Es la autora del libro La voz de los tiempos y creadora de un singular método en el que basa sus cursos a los que han acudido comunicadores, políticos, actores y profesionales, durante muchos años. Su voz “aterciopelada y seductora” le hizo ganar notoriedad durante años de radio en el programa Nocturno, en Sarandí. En entrevista con La Mañana, María del Carmen Núñez reflexionó sobre la génesis de la comunicación y los cambios culturales que definen esta época.
Durante su juventud tuvo que lidiar con la timidez y eso la marcó. ¿Cómo impactó en su vida?
Nací en el barrio La Mondiola y tuve una infancia feliz. El tema de la timidez fue cuando me mudé a Malvín y empecé en la escuela experimental. Allí había una profesora que en lugar de ayudar y buscar qué me pasaba era muy estricta. Eso hizo que me quedaran algunas huellas. Yo le llamo las huellas que quedan en la voz. A veces hay heridas muy importantes, por ejemplo, en este caso, el hecho de que una docente no atienda determinadas cosas. La figura de la maestra es muy importante.
Pero siempre tenés alguien que te rescata en el mundo, eso es maravilloso, y tuve otra docente que fue la que reconoció determinados valores en mí y me empujó a superarlo. Mi tía le decía a mi mamá que era muy de marcar lo que le disgustaba, “ya vas a ver lo que va a ser Mela cuando sea más grande”. Yo recuerdo de niña escuchar a esa señora más grande que ponía su confianza en mí.
¿Reconoce esto en sus pacientes?
Es un tema que se da mucho en los uruguayos. Hay una gran cantidad de gente que llega a mi consultorio no habiendo sido reconocido, querido o valorado. ¿Por qué perdemos tanta gente que se va para el exterior? ¿Qué es lo que pasa que se tienen que ir para ser reconocidos en otros países?
¿No se atiende suficientemente a la comunicación en los primeros años de las personas?
Creo que no es suficiente, por lo pronto con esta mirada. Por ahí si el niño tiene una dislalia, pronunciando mal la erre, o la tartamudez, lo que se consideran patologías, ahí sí. Pero no esto de la timidez, donde entran otras cosas que tienen que ver con las emociones, con lo afectivo-emocional y lo psicológico. Y después hacer un seguimiento. En nuestro país, los niños y los viejos no están atendidos como correspondería. Son los grandes olvidados y se cometen muchas injusticias.
La comunicación está presente en todo momento, incluso antes de la concepción. Hay investigadores que señalan que la palabra es capaz de modificar el ADN. ¡Eso es tan inmenso! Cuando el feto está en el vientre percibe todo. Hay que atender mucho más a esto porque de alguna manera se construye desde allí la sociedad, el país y el mundo. Sobre todo, cuando la violencia en la comunicación parece ser cada vez más importante y lo que esto genera en la salud de las personas.
En su libro cuenta que pensó ser maestra y también monja, aunque decidió adentrarse en el periodismo. ¿Cómo se forjó ese camino?
Fui a colegio religioso, mis padres eran católicos y yo soy católica. Quería ser maestra porque se ve que por lo que había vivido quería reivindicar algunas cosas y también monja porque yo creo que estaba influenciada por esa educación. Con el paso del tiempo las cosas se fueron dando un poco por casualidad. Nunca dije “voy a ser periodista o locutora”. No hay que olvidarse que era la prehistoria (risas), en lo que hace a la radio y la televisión que cuando era chica no existía. En mi casa se escuchaba mucha música y se estaba siempre informado a través del diario.
Comenzó a hacer radio en Paysandú, desde muy joven. ¿Qué recuerda de esa etapa?
Hice una especie de huida de mi familia y me fui a Paysandú con mi hijo. Comencé a buscar trabajo y un día voy a una radio donde estaba Barthaburu, el sonidista de los Iracundos, que me dijo “tu tenés muy buena voz”. Quedé en la radio CW35 Radio Paysandú, lo que agradezco porque fue otra cosa importante en la vida.
Tenía un susto que no te puedo decir. Me pusieron a hacer el refrito de las noticias de Montevideo, más las noticias locales. Cuando fallece mi hijo yo vengo con cartas de recomendación a Montevideo, en un estado difícil que me llevó mucho tiempo para recuperarme. Ahí una amiga que me vio mal me llevó a la Aduana de Oribe a tirar con arco y flecha. Eso hizo que, un día, el periodista Jorge Mederos, en ese momento un conocido periodista de Radio Nacional, fue a hacer una nota. A partir de ahí estuve trabajando con él y luego a radio El Espectador. Pero lo más importante de mi carrera fue en radio Sarandí.
Con el programa Nocturno en Sarandí logró renombre, era conocida como “La voz de la noche”. ¿Qué experiencia le dejó ese programa?
Eso fue impresionante, me desbordó. Entré en la fama sin anestesia (risas). El programa iba desde la hora 00 a las 06 de la mañana y fueron como seis años. Conversaba con la gente, personas que estaban en un sanatorio, policías o vigilantes nocturnos, estudiantes de arquitectura y toda la gente que vive de la noche, porque hay mucha gente que vive de noche y no de día.
Yo tenía una voz que llamaba muchísimo la atención, una voz como aterciopelada y seductora. En la calle me reconocían hablando en un teléfono monedero y hasta un inspector de tránsito cuando le hablé se empezó a sonreír y me perdonó porque me reconoció. Igual nunca me la creí demasiado, le di el justo valor y nada más.
Luego seguí con otros programas en los medios, pero hay que recordar que en ese tiempo no existía la carrera de ciencias de la comunicación. En aquel momento, ocurría que los periodistas de más experiencia acompañaban o hacían de guía a los nuevos. Solo se requería tener una buena voz.
¿Qué le motivó a estudiar fonoaudiología?
Sentí que había un hueco, que necesitaba algo además que me acredite. Primero tuve la suerte de ganar una beca en radio Sarandí para ir a estudiar con comunicadores latinoamericanos en Argentina. Ahí me conecté, por primera vez, con foniatras, que acá son los médicos especializados en la voz y todas las patologías. Cuando volví estaba por cerrar el periodo de inscripción de carreras y entré en la Escuela de Tecnología Médica del Hospital de Clínicas. En ese momento, había poca gente y yo que venía de la comunicación era como un bicho raro.
Tomé contacto con el doctor José Blasiak que tenía un aparato, en ese momento, que era el fibro-laringo-estroboscopio. A través de un cablecito por dentro se me filmó mientras hice una obra de teatro, eso en ese tiempo era muy loco. Me pareció que era un trabajo de investigación precioso. Esto me llevó a hacer cursos de otro tipo como Gestalt y Bioenergética. También me llamó la atención el arte, la expresión corporal. Aprendí mucho de todos esos lenguajes y más que nada me dediqué a la gente que tiene que comunicarse con otros profesionalmente.
En el libro señala que hay un recorrido de la persona que va desde el grito primal en el nacimiento hasta el hálito final. ¿Qué se puede aprender de ello?
Sobre esto hay mucho para investigar y varias observaciones las llevo a mi consultorio. Me da la sensación que todavía no se entienden determinadas cosas. Hay una influencia a través de la voz, aunque puede haber muchas otras, ya desde el momento de la concepción. Por supuesto, todos los órganos se van desarrollando y las cuerdas vocales lo hacen desde el tercer mes del feto. Luego la audición, porque la persona integra los sonidos cuando es capaz de escuchar.
El niño llora cuando nace, algunas veces no. Antiguamente, se les pegaba en la cola para que ese niño hiciera el esfuerzo de llorar. Se habla poco de estos temas. Algo nos dice esa voz cuando nace. Yo no me dediqué a esa parte, pero se ha investigado que se pueden reconocer ciertas patologías ya en el llanto. Considero que se puede aprender mucho de estudiar esos dos extremos, el del grito primal y el del suspiro final.
Hay una frase que escribe que dice “la voz es uno de los sintetizadores del ser”, ¿puede desarrollar esta idea?
