Para el Dr. en Economía especializado en comercio y economía política Todd Tucker, América Latina tiene la oportunidad de negociar estratégicamente su valor en el nuevo orden mundial, dados los intereses de Estados Unidos sobre la región. El experto dialogó con La Mañana acerca del giro de la política comercial e industrial de Trump y sus impactos a nivel internacional. El país norteamericano “tiene ahora la tasa arancelaria efectiva más alta desde la década de 1930: alrededor del 15%”, remarcó.
Todd Tucker es politólogo y doctor en Economía de la Universidad de Cambridge y se ha especializado en comercio y economía política. Sus intereses principales son la gobernanza global, la democracia y la transformación económica, y por más de dos décadas se ha dedicado a la investigación en esas áreas. En la actualidad se desempeña como director del Programa de Política Industrial y Comercio del Roosevelt Institute, donde dirige el trabajo sobre el papel de la gobernanza y las instituciones tanto nacionales como internacionales para facilitar la transformación económica.
El regreso del proteccionismo de la mano del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, así como el giro que ha dado en su estrategia comercial e industrial, con aranceles “intermitentes” que generan incertidumbre y políticas de reindustrialización, han tenido consecuencias a lo largo y ancho del mundo.
Para analizar estas transformaciones y sus efectos a nivel mundial, La Mañana conversó con Tucker, quien analizó el carácter “bipartidista” que ha tomado la política industrial en Estados Unidos, las tensiones en la relación con China, la situación actual de la guerra comercial y la pérdida de relevancia del sistema multilateral de comercio.
El entrevistado también se refirió a Europa que, según sostuvo, atraviesa importantes dificultades para lograr sostener su base manufacturera. Sobre América Latina, en tanto, destacó que es una región de interés para el gobierno estadounidense dado que podría proveerle minerales y recursos que necesita. Para el especialista, esto puede traer oportunidades, pero también planteó algunos riesgos. En ese sentido, dijo que es fundamental que los países latinoamericanos negocien su valor “estratégico” y avancen en la cadena de valor sin perder autonomía.
En otro orden, el economista reflexionó sobre el potencial de los controles de precios en determinados sectores, las herramientas de política monetaria y los desafíos a futuro para la economía internacional, como la crisis climática. “Sigue existiendo la necesidad de cooperación internacional para proveer bienes públicos globales y reducir males públicos globales”, expresó.
¿En qué ha consistido su trabajo en el Roosevelt Institute durante el último año y cuáles fueron las principales prioridades de gestión que impulsó?
Hemos enfocado nuestro trabajo en dos frentes. El primero es analizar los cambios cotidianos –y a menudo de hora en hora– en la política comercial e industrial bajo la administración de Trump. Nos ha resultado notable que el equipo de Trump al menos haya coqueteado con políticas asociadas comúnmente con la izquierda, tales como aranceles, participación accionaria del gobierno en empresas y la prohibición de recompras de acciones (como condición de dichas participaciones). Esto ha colocado a Trump en alineación explícita con rivales partidarios como el socialista demócrata Bernie Sanders. También ha adoptado parte del espíritu de “move fast and break things” (moverse rápido y romper cosas) contra la burocracia, defendido por autores de centroizquierda como Ezra Klein, vinculados con el emergente movimiento Abundance. El desafío es que Trump ha emprendido estas políticas de forma tan improvisada que inevitablemente surge la pregunta de si estos movimientos están motivados por corrupción e intereses personales. Quizás no tengamos respuestas durante años.
La segunda parte de nuestro trabajo consiste en imaginar e investigar qué deberán hacer futuras administraciones para recuperarse de los recortes a la capacidad del Estado que hemos visto bajo Trump y Elon Musk, mientras se avanza rápidamente para entregar beneficios materiales a los ciudadanos. Para 2029 habremos perdido tiempo valioso para enfrentar la crisis climática y transformar nuestro sistema energético: ¿qué podemos hacer para acelerar ese proceso más allá de lo que logró la administración Biden, a la vez que ayudamos a gestionar la crisis de asequibilidad que los votantes señalan hoy como la más importante?
