La semana pasada, el Ministerio de Industria y Energía (MIEM) anunció que seleccionó al consorcio conformado por las empresas SACEEM, CIR y Air Liquide como beneficiario de US$ 10 millones en subsidios provenientes del Fondo Sectorial de Hidrógeno Verde. Este agrupamiento empresarial promete invertir US$ 43,5 millones en el desarrollo de una flota de 17 camiones propulsados con hidrógeno que atenderán al sector forestal. Acordemente, el “baricentro” del proyecto se encontrará en Pueblo Centenario, por lo que el complejo forestal-celulósico será una vez más el beneficiario de la generosidad estatal, tanto en términos fiscales como en recursos hídricos.
Se nos explica que se trata de una “experiencia piloto”, que solo demandará el equivalente al agua “de 25 hogares”, según expresó el ministro de Industrias, Omar Paganini, a En Perspectiva este lunes pasado. En paralelo, el diario El País tituló en su edición del domingo que “OSE iniciará estudios para buscar agua subterránea”. Si bien se refería a la posibilidad de hacer perforaciones en la cuenca del río Santa Lucía, no puede pasar desapercibido que con ello se está abriendo la ventana de Overton a la posibilidad de utilizar el Acuífero Guaraní. “La cuestión de fondo es cómo puede ser que exista una crisis hídrica tan importante en Uruguay, un país donde siempre se dijo que el agua potable no faltaría, que está sobre el Acuífero Guaraní”, se señala ya desde la tapa, por si quedaba alguna duda de hacia dónde apunta este nuevo vector que se procura imponer a la ciudadanía.
Ese mismo día –y desde las mismas páginas editoriales del matutino–, Hugo Burel expresaba que “de acuerdo a estudios realizados por la Universidad de California, 13 de los 37 acuíferos más grandes del planeta, estudiados entre 2003 y 2013, se están agotando, y reciben poca o ninguna recarga, entre ellos el Guaraní”, por lo que su recomendación es “usémoslo antes de que desaparezca”.
Fenomenal, como queda poca agua en el mundo, gastémosla cuanto antes. ¿Será que con ello el Banco Mundial, Davos o Bill Gates nos podrán otorgar algún nuevo premio? Lo cierto es que mientras que la distracción provocada por la sequía permite que algunos ambiciosos planes de negocios avancen varios casilleros, dos millones de personas se mantienen en nuestro país bebiendo agua salada, cada día más resignados a esperar la única solución que, paradojalmente, ofrece cierto grado de certidumbre: la lluvia.
Como con tantas otras cosas que ocurren en nuestro país, para comprender este furor detrás del hidrógeno verde es necesario identificar los intereses del mundo desarrollado, que encuentran expresión a través de una compleja trama de organismos multilaterales y consultorías. Sin ir más lejos, el documento que establece el rol del Estado uruguayo en el desarrollo del hidrógeno verde fue elaborado por el BID “con base en el análisis técnico original realizado por la consultora McKinsey & Co”, según informa el propio MIEM. Esto colocaría al BID en el rol de agente de esta firma de consultoría internacional, cuyo nombre está íntimamente asociado a la Conferencia de Seguridad de Munich (MSC). “McKinsey es un socio institucional y uno de los diversos colaboradores de la Conferencia de Seguridad de Múnich, y aporta datos y apoyo a la producción del Informe de Seguridad de Múnich”, informa la consultora internacional en su página global, agregando: “Desde 2013 hemos puesto en marcha conjuntamente una serie de publicaciones y mesas redondas sobre El futuro de la defensa europea”.
Este doble rol nos obliga a hacer algunas preguntas que parecerían relevantes.
¿Es compatible asesorar a Europa en su defensa con asesorar al Estado uruguayo sobre su política energética? Tengamos en cuenta que uno de los grandes desafíos para la seguridad europea pasa por diversificar sus fuentes de energía, reduciendo así su dependencia de los hidrocarburos provenientes de Rusia. Es de esta necesidad estratégica que deriva el impulso para desarrollar el hidrógeno verde y el transporte eléctrico. Sería razonable que dudemos si esta “hoja de ruta” prioriza los intereses europeos o los uruguayos, sobre todo cuando la seguridad de abastecimiento del comprador (Europa) tiene como correlato lógico la inseguridad de mercado del vendedor (en este caso Uruguay, junto a decenas de países que podrían exportar hidrógeno verde sin problemas). Estrategia básica, no se necesita pagarle a McKinsey…
Siemens Gamesa, uno de los principales fabricantes occidentales de generadores eólicos, lo expresa con claridad en su página web. “El hidrógeno verde es fundamental para combatir el cambio climático, pero también es importante para la seguridad energética de Europa a largo plazo”, destaca. “La invasión rusa de Ucrania ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad energética de Europa y ha recordado al mundo la relevancia de la seguridad energética para el bienestar de una nación. Como no todos los sectores de la economía pueden electrificarse fácilmente, una mayor seguridad energética requerirá un número significativamente mayor de centrales eólicas o solares para producir el hidrógeno verde necesario”.
La empresa alemana agrega que “para que el hidrógeno verde adquiera escala y, por tanto, competitividad, también necesita un cambio sísmico en la escala y la velocidad de implantación de las energías renovables”. Para ello identifica cinco factores clave, entre los cuales se encuentra “poner en marcha infraestructuras verdes de transporte y distribución de hidrógeno, ya sea de producción nacional o importado, y desarrollar un mercado estable de comercio de hidrógeno”.