Es como las huellas digitales. En cada persona la voz se va desarrollando en función de los contextos. Hay aspectos que tienen que ver con el cuerpo, la mente, la historia personal, la forma de vincularse y hasta lo intelectual. Yo nunca pongo límites a una persona. Trabajé con una chica con síndrome de down y ella hizo un trabajo precioso a su medida, porque soñaba con ser locutora y periodista. Otra chica que tenía algún retraso tenía la voz más dulce que escuché en mi vida.
Pero la voz nos dice muchas cosas de la persona. Hago mucho hincapié en la identidad vocal de las personas. La mayor parte de los que vienen a mi consultorio dicen que no les gusta su voz o su forma de hablar. La persona tiene que conocerse, aceptarse, quererse y crecer a partir de eso.
¿Por qué uno de los mayores miedos de la gente es hablar en público?
Realmente ocurre así, aunque ahora hay como una desfachatez. Creo que alguna gente quiso desmitificar eso tan estricto respecto de la voz o del discurso, entonces no importa si habla bien, si estás bien vestido, cuanto más despeinado mejor, etc. Los tiempos cambian también. Todo aquello de la oratoria me parece tan viejo como las galeras o las dirigencias. Es cierto que antes había como un miedo a la autoridad. Y lo otro es que somos un país chiquito y eso lo sentimos de alguna forma. Si nos comparás con los argentinos o brasileños tienen otra soltura, aunque capaz que si van a Rusia o Alemania se sienten más chiquitos.
Siempre se nos tildó a los uruguayos de tímidos, de vestirnos de gris, de que nos costaba mucho confrontar con las otras personas. Yo cambio el concepto del miedo por el del disfrute o placer de hablar con nuestros semejantes. Cuando tenemos miedo nos enfermamos y empiezan a funcionar mal muchas cosas en nuestra mente y cuerpo.
¿Cuál sería la identidad vocal de Uruguay si fuera una persona?
Creo que estaría como dividida, según las edades. Pero en principio el uruguayo piensa mucho, no es impulsivo. Eso es importante porque va creando una forma de presentarse en el mundo más segura y eso es muy apreciado. Las voces ahora cambiaron, antes eran muy graves, ahora son más matizadas. Capaz que es una voz que le falta un poquito de presencia, le cuesta pisar y hablar fuerte, que tampoco es gritar.
¿Tenemos problemas para comunicarnos hoy?
Una cosa importante que aprendí este año, porque no lo había mirado tan así antes, es la escucha en los seres humanos. Tenemos dificultades para escucharnos. Dedicar tiempo, intercambiar. También es cierto que hay un problema cuando se habla sin articular, sin proyectar o cuando se habla muy poco. Trabajo con adolescentes y yo no sé hasta dónde la velocidad a la que vamos y el tema de los celulares, computadora, etc., puede estar provocando una dificultad. Pero algo está causando determinada ruptura.
Montones de abuelas me piden que les enseñe a hablar a los nietos porque no les entienden. En algunos casos los jóvenes como que se aíslan y en otros el burnout también puede suceder. Lo que yo aconsejaría es que los padres cuando ven algo que no es correcto en sus hijos, más allá de los cambios que hay, que hagan la consulta. Y también a los adultos que nos pasan esas cosas. Creo que el tema comunicación debería ser estudiado, todavía, más allá de las universidades como una carrera, porque es esencial como elemento para la paz mundial.
¿Y el trabajo en los medios de comunicación?
Quisiera hacer una crítica constructiva. Muchas veces se les echa la culpa a los comunicadores y hay que pensar en los lugares de formación o también en los permisionarios de los medios. ¿Quiénes son? Yo me acuerdo que una de las últimas reuniones que tuve en una radio nos decían que el periodista ya no podía ser serio, que tenía que ser divertido. Que no importaba la cultura y sí el posicionamiento de los productos. Ahí fue cuando me dije “¿qué estoy haciendo yo acá?”.
