Hace unos días fuimos sorprendidos por declaraciones del subsecretario de Salud Pública, Dr. Leonel Briozzo, que ponderó positivamente la política de drogas que lleva adelante el Estado uruguayo. El mencionado jerarca catalogó como “extremadamente exitosa” a la política sobre la marihuana, que fue legalizada por la Ley 19.172, aprobada y promulgada en diciembre de 2013 durante el gobierno de José Mujica. Dijo que disminuyó el número de quienes recurren al narcotráfico y aumentó la edad de inicio del consumo que pasó de 18 a 20 años.
No queremos polemizar sobre la veracidad de las cifras que mencionó el jerarca, pero nos cuesta entender cómo sabe cuántos son los clientes del narcotráfico, y mucho menos si esa cifra es mayor o menor que antes. Son datos que seguramente no los tiene ni la Policía Nacional. No sabemos en qué encuesta se basó el subsecretario, pero es poco probable que un encuestado admita que es cliente de los narcos.
Hay un viejo refrán que dice que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Parece que nuestras autoridades no quieren ver la realidad. No quieren admitir que el consumo se ha disparado geométricamente desde que la ley lo naturalizó. Por supuesto que para decir esto no nos basamos en estadísticas oficiales, sino en la percepción de la realidad. Nadie puede negar que es cada vez más común el consumo de cannabis entre los estudiantes y jóvenes, que en la propia puerta de los centros de enseñanza o en parques o plazas se reúnen para fumarse un “faso”. Es lo que marca la moda y, en cierta forma, obliga o tienta a muchachos necesitados de ámbitos de socialización. Hay testimonios que muestran que en no pocos casos existen profesores que los acompañan en tan importante “tarea”. Y no hablemos de centros de diversión o eventos sociales en los que la droga se ofrece como si fuese una bebida más.
La finalidad que se argumentó al tratarse la ley en el Parlamento era que con su legalización se le quitaría mercado al narcotráfico, ya que los consumidores optarían por la compra en farmacia o por el autocultivo. Viendo el aumento exponencial de las bandas de narcotraficantes en nuestro país, y algunas cifras que en materia de incautación se manejan, no da la impresión de una disminución de su clientela. Por el contrario, el aumento es alarmante y demostrativo del daño que le ha hecho a la sociedad una política implementada de espaldas a la realidad que vivimos. Muchos que seguramente nunca hubieran incursionado el camino del consumo de drogas, con el nuevo marco legal, ahora se animan.
En cuanto a la edad de inicio, lo mismo, no hay forma de saber los números reales, pero sí es evidente que para nuestros adolescentes no hay nada de malo en consumir una sustancia que es legal y se vende en farmacias.
Para enfrentar un problema lo primero que debemos hacer es identificarlo, reconocer su existencia. Tal vez el subsecretario Briozzo no pueda admitir el fracaso de una política que él mismo justificó y alentó. Pero de ahí a calificarla de “extremadamente exitosa” hay un gran trecho. Creemos que sus declaraciones son irresponsables y engañosas. Y nos alejan de la posibilidad de cambiar lo que se viene haciendo. ¿Por qué cambiar si vamos bárbaro?
Mientras tanto, en forma inexplicable, sigue sin implementarse el artículo 4 de la Ley 19.172, que dispone medidas para educar, concientizar y prevenir a la sociedad de los riesgos para la salud que implica el consumo de cannabis. Resulta imprescindible e impostergable la realización de una campaña agresiva en los medios de comunicación y en el sistema de enseñanza, para que nuestros jóvenes y adolescentes tengan bien claro el daño irreparable que conlleva el consumo de drogas. Pasaron 12 años desde la aprobación de la ley y seguimos sin cumplir con esa disposición. ¿Qué estamos esperando?
Todas las encuestas, estas sí creíbles, ubican a la inseguridad que se vive en el país como la principal preocupación de los uruguayos. Hemos hecho propuestas concretas para cambiar la grave situación que vivimos. Lo hicimos en la anterior administración sin alcanzar el eco necesario y lo hemos hecho recientemente en el llamado Diálogo por la Seguridad Pública. En nuestras propuestas dejamos bien claro que hay dos aspectos principales a solucionar si realmente queremos terminar con la inseguridad: cambiar la realidad de nuestras cárceles, que deben cumplir con su papel de rehabilitación, y terminar con el narcotráfico, pegando fuerte a los delincuentes a todo nivel y, sobre todo, disminuyendo significativamente el consumo de drogas.
Y para esto último seguramente no ayudan las declaraciones conformistas del Dr. Briozzo…




















































