Los protectores del capital. Las conexiones entre el tráfico de drogas mexicano y el lavado de dinero en Uruguay. Gabriel Tenenbaum Ewig. DEBATE. Julio 2022. 335 págs. $790.
La asociación entre violencia y jóvenes adictos a sustancias ilegales es lineal y recurrente. Si bien es claro que para que exista tráfico de drogas es necesaria la existencia de narcotraficantes, habitualmente al gran público se le escapa que el tinglado es mayor y sustancialmente más tenebroso aún.
Y nombrar lo que no se puede ni susurrar es el objetivo trazado por el presente ensayo del Dr. en Sociología Gabriel Tenenbaum Ewig, el cual ha realizado un extenso periplo académico tanto en México como en Uruguay. Y la clave es denunciar la peculiar arquitectura financiera que, en virtud de sus innumerables fronteras porosas y zonas de difuso control, posibilita que los astronómicos capitales asociados a la droga se legitimen en la economía nacional. Eso lleva a denunciar asimismo, algunas de las “vacas sagradas” de la hipotética Suiza de América.
¿Nuestro pequeño oasis en una América convulsa está en la ruta de la droga? ¿Hay servicios y actores locales que protegen al crimen organizado? La respuesta es rotundamente afirmativa. Desde la infausta época de la dictadura, y en aras de banderas de liberalización, los controles fueron desapareciendo en forma progresiva. Y este proceso se fue agudizando con el advenimiento de la democracia. Algunos de los personeros de la liberalización económica tenían claros intereses en construir una estructura jurídica que permitiese el ingreso de capitales sin preguntas. Muchos de evasores de los distintos regímenes impositivos colindantes, algunos llegados desde más lejos y con dinero ensangrentado. Pero la clave era no preguntar.
Casas de cambio que operan casi como bancos, SAFIS, zonas francas, estudios jurídicos y contables son algunos de los tantos canales que se prestan a un juego lindante con lo ilegal, que pueden superar fácilmente una auditoria somera, y pasaron a ser parte del paisaje nacional mientras la sociedad los ha normalizado como parte de la definición de Uruguay. Pero a nivel mundial es claro que somos una excepción, y lamentablemente, en este caso, por la peor de las razones; nuestra jurídica es claramente funcional a la dinámica de los sectores narcotraficantes.
Un amigo, liberal ortodoxo, me puntualizó ácidamente que “los protectores del capital” adolecían de un problema conceptual grave. La existencia de asesinatos por arma blanca no puede llevar a una sociedad a restringir la utilización de cuchillos de cocina. Un buen argumento, señalar que una cosa es el instrumento en sí y otra muy distinta la utilización perversa de dicha opción. Pero la respuesta ya está dada históricamente; los Estados limitan la utilización de armas de fuego automáticas y obviamente está prohibido armar una batería de misiles en el fondo de la casa en base a lecturas livianas del concepto de la libertad. Y es de esto que trata el libro: cómo el dinero del narcotráfico disuelve las bases de la convivencia de una sociedad que intenta construir democracia día a día.
O para decirlo en otros términos: “Los protectores del capital son aquí una pieza clave. Expertos conocedores de la legislación y de las artimañas necesarias, legales e ilegales, para asistir al lavado de dinero, forman parte, se mezclan o auxilian al delito de los poderosos. Los cambios normativos e institucionales realizados en el siglo XXI para combatir el lavado de activos han sido significativos, pero insuficientes. La protección es un servicio fundamental que brinda hoy Uruguay al gran capital internacional donde subyace la renta criminal del tráfico de drogas”.
Próxima vez que acontezca un lamentable hecho delictivo correlacionado con el narcotráfico será pertinente evaluar que hay beneficiarios en las sombras, beneficiarios de trajes impecables que lucran a la distancia con la sangre y el dolor de los más frágiles de la sociedad.
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