En una entrevista con La Mañana en marzo de 2022, usted conversó sobre el concepto de política industrial, término que, aunque ya no era muy utilizado por economistas en las últimas décadas, parecía haber reaparecido en ese momento. Casi tres años después, ¿se ha observado realmente su retorno?
Absolutamente. La política industrial ahora es bipartidista, aunque tiene distintos matices. Biden estuvo cómodo con un enfoque “de todo un poco” que utilizó subsidios, aranceles, compras públicas del gobierno y apoyo a la investigación y desarrollo. La caja de herramientas de Trump es más estrecha en algunos aspectos, enfocada fuertemente en los aranceles. Pero en otro respecto ha sido más dispuesto que Biden a romper ciertos tabúes, como tomar una acción dorada en US Steel o el 10% de las acciones de Intel, la empresa de semiconductores. Ahora que esos tabúes se han roto, futuras administraciones considerarán cómo utilizar esas herramientas para sus propios fines, como ayudar a los trabajadores o reducir emisiones de carbono. Y todos los partidos coinciden en que la competencia con China requiere una caja de herramientas diversa.
¿Cómo evalúa el giro proteccionista en Estados Unidos bajo este segundo gobierno de Trump?
En términos numéricos, Estados Unidos tiene ahora la tasa arancelaria efectiva más alta desde la década de 1930: alrededor del 15%. Pero este titular oculta una variación importante. Por un lado, para algunos sectores las tasas son incluso más altas, con aranceles del 25% sobre automóviles y del 50% sobre acero y cobre. Para otros, como la mayoría de los bienes fabricados en México y Canadá, existe una tasa del 0% para bienes que cumplen con el acuerdo T-MEC (Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá). Esta variación es importante tenerla en cuenta mientras esperamos el fallo de la Corte Suprema sobre los aranceles de Trump bajo la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional (Ieepa, por su sigla en inglés). Un fallo del Ieepa no cambiará los aranceles sectoriales, lo que significa que la tasa efectiva global seguirá siendo alta –alrededor del 10%–. Además, no cambiará el hecho de que el mejor lugar para producir y vender al mercado norteamericano es Norteamérica, ya que son los únicos socios comerciales que se benefician de un comercio mucho más cercano al libre.
¿Qué opinión tiene de las promesas de un renacimiento manufacturero en Estados Unidos? ¿Son realistas dado el contexto actual?
No cabe duda de que barreras arancelarias más altas en un mercado del tamaño del estadounidense pueden llevar a una mayor producción doméstica. La pregunta es: ¿a qué costo y en qué plazo? Según los sindicatos, los aranceles explican los recientes anuncios de inversión de Stellantis y GM. Al mismo tiempo, los aranceles intermitentes socavan la previsibilidad, y hemos visto una caída en el número de trabajadores empleados en manufactura en el año desde Biden.
¿Cómo analiza el estado actual de la guerra comercial entre Estados Unidos y China?
Es una continuación de lo que vimos en el primer mandato de Trump: muchas amenazas, pero poco seguimiento y pocos acuerdos. China parece haber calculado correctamente que hay un límite a los shocks de precios que los mercados y votantes estadounidenses –y por lo tanto Trump– tolerarán, así que han podido arrastrar los pies. Esto ayudó a producir un nuevo acrónimo en inglés: TACO, por Trump Always Chickens Out (Trump siempre se acobarda). Xi Jinping está jugando un juego a más largo plazo.
¿Cómo ve el papel de Europa en este nuevo escenario?
Europa es lo que más me preocupa. Si bien han publicado el informe Draghi sobre revitalizar la manufactura y han tomado algunas medidas de emergencia con la guerra Rusia-Ucrania, realmente están rezagados en otros aspectos. No pasa una semana sin noticias preocupantes de alguna gran empresa industrial, ya sea Thyssenkrupp o Volkswagen. Existe la posibilidad de que veamos a Europa desvanecerse como potencia manufacturera en los próximos años, si no hay acciones audaces para revertir la situación.
