Cada año, unas 720.000 personas mueren a causa del suicidio, lo que equivale a casi 2000 por día. Más de la mitad de los casos ocurren antes de los 50 años. En la franja de 15 a 29 años, es la tercera causa de muerte, y la segunda entre mujeres jóvenes. El 73% de los suicidios se produce en países de ingresos bajos y medios, aunque las naciones ricas también enfrentan este desafío: en Estados Unidos, la tasa actual supera en un tercio la del año 2000. El suicidio y los trastornos mentales vinculados al sufrimiento emocional profundo son problemas graves y poco visibilizados a nivel mundial.
En Uruguay, el suicidio es una prioridad sanitaria. La tasa actual es de 21,35 por cada 100.000 habitantes, con una leve baja respecto al pico de 2022 (23,2), aunque la tendencia desde el año 2000 sigue en ascenso. Los hombres tienen tres veces más probabilidad de suicidarse que las mujeres. Las tasas más altas se registran en adultos mayores (85-89 años: 38,2) y jóvenes de 20-24 años (33,2). Los intentos de autoeliminación aumentaron a 161,74 por 100.000, desde 132,42 en 2023, con mayor prevalencia en mujeres y adolescentes (15-19 y 20-24 años). La tasa media mundial de suicidios es de 9,1/100.000 habitantes.
Debido a que en nuestro país el Parlamento acaba de aprobar la eutanasia, es más necesario que nunca atender a la prevención de este problema por el posible efecto contagio: y es que la legitimación social y mediática de la muerte asistida puede normalizar la idea de terminar con la vida en contextos de sufrimiento. Sobre todo, puede alentar a grupos vulnerables a recurrir a métodos no asistidos.
Por otra parte, la patética señal que ha dado el Parlamento uruguayo sobre el valor social de la vida de poblaciones frágiles –ancianos, enfermos crónicos, discapacitados, etc.– puede reducir la percepción de protección social, aumentar sensación de carga en personas vulnerables y favorecer las tendencias suicidas.
Todo esto viene a cuento porque en el marco del Año Santo 2025, “El Video del Papa”, que invita a los católicos a rezar por sus intenciones, ha informado que la intención del papa León XIV para noviembre consiste en rezar, precisamente, por la prevención del suicidio. La oración dice así:
“Oremos para que las personas que están combatiendo con pensamientos suicidas encuentren en su comunidad el apoyo, el cuidado y el amor que necesitan y se abran a la belleza de la vida”.
Y pide específicamente que las comunidades “sean capaces de acoger, escuchar y acompañar a quienes sufren; tengan un corazón atento y compasivo, capaz de ofrecer consuelo y apoyo, también a través de la ayuda profesional necesaria; sepan estar cerca con respeto y ternura, ayudando a sanar heridas, crear lazos y abrir horizontes”.
El Catecismo de la Iglesia Católica (nn. 2280–2283) afirma que el suicidio contradice el amor a uno mismo, a los demás y a Dios, pero reconoce que trastornos psíquicos graves pueden atenuar la responsabilidad personal. Por eso, invita a confiar en la misericordia divina y a orar por quienes han muerto por esta causa.
Confirmando la atención que la Iglesia presta a estos temas, cabe apuntar que del 5 al 7 de noviembre se desarrolló el Congreso Internacional de Ministros Católicos para la Salud Mental, patrocinado por la Pontificia Academia pro Vita. Participaron agentes pastorales de todo el mundo para reflexionar sobre cómo acompañar a personas con depresión, dolor profundo y riesgo suicida, pues es obvio que incluso los creyentes pueden perder la esperanza o padecer enfermedades que los induzcan al suicidio.
Sin embargo, hay indicios de una posible asociación entre mayor religiosidad y menores tasas de suicidio. Si bien esta correlación podría deberse entre otras razones a la existencia de redes comunitarias que desalientan el suicidio o facilitan el acceso a ayuda profesional, lo cierto es que la religión da sentido a la vida. En El hombre en busca de sentido, Viktor Frankl confirma y demuestra aquello de que “quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo”. Y vaya si la religión da un porqué…
Precisamente por eso, y para reforzar la intención del papa, proponemos a los orientales pedir en estos días a la Virgen de los Treinta y Tres por la conversión a Cristo del pueblo oriental, por la buena formación católica de niños y jóvenes, y por el florecimiento de las vocaciones sacerdotales, religiosas y laicales en nuestra patria.




















































