Fundado en los años 50, el Centro de Industriales Azucareros del Uruguay busca preservar la industria azucarera nacional, hoy reducida a ALUR y Azucarlito. El director de la gremial y de Azucarlito, Miguel Fraschini, dialogó con La Mañana acerca de las causas que llevaron al cierre de otras fábricas y defendió la calidad del azúcar local. A su vez, remarcó la importancia de generar una sinergia con la industria alimenticia y de combatir el contrabando y las importaciones desleales.
¿Cómo fue la fundación del Centro de Industriales Azucareros?
El Centro de Industriales Azucareros es muy antiguo, data de los años 50, época del boom de las inversiones industriales en azúcar en Uruguay que se hicieron a partir de la iniciativa del gobierno de aquel momento para sustituir las importaciones de azúcar refinado, que era el segundo rubro de importación después del petróleo. Se construyeron cinco o seis fábricas que fueron las fundadoras del centro azucarero, que perdura hasta el día de hoy, integrado por las únicas dos empresas en actividad que hay, que son ALUR y Azucarlito.
¿A qué se atribuye el cierre de las otras fábricas?
Se atribuye a que la producción de azúcar en Uruguay con materia prima local no es genuinamente competitiva a nivel mundial, o sea que sobrevivió mientras había una protección arancelaria y un estímulo del gobierno para la instalación de fábricas de azúcar. Con el gobierno militar empezaron a haber orientaciones de la economía más aperturistas y ese proceso se profundizó más con la entrada de Uruguay al Mercosur. Sin protección, la industria nacional de azúcar no puede subsistir, entonces las fábricas fueron cerrando. Por eso hoy queda ALUR, que es un proyecto apadrinado por Ancap y por el Estado uruguayo porque la zona norte del país es muy pobre y necesita una fuente de trabajo como esta; y Azucarlito, que subsiste porque es una refinería de azúcar crudo importado, producido en Brasil o Argentina, o sea, hacemos un proceso que es bastante más pequeño que producir el azúcar con materia prima nacional.
¿Cuál es la misión de la institución actualmente?
La misión es justamente cuidar lo que queda de la industria nacional azucarera, hacer que la competencia sea lo más leal y justa posible, tratar de que tenga sinergia con la industria alimenticia y preservar los puestos de trabajo que se siguen generando en el sector tanto en Bella Unión como en Paysandú. El cometido es mantener las marcas en el mercado, que son Bella Unión y Azucarlito, mantener cierto orden en el mercado del azúcar y preservar las empresas en actividad por el impacto que representa en las economías de sus respectivas localidades. El objetivo de este proceso es asegurar que las reglas de juego que están pautadas por el sector se cumplan, que no haya desvíos y que no haya importaciones fraudulentas de azúcar refinado de los países vecinos.
¿Cuál es la importancia de proteger la industria nacional frente a los productos importados?
Es muy importante porque son fábricas que tienen fuerte integración y derrame económico en sus localidades, y que permiten que haya un estándar de calidad de azúcar bastante mejor en Uruguay que en los países vecinos. Es conocido que el azúcar refinado en nuestro mercado es de mayor calidad que el de los países vecinos, porque los países que son productores históricos, como Brasil y Argentina, dedican su mejor calidad a la exportación y al mercado doméstico le dan lo que sobra, azúcar de inferior calidad. Uruguay, que fue históricamente un país importador de azúcar, se fijó un estándar más exigente, similar al de Europa y Estados Unidos.
Mencionaba la misión de generar una sinergia con la industria alimenticia. ¿Cuáles son las claves de lograr ese objetivo?
Es fundamental la integración con la industria alimenticia nacional. Sobre todo, después de la pandemia quedó en evidencia la importancia de tener un productor local que mantiene el inventario, que tiene tiempos de entrega ágiles, que puede personalizar el producto a la medida de las particulares necesidades de cada cliente industrial. La mayoría de las industrias alimenticias más importantes de Uruguay compran azúcar local. Por más que compite con la importada y se podría traer azúcar sin aranceles, sin impuestos de los países vecinos, prefieren comprar azúcar nuestra porque es de mayor calidad, porque entregamos de forma ágil, porque cumplimos requisitos de calidad y damos mejor respuesta. A esto se suma que muchas más multinacionales hoy tienen en sus políticas el concepto de economía circular, de derramar recursos en la industria local. La industria nacional se debe ayudar mutuamente, porque si dejamos que todo esté inundado de productos importados, nos empobrecemos como economía.
¿Qué papel juega el centro en la promoción de la industria nacional del azúcar?
El centro participa en la Cámara Industrial de Alimentos (Ciali), que también forma parte de la Cámara de Industrias (CIU), que es el principal ámbito donde podemos levantar la voz y hacer que nuestros derechos sean escuchados y se cumplan y se pueda pelear por nuestras preocupaciones.
¿Cuáles son esas preocupaciones?
Básicamente, es cuando hay contrabando, cuando hay informalidad, cuando la gente del mercado no cumple las reglas y desvía productos de uso industrial al consumo doméstico, no cumpliendo con las normas de bromatología, cuando se importa un producto para comercializar y no cumple los requisitos de etiquetado o regulado. También cuando las cadenas de supermercados tienen prácticas monopólicas o de concentración de poder y no respetan la industria local, y cuando el productor local se ve en inferioridad de condiciones para competir con un producto importado porque la cadena de supermercados entiende más conveniente traerlo. En esos casos nosotros levantamos la voz en la CIU para ser escuchados por las autoridades.
¿Cuáles son los principales desafíos hacia el futuro para esta industria?
En Uruguay se consumen unas 100.000 toneladas de azúcar. ALUR, en Bella Unión, produce 20.000, y Azucarlito está importando y refinando aproximadamente 50.000, o sea que hay unas 30.000 toneladas que se siguen trayendo importadas de los países vecinos, básicamente, para la industria alimenticia. Es azúcar de inferior calidad, pero lo hacen por el precio. Y nosotros estamos dando la pelea para brindar la mejor calidad al mejor precio posible a esa industria nacional que todavía no nos compra, así que hay 30.000 toneladas para crecer. Hay margen para lograr que el trabajo uruguayo se defienda mejor y podamos refinar ese azúcar en nuestras instalaciones. Ese es el principal desafío, que no se nos meta el azúcar importado sin valor agregado, y poder agregar valor al producto en sinergia con toda la industria alimenticia nacional.
Nuestra empresa, Azucarlito, también ha hecho algunas experiencias de exportación. Hemos estado exportando a Chile, que es el mercado importador más próximo que tenemos y por suerte es un país que exige bastante calidad. Estamos empeñados en exportar azúcar refinado de buena calidad al mundo. Tenemos materia prima, que es azúcar crudo, a precios competitivos, especialmente de Argentina, que es el que nos queda más cerquita y nos genera menores costos de aprovisionamiento. Estamos empeñados en aprovechar esta coyuntura que hay hoy, que Argentina tiene excedentes de crudo, para agregarle valor y exportarlo al mundo. Para eso estamos requiriendo algunas inversiones que tornen a nuestra refinería más competitiva a nivel mundial. Hemos mejorado muchísimo nuestra eficiencia y tenemos la virtud de operar 100% con energía renovable.