¿Qué rol juega hoy la Organización Mundial del Comercio (OMC)?
La OMC sigue cumpliendo un papel útil en promover transparencia y recopilación de datos sobre comercio. Sin embargo, hace tiempo que dejó de ser un foro útil para negociaciones (como lo evidencia la ausencia de una ronda importante desde los años 90), y en la última década ha visto debilitado severamente su poder adjudicador. Potencialmente podría jugar un rol útil en vincular comercio y metas climáticas, pero su membresía y liderazgo tendrían que volverse cómodos con la idea de bloques de países (algunos de alta ambición, otros de baja ambición) que reciban un tratamiento comercial diferencial.
¿Qué consecuencias podría tener este realineamiento global para América Latina y cómo cree que debería posicionarse ante esta nueva realidad?
Estados Unidos bajo el mandato de Trump ha redoblado la idea de la Doctrina Monroe, de considerar el hemisferio occidental como una zona especial de influencia estadounidense. No está claro qué significa exactamente esto aparte de la retórica. Pero América Latina tiene minerales y otros materiales que Estados Unidos quiere. Sus líderes deben articular un precio para esa influencia y esos materiales que incluya apoyo para el desarrollo económico y avanzar en la cadena de valor.
¿Cree que los países latinoamericanos deberían alinearse con alguno de los grandes bloques o buscar otra alternativa? ¿Es posible que suceda esto último?
Siempre es mejor para países soberanos tener más opciones que menos. Si la administración de Trump pudiera ceñirse a sus propios objetivos declarados –menos intervención en Europa y Oriente Medio, más compromiso con el hemisferio occidental–, eso representaría una oportunidad para América Latina que podría justificar mayor alineamiento con Estados Unidos. Pero no se están ciñendo a esos objetivos, así que solo es racional mantener abiertas las opciones.
En la entrevista que le mencionaba, usted señaló que los controles de precios nunca desaparecieron y siguen utilizándose en sectores estratégicos. ¿Se han observado tales intervenciones en los últimos años? ¿Qué rol podrían cumplir hoy?
Estados Unidos está negociando ahora precios de una gama de medicamentos con las empresas farmacéuticas, y la administración ha tomado otras medidas con compañías individuales que podrían conducir a precios más bajos en esos sectores. A nivel local, mecanismos como el control de alquileres están ganando popularidad, y una reciente columna en The New York Times escrita por exfuncionarios de Biden generó un debate sobre si los controles de precios deberían utilizarse más ampliamente, al menos de forma temporal.
¿Considera que los controles de precios podrían llegar a ser una herramienta recomendable en algún escenario?
En sectores caracterizados por monopolio o donde las empresas tienen poder de fijación de precios, ha existido desde hace tiempo una función gubernamental legítima para fijar tarifas. Pero la primera línea de defensa, donde los mercados competitivos son posibles, es intentar garantizar que la competencia efectivamente exista, por ejemplo, mediante mecanismos antimonopolio.
¿Sigue creyendo que subir las tasas de interés es una herramienta ineficiente para frenar la inflación de origen en la oferta, como afirmó en la entrevista anterior?
Sí. Las subidas de tasas de interés son una forma eficaz de lidiar con exceso de demanda, pero no pueden hacer aparecer una oferta inexistente. Para eso, la política industrial y la regulación son herramientas más adecuadas.
¿Cuáles son sus perspectivas sobre el futuro de la economía internacional?
Para bien o para mal, los principales desafíos que enfrentamos –como la crisis climática– no van a desaparecer. Sigue existiendo la necesidad de cooperación internacional para proveer bienes públicos globales y reducir males públicos globales. China no parece querer desempeñar el papel de hegemonía global, así que Estados Unidos sigue siendo el país más probable para ese rol. Pero la elección y reelección de Trump muestra que debe existir una base doméstica de apoyo para ese rol, lo que implica prestar atención a la desigualdad, los niveles de vida y la calidad de la democracia en el núcleo.



















