No es que esté en contra de las evoluciones, pero hay distintas formas. Y en esto creo que afinar las miradas. Me extraña que acá no haya congresos de comunicación, donde nos encontremos y veamos qué está pasando en otras partes del mundo. Están sucediendo cambios muy importantes.
Desarrolló un método llamado S.O.G.: totalidad integrada e integradora. ¿Cómo surgió?
En el momento que estaba estudiando fonoaudiología no había nada sobre esto. En aquel tiempo se usaba que se copiaba, por ejemplo, la voz de Berch Rupenián o mucho también la falsa impostación. A mí me pidieron que escuchara la voz de una locutora argentina y que le copiara, pero yo como soy medio rebelde dije “no voy a copiar la voz de nadie” porque quería tener mi voz. Ahí empiezo mis propias investigaciones.
Hasta ese momento se estudiaba el tema del canto, con muchos libros sobre eso, pero muy poco sobre locución. ¿Qué elementos integran la voz? Está el tono, que estaba super estudiado. Las velocidades, prácticamente nada estudiada. Y la intensidad. Empiezo a ver que si los mezclo se produce determinada voz. Nosotros en el habla espontánea estamos aplicando determinada voz, porque no se habla igual en un velorio que reunido con amigos tomando una cerveza, por ejemplo. Cuando las personas toman contacto con su tono, su velocidad e intensidad, es cuando su voz empieza a tomar otros colores y vida. Y también para curar. Creo que con este método yo contribuí a la fonoaudiología.
Incursionó también en el standup, ¿qué le aportó?
Me invitó un exalumno que fue el primero que trajo el standup a Uruguay. Yo al principio tenía mucho prejuicio porque dicen malas palabras, etc. Éramos como veinte, algunos médicos, otros psicólogos, que lo tomaban también como una forma de superar vergüenzas en algunos casos. Descubrí que el standup tenía las mismas consignas o principios que la Gestalt. También pasé por la experiencia del teatro y un poquito del cine.
¿Qué proyectos tiene para adelante?
Estoy en una etapa diferente de mi vida en estos momentos. Cuando cumplí 72 años sentí como algo raro, no sé si por la pandemia o que coincidió cuando me recibí de coach. Voy a seguir con lo que amo que es lo referido a la voz y el discurso. Pero siento que me voy a dedicar a los niños este año, tengo intenciones de vincularme con alguna institución y también a las personas mayores. A veces nos falta ser creativos, porque las cosas no surgen solo con dinero, sino también con creatividad. Por otra parte, lamento no poder viajar, pero creo que en algún momento iré a España, de donde vinieron mis cuatro abuelos.
Una hipótesis sobre Gardel y los zorzales
María del Carmen cuenta que su papá escuchaba tangos todo el día. “Yo soy muy mala cantando, pero creo que lo único que podría cantar es tango, aunque nunca me lo propuse”. En una edición del ya tradicional Día del Patrimonio, en 2013, le tocó narrar un cuento sobre Carlos Gardel, y luego eso le llevó a investigar más el “zorzal criollo”. Un día, en Malvín, cuenta que sintió precisamente el canto de un zorzal. “Me enteré luego que su madre iba embarazada de él a la estancia Santa Blanca en Tacuarembó, donde había muchos zorzales, que tienen la característica que si se les silba copian el sonido”, explicó. De esta manera, incluso podrían aportarse más pruebas sobre su lugar de nacimiento. “Se me ocurrió, con parte de realidad y fantasía, estudiar el canto de los zorzales y el canto de Gardel e intentar descubrir la identidad vocal, porque los zorzales son distintos en cada país, pero deberíamos tener registros de los zorzales de esa época”, agregó. Amigos músicos y neonatólogos se interesaron en esta posibilidad.
“No es que Gardel cantara como el zorzal, sino que simplemente todos esos sonidos, hoy sabemos, son tan importantes para el feto”, dijo el músico y compositor Gustavo Ripa. “Si uno hace un estudio de análisis espectral de los componentes de cada voz, de cada persona, lo más maravilloso es que cada persona es única en toda la historia de la especie”, subrayó, por su parte, el músico y doctor Daniel Drexler.
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