Cuando el jueves 8 de mayo, alrededor de las 13:00 horas vieron salir humo blanco por la chimenea de la capilla Sixtina, muchos católicos alrededor del mundo empezaron a celebrar. Otros, más prudentes, se mantuvieron expectantes: no daba lo mismo que la elección recayera sobre el cardenal Tagle que sobre el cardenal Sarah.
Casi una hora después, supimos que el nuevo papa sería Robert Prevost. ¿Quién?, me pregunté. Sinceramente, no lo tenía “en el radar”. Lo más inesperado para mí fue escuchar el nombre que había elegido. Justo la noche anterior le había dicho a mi confesor: “Creo que lo que la Iglesia necesita hoy es un Pío XIII o un León XIV”. “Difícil…”, me dijo. Pues ahí, en el balcón de San Pedro, contra todos los pronósticos, estaba León XIV, el 267º papa de la historia.
¿Quién es Robert Prevost? Es el primer papa estadounidense. Nació en Chicago, Illinois en 1955. Es fraile agustino y fue prefecto del Dicasterio para los Obispos. Se licenció en Matemáticas en 1977 y ese mismo año entró al noviciado en la Orden de San Agustín de St. Louis. Hizo sus votos solemnes en 1981. Se licenció en Teología y estudió Derecho Canónico en la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino (Angelicum) de Roma. Fue ordenado sacerdote en 1982 en el Colegio Agustiniano de Santa Mónica.
En 1984 fue enviado a Perú. En 1987 defendió su tesis doctoral y ocupó diversos cargos de responsabilidad. Entre otras cosas, fue profesor de Derecho Canónico, Patristica y Moral en el Seminario Mayor San Carlos y San Marcelo. Fue Prior Provincial de la Provincia Agustiniana ‘Madre del Buen Consejo’ de Chicago, y Prior General durante dos períodos.
En 2014 fue ordenado obispo. Su lema episcopal es “In Illo uno unum”, palabras de San Agustín que significan que “aunque los cristianos somos muchos, en el único Cristo somos uno”. En 2019 Francisco lo nombró miembro de la Congregación para el Clero y en 2020, miembro de la Congregación para los Obispos, de la que llegó a ser prefecto. En 2023 el papa Francisco lo creó cardenal. Hay quienes se preguntan si es conservador o si es progresista. Si es liberal o tradicionalista. Si es de izquierda o de derecha. Si por la buena relación que tenía con el papa Francisco y por la confianza que este depositó en él es “francisquista”…
Creo que lo realmente importante es que sea cien por ciento católico apostólico romano y que cumpla con su misión de papa, que consiste, ante todo, en custodiar con celo y en defender con firmeza el depósito de la fe, el magisterio y la doctrina de siempre. Lo demás es accesorio.
Claro que hay elementos en su currículum que permiten augurar muy buenos tiempos para la Iglesia: un papa que es doctor en Derecho Canónico seguramente va a ser muy respetuoso de los códigos, leyes y normas que rigen la vida de la Iglesia. Y un papa licenciado en Matemáticas permite esperar una buena dosis de racionalidad, mesura y buen juicio en sus intervenciones públicas.
Por otra parte, el hecho de haber elegido un nombre que nada tiene de moderno, de original o de políticamente correcto, habla a las claras de su personalidad. León XIII fue un papa que defendió la fe católica con uñas y dientes de sus enemigos (encíclica Humanum genus), que impulsó el estudio de la filosofía perenne de santo Tomás de Aquino (encíclica Aeterni Patris) y que trabajó esforzadamente por la cuestión social (encíclica Rerun novarum) en tiempos muy difíciles para la Iglesia.
También es significativo que el papa León XIV haya salido al balcón con todas las prendas y ornamentos que corresponden a su investidura papal, desde la muceta, hasta los gemelos, y que haya anunciado que vivirá en el Palacio Apostólico: tuvo la humildad de acoger y respetar la tradición viva de la Iglesia. En sus primeras apariciones públicas habló de paz, esperanza y unidad, pero, sobre todo, de la centralidad de Cristo y del Evangelio, sin el cual todo lo anterior es imposible. Desde el balcón invitó a rezar un Avemaría a “María, nuestra Madre”. Es el mensaje que debe dar un papa, sin calcular si sus palabras afectan o no a quienes tienen otra visión del cristianismo.
Hay que rezar mucho por él, para que el Señor le dé la fortaleza y la sabiduría necesarias para cumplir su misión. Lleva una enorme cruz sobre sus hombros. Pero si hay algo que dejó claro es que tiene su propia personalidad y sus propias ideas sobre la Iglesia y su relación con el mundo. León XIV es León XIV, no Francisco II.