En buen romance, esto quiere decir que los europeos dominarán todas las infraestructuras de transporte y distribución del hidrógeno. Lo harán procurando generar un “mercado” en el que productores atomizados por todo el mundo deban acudir a vender la energía generada ocupando sus propias tierras fértiles, consumiendo sus reservas de agua dulce y, por supuesto, adquiriendo los bienes de capital europeos necesarios para asegurar la independencia energética y la “revolución industrial verde” del viejo continente.
¡We are fantastic! ¿Nadie se percató todavía que con el gasoducto Néstor Kirchner el gas natural de Vaca Muerta llegará a borbotones al conurbano bonaerense? ¿Hemos olvidado que contamos con un gasoducto que conecta las áreas industriales y urbanas de nuestro país con la Argentina? ¿No hemos considerado el impacto sobre el ambiente de transformar el transporte carretero a gas natural? ¿Cuál es el impacto marginal de quemar hidrógeno verde respecto al gas natural? ¿Vale la pena la inversión millonaria en la cual estamos embarcando al Estado uruguayo? ¿No sería ésta una de las ventajas de ser uno de los países más “verdes” del planeta?
“Alta disponibilidad de agua”
Vale la pena analizar con mayor detalle el documento, titulado “Hoja de ruta del hidrógeno verde en Uruguay”. En su capítulo 4, McKinsey propone la pregunta lógica. “¿Por qué hidrógeno verde en Uruguay?”. Luego de una introducción repleta de las banalidades verdes habituales, en la página 22 se llega a lo que aparenta ser el centro de interés: “Alta disponibilidad de agua”, dice el apartado 4.2.3, que comienza informado que “Uruguay cuenta con acceso al océano Atlántico y a un gran número de ríos, algunos de ellos con cuencas que abarcan importantes áreas de países de la región”. Se destaca en particular la importancia de la cuenca del Río Negro, que cubre el 40% del área de nuestro país, aunque no se advierte en ningún lugar que la utilización de sus aguas quedó seriamente comprometida como resultado del acuerdo “ROU-UPM”. Luego sigue con las cuencas del Río Uruguay y del Río de la Plata, sin precisar que se trata de recursos compartidos con la República Argentina. Más adelante se explica que nuestro país cuenta con “un régimen de lluvias y disponibilidad hídrica muy importante, con precipitaciones medias anuales de 1.320 milímetros”, utilizando como fuente un informe de la Dirección Nacional de Meteorología basado en datos del período 1961-1990… ¡Tremenda consultoría y no pudieron recabar datos más recientes! Pero con estos datos pudieron concluir que la existencia de agua dulce es “muy abundante y apropiada para la producción de hidrógeno verde”. Todo muy “científico”. Más adelante nos ocuparemos de las vacunas, hoy no es momento…
El estudio identifica al año 2040 como el de máximo potencial de producción; para ese momento habremos instalado un parque de energía eólica y solar de 20GW, equivalente a la capacidad de generación de diez represas de Salto Grande. Esto para hacerse una idea de la envergadura del proyecto en que nos están embarcando. Para ese momento, y según los cálculos de McKinsey, la producción de hidrógeno verde consumiría 10 millones de m3 de agua por año, un 15% de la capacidad máxima de almacenamiento de Paso Severino, y poco menos del doble de las reservas actuales de esa represa. Visto de esta manera, el consumo de agua no será tan “bajo” como afirma livianamente el informe; todo depende de cómo se arma la comparación. Lo lógico sería contrastar demandas marginales con ofertas marginales, y no comparando el consumo futuro de este nuevo proyecto con lo que consume nuestro sector agropecuario, como sí hizo McKinsey. ¿Por qué no lo referenció al agua que toma UPM2 del Río Negro?
Llamativamente, el informe no menciona por ningún lado la existencia del Acuífero Guaraní, aspecto en el cual probablemente medió la “sensibilidad” del BID, evitando un tema urticante que podría haber despertado alguna reacción de nuestros vecinos del Mercosur, con quienes compartimos este recurso que sabemos en la intimidad de nuestros pensamientos se trata de las pocas cosas nuestras que interesan al mundo desarrollado, y que hoy se llevan a precio de ganga.
No podemos olvidar que Winston Churchill advertía que “nunca hay que desperdiciar una buena crisis”. Ya hemos visto lo que nos ocurrió con la pandemia, cuyo efecto económico principal fue el de reforzar el poder de mercado de corporaciones que se aprovecharon de la incertidumbre para engrosar sus ganancias en detrimento de la población. Hoy contamos con datos que demuestran que las cuarentenas tuvieron fuertes efectos negativos sobre la salud de la población, pero la “ciencia” aceptada hasta hace relativamente poco pretendió llevarnos en el sentido contrario. Afortunadamente, en aquella oportunidad, el gobierno tuvo la intuición para plantarse frente a la contradicción, y se plantó con firmeza para contener las fuertes presiones externas e internas.
La sequía actual nos presenta a los uruguayos con otro gran desafío. Si nos dejamos aturdir por los inevitables cantos de sirena, corremos el riesgo de quedar inmovilizados ante los fuertes intereses que se mueven alrededor de esta desgracia. Dante ubicaba en el vestíbulo del infierno a los cobardes y perezosos, a aquellos que habían perdido “el don de la inteligencia”. Gracias a Dios a los uruguayos todavía se nos permite razonar libremente. No caigamos en las trampas que nos presentan los agentes de aquellos intereses que nos quieren sumir en la decadencia, ofreciéndonos “soluciones” que solo buscan perpetuar las estructuras de dominación que mantienen a nuestras familias y pueblos sumergidos en la pobreza. No permitamos “privatizaciones a escondidas”, convenientemente disfrazadas de consultorías al Estado. Aprendamos de lo que está ocurriendo en Australia.
TE PUEDE INTERESAR: