Ha llegado el Bicentenario del 25 de Agosto de 1825 y el predio histórico en Florida, donde tuvo lugar ese fundamental acontecimiento de nuestra trayectoria como pueblo, sigue siendo un gran vacío.
Pasan las décadas, se suceden los partidos políticos en el gobierno del país, pero la hegemonía montevideana sigue incambiada en cosas sustanciales. Sus protagonistas (muchos de ellos cada vez con menos votos) y sus proyectos localistas se imponen como prioridades nacionales, cueste lo que cueste. En la capital, en sucesión sin interrupciones, se levantan palacios, sedes ministeriales, torres de comunicaciones, auditorios, arenas y otros proyectos faraónicos, financiados siempre con los dineros públicos que aporta toda la población.
En el interior se espera si algo llega. Sus representantes integrantes de la Cámara de Diputados (ya que el Senado por departamentos se perdió en 1934 y nunca más se recuperó) parecen incapaces de superar los estrechos límites de sus respectivos departamentos y ni se les ocurre actuar como un bloque que, sin desconocer la diversidad partidaria, luche por superar carencias que son comunes a todo el interior.
Emblema tal vez insuperable de esa postergación de décadas es el sitio histórico en que se asentó la vivienda del vecino Basilio Fernández, rancho con paredes de ladrillo donde sesionó la Asamblea de Representantes, la que suscribió las leyes del 25 de agosto de 1825. Cuesta creer, pero así ha sucedido, que ningún gobierno nacional, hasta la fecha, haya decidido llevar adelante una puesta en valor de ese irrepetible sitio histórico levantando un moderno y digno memorial. Este debería expresar de manera satisfactoria el agradecimiento permanente de todo el pueblo oriental a aquella generación que luchó por un destino de libertad.
No mucho tiempo atrás se realizó un concurso conmemorativo resultando ganador un proyecto financiado exclusivamente por la Intendencia de Florida que, dado los recursos disponibles, no podía estar a la altura de lo que ese lugar merece. En recientes declaraciones escuchamos con satisfacción al intendente departamental, Carlos Enciso Christiansen, manifestar que su deseo era no continuar con ese proyecto porque no lo satisfacía. Precisó con claridad que no juzgaba en absoluto los valores intrínsecos de la propuesta ganadora, pero que aspiraba a que fuera una obra de mayor aliento.
Frente a ese desolado espacio que encontrarán los visitantes cuando en este Bicentenario lleguen hasta la ciudad de Florida se levanta el también histórico Monumento a la Independencia, que se inauguró en 1879. Se financió con el apoyo del gobierno nacional de la época, pero, especialmente, con la suscripción popular que se realizó en todo el país. Se crearon Comisiones Departamentales que trabajaron con ahínco y reunieron fondos con destino al mismo. Aquella generación de orientales tuvo plena conciencia de que ese monumento no pertenecía a una población determinada sino a toda la nación.
Siguiendo ese patriótico ejemplo, estimamos que hoy es el país todo, a través del gobierno nacional, el que debe asumir de forma definitiva que en ese lugar histórico se levante un edificio-memorial que esté acorde tanto con su inigualable significado como con el siglo XXI que transitamos.