La retirada del Uruguay de conocidas empresas que llevaban años en nuestro medio suena como una alarma que no debemos ignorar.
Escuchamos en estos días a dirigentes sindicales mostrando su preocupación por la situación: “En momentos en que el país, el sector empresarial, el gobierno y los trabajadores estamos tratando de parar la sangría y buscar una nueva política, estas señales son muy negativas”, dijo el principal dirigente de la Confederación de Sindicatos Industriales. Por su parte, el secretario del Pit-Cnt, Marcelo Abdala, dijo que las empresas abandonan el país por capricho, a pesar de que se les da todo…
Pareciera que desde el sindicalismo no se entiende la lógica capitalista. Si hay mejores condiciones en otro lado, ¿por qué se van a quedar acá? ¿Por beneficencia?
Es necesario entender de una vez por todas que la actitud tomada hasta ahora por el sindicalismo nacional, satanizando a los empresarios por su afán de lucro y propiciando conflictos que les generan cuantiosas pérdidas, es en buena medida el detonante de esas decisiones empresariales que ahora lamentamos.
Durante tres meses por medidas sindicales se impidió que los buques pesqueros se dieran a la mar, perdiéndose el período de zafra en el que se obtienen las ganancias que permiten continuar con la actividad en otras épocas del año. Centenares de trabajadores fueron duramente afectados por las medidas de quienes se suponen deben defender sus derechos.
En Conaprole los funcionarios se dan el lujo de cortar la remisión de leche a planta obligando a los tamberos a tirar el fruto de su trabajo. Vimos esa película muchas veces en los últimos tiempos. Lo irónico del caso es que esos funcionarios en muchos casos están mejor pagos que muchos productores lecheros. Además, trabajan a horario y tienen vacaciones, algo impensable para muchos tamberos que deben trabajar de sol a sol durante todo el año.
Hoy tenemos un conflicto en el puerto desde hace varios días que tiene paralizada a nuestra principal ventana al mundo. Lo más grave de esta inactividad obligada es que nuestro puerto está en una durísima competencia con otros puertos de la región y es claro que las empresas navieras van a ir adonde las atiendan mejor y más rápido. Son clientes que se pierden y tal vez nunca más se recuperen. ¿Eso les importa a nuestros sindicalistas?
Los conflictos en los ámbitos pesquero, portuario y lechero son solo tres ejemplos de importantes sectores de nuestra economía que han sido seriamente perjudicados por medidas gremiales muchas veces irracionales, que además desconocen convenios firmados por el mismo sindicato poco tiempo antes. Son medidas que se sustentan en un sustrato ideológico a partir del cual el trabajador debe enfrentarse al patrón, que siempre es el malo de la película. En pleno siglo XXI, en el que la revolución tecnológica está arrasando con empresas y puestos de trabajo, empresarios y obreros, con todos, parece increíble tener que explicar que solo sumando esfuerzos unos y otros hay alguna chance de sobrevivir.
Es cierto sí que existen empresarios que en su legítimo afán de lucro cruzan ciertos límites y no cumplen con la normativa vigente. A esos hay que castigar, ley en mano, pero no a todos los que arriesgan su capital y generan puestos de trabajo.
La encíclica Rerum Novarum del papa León XIII ya en 1895 establecía:
“Es mal capital, en la cuestión que estamos tratando, suponer que una clase social sea espontáneamente enemiga de la otra, como si la naturaleza hubiera dispuesto a los ricos y a los pobres para combatirse mutuamente en un perpetuo duelo. Es esto tan ajeno a la razón y a la verdad que, por el contrario, es lo más cierto que como en el cuerpo se ensamblan entre sí miembros diversos, de donde surge aquella proporcionada disposición que justamente se podría llamar armonía, así ha dispuesto la naturaleza que, en la sociedad humana, dichas clases gemelas concuerden armónicamente y se ajusten para lograr el equilibrio. Ambas se necesitan en absoluto: ni el capital puede subsistir sin el trabajo, ni el trabajo sin el capital. El acuerdo engendra la belleza y el orden de las cosas; por el contrario, de la persistencia de la lucha tiene que derivarse necesariamente la confusión juntamente con un bárbaro salvajismo”.
130 años después pareciera que no entendimos nada…