Los trabajos de investigación del buque Falkor dieron un nuevo impulso a la ciencia, poniéndola en la atención de la opinión pública, aunque se la posterga dejándola fuera de lo que solemos entender como cultural.
El 21 de enero de 2024, como resultado de siete años de estudio e investigación, la bióloga y docente Susana Maytía Romero presentó el libro Biodiversidad y arte de Maldonado. Costa. Humedales. Conocer, valorar, conservar, una obra científica, pero de mensaje claro dirigido a todos los públicos. La presentación se realizó en el Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry, en Maldonado, y cuanta con el prólogo del escultor Pablo Atchugarry y el Dr. Omar Defeo, especialista en ecología marina. Un libro único desde su título que nos sumerge en un mundo que, a pesar de tenerlo ahí tan cerca, suele sernos lejano.
Nacida en Durazno, hija de maestros rurales que le permitieron conocer el Uruguay profundo, uno pensaría que la inclinación científica de Maytía se volcaría a la fauna y flora propia del centro del país o de los campos orientales en general, sin embargo no fue así. Su obra científica se ha destacado por sus investigaciones y artículos sobre moluscos, peces y bentos marinos de la costa uruguaya, también sobre vida y obra de Dámaso Antonio Larrañaga y Charles Darwin. Sobre este último publicó, en 2009, su primer libro, Charles Darwin en Maldonado.
Consultada sobre su vocación y perfil científico volcado al mar y el océano, Maytía dijo a La Mañana que lo descubrió cuando apenas tenía 10 años gracias a un maestro escolar. Su pasión por el mar la convirtió en la primera bióloga uruguaya que trabajó con los equinodermos. Ese maestro “me hizo descubrir el mar, y después cuando llegué a Facultad decidí estudiar y ser lo que yo quería, lo que me gustaba”.
“Al principio, el libro iba a ser sobre biodiversidad en la costa, la parte marina, pero un día vi en internet una pintura de Carmelo de Arzadun [Salto 1888-Montevideo 1968] sobre cangrejos, y se me ocurrió incluir el arte, resultando en una investigación muy gratificante”, comentó, pero ese solo fue el comienzo en el armado del libro que se ha constituido en un verdadero acto de docencia. No cabe esperar otra cosa de quien coordinó su trabajo científico con 58 años de docencia y 10 en la Facultad de Humanidades y Ciencias de Montevideo. Vocación que continuó cuando se mudó a Punta del Este, ofreciendo cursillos en verano y realizando visitas guiadas en francés y español a la Isla de Lobos.
El concepto de cultura suele relegar a la ciencia
“Hay mucho desconocimiento sobre la ciencia”. En Uruguay el concepto de cultura “se limita a pensar que es tocar un instrumento, ir al concierto, presentar un libro o exponer cuadros, dejando relegada a la ciencia”, observó, pero la llegada del buque de investigación Falkor, del Schmidt Ocean Institute, y la expedición Uruguay SUB200 que se realizó desde mediados de agosto a mediados de setiembre, ha significado “un repunte, especialmente para el Museo Nacional de Historia Natural, donde hay material excelente”, consideró.
El Falkor ha sido “un impulso importante” para reposicionar nuevamente en la opinión pública el papel de la ciencia, y “los científicos que participaron se debieron preparar para la expedición. Ha sido algo inédito en el Uruguay, un gran hito en la historia de la ciencia”.
En su pasaje por Uruguay, el equipo de científicos a borde del buque incluyó a investigadores uruguayos, uno de los cuales fue Fabrizio Scarabino Maytía, del Departamento Interdisciplinario de Sistemas Costeros y Marinos (CURE), hijo de Susana Maytía.
El Falkor “tiene una tecnología impresionante, y es maravilloso que la gente que posee los recursos haga este tipo de mecenazgos, de ayudar a la gente joven, que es el futuro de nuestro país”, valoró, a la que además se le dio la oportunidad de intercambiar con otros científicos de nivel internacional.
“El conocimiento no llega del cielo”
Maytía subrayó que si bien el libro Biodiversidad y arte de Maldonado. Costa. Humedales. Conocer, valorar, conservar es una obra con una fuerte base científica, su presentación es muy didáctica y no necesariamente se tiene que leer de forma lineal como una novela. “Ahí donde el lector abra el libro puede empezar a leer y descubrir contenidos diversos”, aseguró.
La obra fue pensada “para todo público”, incluso para quienes están intelectual o físicamente lejos del mar y el océano. Bien podría ser un libro que ocupe un lugar en las bibliotecas de las escuelas y los liceos, a pesar de “que muchos piensan que los conocimientos salen de los celulares, cuando eso que se puede leer en el celular con solo digitar en el buscador es el resultado de trabajos de investigación, de libros y artículos que otras personas escribieron sobre temas que estudiaron. El conocimiento no llega del cielo”, reflexionó.
