Se cumplieron dos meses desde el inicio de la actual administración y a pesar del breve lapso transcurrido ya podemos orejear la tónica del nuevo gobierno y prever cómo transcurrirá el próximo quinquenio.
Por un lado, las nuevas autoridades marcando todos los fardos y lastres recibidos, buscando instalar desde el vamos la idea de una herencia maldita que no les deja cumplir con sus promesas de campaña. La deuda de Ancap y sus pérdidas, las pérdidas en Antel, el desmantelamiento del Mides, las turbiedades en las concesiones a una fundación ligada al Partido Nacional, los compromisos asumidos en el MTOP que comprometen a la actual administración, el cobro adelantado de impuestos que hizo el gobierno saliente, son solo algunos de los casos denunciados, que prometen ser muchos más.
Por otro lado, una oposición que se quiere mostrar implacable no dejando pasar una y se ha lanzado, empleando periodistas que militan para su molino, a la investigación personal de cada uno de los funcionarios de relevancia. En base a la declaración jurada presentada ante la Jutep, se verifica que cada padrón declarado esté al día con sus obligaciones. Y con este sencillo procedimiento ya se tuvo que apartar del cargo una ministra, está en la cuerda floja el director de la OPP… y esto parece ser solo el comienzo.
La opinión pública, esa diosa moderna que determina la vida o la muerte en política, se entretiene con la deriva de cada nueva denuncia de un lado y de otro, y cada tribuna reacciona con el apasionamiento propio de barras bravas, aunque aún no se llegue a la violencia de la de Cerro. Se toma partido, se crucifica al acusado, se actúa en las redes con una virulencia que jamás se adoptaría en persona, se juzga y se condena al que le tocó estar en el ojo de la tormenta. Poco importa si es realmente culpable, o víctima de una operación política, lo que importa es que el circo continúe…
Y mientras el espectáculo sigue, los grandes problemas de los uruguayos esperan su solución. Sigue campeando la inseguridad, afectando a todos, pero principalmente a los más débiles de nuestra sociedad, a aquellos que no pueden pagarse una seguridad privada y dependen exclusivamente de lo que haga o deje de hacer el gobierno de turno. Sigue proliferando, y en aumento, el consumo de drogas, naturalizado demencialmente por una legalización que no hizo más que aumentarles la clientela a los narcos. Sigue la usura en clara violación a la Constitución de la República, y los uruguayos cada día que pasa están más enterrados con deudas inmorales. Sigue en caída acelerada el número de nacimientos, comprometiendo cualquier política de desarrollo a largo plazo. Sigue la caída del nivel de nuestra educación, donde pareciera que un grupo de docentes y funcionarios se hicieron sus dueños y no rinden cuentas a nadie por sus lamentables resultados. ¿Educación pública, o propiedad de un grupo radicalizado militante de una ideología de odio y resentimiento que solo conduce al estancamiento social? Siguen los problemas en la salud, donde las corporaciones médicas toman de rehenes a los usuarios, determinando con su política de cupos la escasez de especialistas que condenan a los ciudadanos a largas esperas, a veces con consecuencias irreversibles, para lograr el tratamiento adecuado de una enfermedad. Eso sí, también logrando pingües ingresos al asegurarse retribuciones que nuestro sistema de salud apenas puede pagar. Los intentos por cambiar esa realidad por parte del MSP en el período anterior chocaron irremediablemente con la actitud corporativa de las cátedras dependientes de la Universidad de la República, que parecen ser todopoderosas e intocables.
Ojalá nos equivoquemos, pero tenemos la impresión de que ninguno de estos problemas tendrá solución en este quinquenio recién estrenado. Como no la tuvo en el período pasado, aunque gobernara el otro bloque político, hoy oposición. Parece que lo importante es el espectáculo. Mantener entretenida a la opinión pública con temas tan relevantes como los que descubrimos un día sí y otro también, en una lógica de respuesta tras cada golpe que promete ir subiendo la apuesta a cada movida. ¿Hasta cuándo? ¿Acaso no entendemos que los problemas que hoy afectan la calidad de vida de los uruguayos no coinciden con los de los políticos que solo buscan mantenerse en posiciones de poder? Este divorcio de quienes conducen a la sociedad con los problemas reales que ella tiene, va socavando la confianza en el sistema político, aumenta su desprestigio llevando a injustas generalizaciones y suele terminar de la peor manera. En el mejor de los casos empoderando a quien lo denuncie con más fuerza, aunque no tenga propuesta seria alguna para los cambios necesarios.
Por nuestra parte, seguiremos planteando soluciones a los grandes problemas, como lo hemos hecho desde el primer día, empleando las luces largas, las que nos permiten ver el camino a lo lejos, y no entraremos en las disputas mezquinas que sistemáticamente posponen las soluciones impostergables. Porque como dijo nuestro prócer y se repitió hasta el cansancio en la reciente campaña electoral: “La pública felicidad no admite la menor demora”.