ejemplo en el sector público, seguramente con muchas cosas para mejorar, y muy marcada por el año 2002, que tuvo un efecto bien importante. Ya pasaron 18 años, y ese sistema financiero que tuvo muchos problemas en 2002 hoy está mucho más sólido, entonces es el momento de pensar en un sistema más moderno y accesible.
La crisis del 2002 fue muy fuerte, pero se resolvió bien. A partir de ahí el BCU construyó un montón de fortalezas que hicieron que hoy tengamos un mucho mejor sistema financiero, pero tenemos que empezar a mirar para adelante.
¿Qué propone en ese sentido?
Hay tres cosas que resumen lo que yo quiero: sólido, moderno y accesible. Hoy tenemos un sistema sólido, pero que requiere modernizarse. Hay un montón de aspectos que tienen que ver con el sistema de pagos donde Uruguay está relativamente atrasado, en los últimos lugares en América Latina, y tiene un espacio muy grande para mejorar, modernizarse y que aparezcan nuevos jugadores, sobre todo tecnológicos. Eso va a ayudar a la accesibilidad, es decir, a que todos los uruguayos tengamos mucho mejor acceso al sistema financiero. Eso no es solo tener una cuenta, sino poder pagar en forma ágil, rápida y con bajos costos, poder acceder a créditos a costos razonables.
¿Cuál fue el efecto de la pandemia en el plan de trabajo que se había trazado?
Yo creo que uno en la vida, por peor que esté, siempre tiene que darse un rato para pensar hacia adelante. En estos meses, si bien desde el banco fuimos tomando medidas para que el sistema financiero funcionara correctamente, para que fluyeran los créditos, la liquidez, yo quise que no quedara afuera la agenda de largo plazo.
En eso hemos estado; hemos hecho varias mesas de trabajo sobre distintos temas, por ejemplo, las fintech, el sistema de pagos, seguros. Todavía hay ciertas partes del banco teletrabajando, pero eso no nos puede impedir pensar a futuro.
¿Cómo ve la relación cambiaria de Uruguay respecto a la región? ¿Cree que una vez levantado el cierre de fronteras puede haber algún efecto sobre la actividad económica?
Son dos preguntas en una, pero empiezo por la segunda. En esta emergencia hemos tratado de tomar medidas que ayuden a los uruguayos –individuos, empresas- a sobrellevar la crisis sanitaria, es decir, que fluya el crédito, la liquidez, tratando de que la cadena de pagos se sostenga. Ese fue un primer objetivo. Importaba pasar estos meses, pero también importa que el país, la economía, toda la sociedad, salgan de la mejor manera posible.
“Desde el BCU flexibilizamos varias medidas, por supuesto que sin poner en riesgo la solidez del sistema”
Se han hecho un montón de cosas, yo estoy muy conforme con los resultados y creo que todo eso va a ayudar a que el país levante muy rápidamente. Entre otras cosas, destaco las fortalezas institucionales de Uruguay, el haber manejado adecuadamente la crisis sanitaria. No me quedo solo con lo que se hizo desde el BCU, sino que en general se han hecho bien las cosas y eso va a ayudar a que Uruguay se diferencie de otros países.
Vos me planteabas la situación cambiaria. Uruguay tiene un régimen cambiario de flotación, donde el BCU no tiene ningún objetivo cambiario y lo que estamos haciendo es dejar flotar libremente el tipo de cambio. Cuando uno pretende con un instrumento cubrir más de un objetivo, termina no cubriendo ninguno, entonces, el objetivo central del BCU es y será la inflación, por lo cual nos concentramos ahí y no en el tipo de cambio.
¿Cuáles son las perspectivas en ese aspecto? ¿Cómo ha sido el trabajo hasta ahora?
Ahí la crisis sanitaria nos obligó a postergar algunas cosas que teníamos en agenda. La política monetaria, por sobre todas las cosas, ha intentado no poner restricciones monetarias a la actividad económica, y somos conscientes de que la inflación, si bien ya llevaba mucho tiempo fuera del rango, tuvo una mayor aceleración en estos meses.
Estamos empezando a ver esa reversión, pero éramos conscientes de que eso podía suceder. Lo importante es el compromiso con la baja de la inflación en el mediano y largo plazo. Nosotros en el horizonte de política monetaria, que es a 24 meses, tenemos una perspectiva de estar dentro del rango.
A fines de junio designaron al contador Juan Pedro Cantera como superintendente de Servicios Financieros. ¿Cuál es la estrategia que planea seguir el BCU en términos de regulación, considerando las políticas que han llevado adelante los países europeos, los países desarrollados, en el sentido de que sus bancos centrales están liberalizando regulación para incentivar que el sistema bancario preste? ¿Se tiene en consideración?