Los capítulos son variados, abordando temáticas diversas: aves, peces, tortugas, el grupo Karumbé, la Isla de Lobos, entre otros. Consultada sobre esta última, dijo que en ese capítulo hace referencia al Prof. Carlos Vaz Ferreira, que en 1945 visitó las islas Pribilof, Alaska, donde estudió los lobos marinos del lugar aplicando después en Uruguay sus conocimientos. Contó que “luego comenzó la explotación comercial de los lobos marinos hasta que en 1992 se realizó una campaña en la que juntamos más de 2000 firmas, suspendiéndose la matanza”.
Sobre la afirmación de que “los lobos marinos son los responsables de que no haya peces” enfatizó que “es totalmente inexacta” y puso de ejemplo a la corvina, que “se alimenta en el fondo comiendo caracoles y cangrejos, y si un barco de arrastre pasa por allí extrayendo la especie que les interesa, también se lleva esos caracoles y cangrejos” que le son inútiles. Esos caracoles y cangrejos “son devueltos al fondo del mar, pero ya sin vida, entonces la corvina se aleja del lugar y no es por culpa de los lobos marinos. Hay que pensar los cientos de barcos que hay ahora pescando, muchas veces en la noche se ven las lucecitas de los barcos que pescan y que no sabemos si son nuestros o de otro lugar”.
Riqueza marítima de Uruguay
Uruguay “es muy rico en su zona marítima. Debemos pensar que estamos en un sitio donde confluyen la corriente cálida del Brasil, que viene superficial, la corriente fría de las Islas Malvinas, que es profunda, y tenemos el estuario del Río de la Plata, que es único y uno de los más grandes del mundo”. Eso lleva a que tengamos “especies adaptadas a cada zona”.
Además, “con el cambio climático han aparecido muchas especies de la zona cálida del Brasil, y siguen apareciendo”; también “se confirmaron corales de profundidades impresionantes que son de aguas frías y que nunca se pensó que podía haber”. Por tanto “es una zona muy rica en biodiversidad”.
Asimismo, advirtió que no todas son buenas noticias: “Parte de esa riqueza que yo veía cuando era chica, ha desparecido. Hace unos años, si se recorrían las playas después de un temporal se podían encontrar estrellas de mar vivas, una de ellas muy conocida, la Estrella de Capitán, pero ahora eso no sucede”, con la estrella y con ninguna otra especie.
La pérdida es irrecuperable, “cada especie tienen su lugar en la cadena trófica y su razón de ser. Hay gente que se pregunta ‘¿y para qué sirve tal cosa?’, y no es así. Existen y los humanos no podemos darnos el lujo de definir si tal especie sirve o no sirve”.
“Vivir de los caracoles”
Sobre el final de una larga charla que incluyó mucho más de lo que el espacio permite para un artículo periodístico, Maytía dijo –como si fuera un mensaje para los más jóvenes que gustan de la ciencia, pero dudan si será un lugar donde podrán desarrollar con plenitud todo su potencial y a través del cual vivir– que “cuando uno tiene interés verdadero, siempre encuentra el camino”.
“Yo empecé en el año 1966, haciendo mi carrera. Todos los días viajaba en el tren desde Canelones, que no era como el tren de UPM que vemos pasar ahora. Y cuando nos fuimos a casar, mi padre me pregunta si íbamos a vivir de los caracoles. El hecho es que uno siempre encuentra su lugar y se conecta”.
Cabe precisar que el joven novio y posterior esposo de Mytía fue Víctor Scarabino, que luego se convirtiera en un importante biólogo marino y malacólogo uruguayo de trayectoria internacional, fallecido en 2020.
“Yo siempre decía a mis alumnos –continuó la entrevistada– que si hay un congreso acá o en Brasil hay que ir, porque son importantes las relaciones y las personas que se van conociendo. Lo mismo vale para la música y cualquier otra actividad, así que el mensaje para los jóvenes que se quieren dedicar a la ciencia es positivo”.
Fabrizio Scarabino
Consultada sobre su hijo Fabrizio Scarabino, también científico que integró el equipo en el Falkor, dijo que su inclinación por los temas científicos comenzó desde muy joven.
Posee una maestría en manejo costero sustentable, es docente en el CURE (Centro Universitario Regional del Este de la Universidad de la República) y se desempeña como investigador en el Museo Nacional de Historia Natural, donde se expone material único que se extrajo en la expedición del Falkor.
Como dato curioso, hace 40 años, Víctor Scarabino, padre de Fabrizio, obtuvo un trozo de gusano que fue llevado al Museo Nacional Smithsonian de Historia Natural (Washington), y en la expedición en el Falkor encontró tres ejemplares vivos de esa especie de gusano que no tiene tubo digestivo porque vive en zonas donde hay bacterias, a más de 3000 metros de profundidad, sin luz solar y sin fotosíntesis.
Esos ejemplares están expuestos en el Museo Nacional de Historia Natural, en Miguelete 1825 (Montevideo), donde era la cárcel, y van a estar allí hasta el 24 de octubre para todo el que quiera visitar.