La Carta Orgánica del BCU prevé el nombramiento de un superintendente por un período de ocho años, y ese plazo venció el 30 de abril. El Directorio del BCU tomó la decisión de extenderlo por 60 días y pedir la elaboración de un plan en el cual se reflejaran algunos de los objetivos que planteábamos. Teníamos total confianza con el Cr. Cantera, que es un profesional de larga trayectoria en la industria. En esos 60 días, él y el resto de la Superintendencia nos presentaron un plan. Nosotros lo evaluamos, nos pareció más que adecuado, lo aprobamos y le renovamos el mandato por ocho años.
Sobre las flexibilizaciones, ha habido distintos criterios, no todos los países fueron por los mismos caminos. Desde el BCU flexibilizamos varias medidas, por supuesto que sin poner en riesgo la solidez del sistema, porque en definitiva cuando uno se preocupa por esa solidez, se está preocupando por todos los depositantes y por todos los ciudadanos.
Nosotros flexibilizamos medidas, en particular, la de los encajes, que tuvo –a diferencia de lo que hicieron otros países- una particularidad, que es que se redujeron los encajes siempre y cuando esos fondos se dedicaran a dar crédito. Eso dio buenos resultados. Además, permitimos que los bancos pudieran postergar plazos y que las garantías de SIGA se pudieran tomar en un mayor porcentaje. Es decir, fuimos flexibilizando medidas que entendíamos que iban a ayudar a que el crédito fluyera.
El crédito ha dado un empujón, quizás pueda dar uno mayor, y si es necesario que haya alguna medida adicional que entendamos razonable, la tomaremos, pero estamos muy cómodos y muy conformes con los resultados de las medidas y con la forma en la que ha fluido el crédito, sumado a que la cadena de pagos se ha sostenido –si bien uno puede encontrar algún caso puntual, ha funcionado casi de manera normal-.
El Dr. Federico Graglia dijo a La Mañana que es necesaria una política de “refinanciación amplia” para evitar una catarata de concordatos y quiebras. Para ello, planteó que se deben flexibilizar las condiciones de acceso al crédito impuestas por las normas del BCU. ¿Qué opinión le merece?
Yo entiendo que hemos flexibilizado lo que se podía flexibilizar. No hay que olvidarse de que el crédito es un contrato entre privados, donde el BCU como regulador puede poner ciertas reglas de juego, pero nunca debe traspasar la raya de imponer al acuerdo entre partes, condiciones que estas no están dispuestas a asumir.
Las instituciones financieras lo que hacen es dar crédito con dinero de los depositantes y, justamente, el papel del BCU es asegurarse de que esos fondos se usen de manera adecuada y dentro de cierto marco de protección y reglas. Uno puede tomar algunas medidas transitorias, revisar lo que corresponda, pero debe ser muy cuidadoso y preocuparse por la solvencia y solidez del sistema financiero.
¿Cómo ve que está funcionando el sistema bancario hoy? ¿Cree que está asistiendo en forma suficiente a la economía en esta situación?
Seguramente uno va a encontrar casos puntuales donde el acceso al crédito no sea el mejor, pero la respuesta del sistema financiero, en general, ha sido buena. El crédito fluyó. El sistema tiene una liquidez bien importante y, si apareciera mayor demanda de créditos, estaría en condiciones de respaldar.
La importancia de mirar más allá de uno mismo
Diego está casado con Amparo, su “compañera de facultad y de la vida”. Ambos tienen 50 años y cuatro hijos: Agustín (27), Nicolás (24), Pedro (21) y María Clara (13).
Desde niño, sus padres le enseñaron la importancia de preocuparse por el resto, de ser frontal, honesto y tolerante. La tolerancia, de hecho, es una cualidad que valora mucho, y por ello suele enojarse cuando ve gente que agrede a través de las redes sociales.
Trata de ser una persona muy crítica, empezando por sí mismo, y busca actuar sobre esa autocrítica. También se define como alguien abierto a escuchar, que intenta ponerse en el lugar del otro.
“Como humanidad a veces nos falta hacer las cosas desinteresadamente. Hoy tenemos gente que actúa en forma muy individual o gente que actúa en forma colectiva, pero por los intereses de ese colectivo. Lo importante es hacer las cosas que no me afectan en nada, por los demás, aunque yo no forme parte de ese colectivo”, reflexionó.
Le gusta mucho leer, sobre todo historia, y hacer deporte, a pesar de que admite que no hace todo el que debiera. En particular disfruta de la natación, pero por la pandemia debió hacer una pausa. Durante varios años jugó waterpolo y en la actualidad, cuando el tiempo se lo permite, juega al básquetbol.
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