Adolfo Garcé dijo que los “frenteamplistas de corazón” probablemente “estén mirando con cierta sorpresa este gobierno tan cauteloso”. En diálogo con La Mañana, el politólogo sostuvo que la administración de Yamandú Orsi “arrancó con un ritmo distinto y con un timing diferente”.
¿Cuál es la evaluación que realiza del funcionamiento del gobierno, lo cual se ha plasmado un poco en la Ley de Presupuesto?
Es un gobierno diferente a la tradición de los gobiernos uruguayos de la postdictadura y diferente a lo que la mayoría de los frenteamplistas esperaban. Es diferente a lo que es la tradición porque desde el 1985 los gobiernos aceleran con su agenda fuertemente en el primer año. Enuncian claramente sus propósitos, muestran su ambición y han sido gobiernos ambiciosos. Los más jóvenes pueden tener presente que el gobierno de Lacalle Pou empezó muy fuerte con su agenda. A pesar de la pandemia, presentó la Ley de Urgente Consideración y todo su paquete de reformas. Y hacia atrás podemos ver la primera presidencia de Tabaré Vázquez, la de Mujica o Jorge Batlle, cuando este planteó de entrada las reformas que quería hacer y la Comisión para la Paz. El gobierno de Lacalle Herrera tuvo los primeros dos años muy enérgicos, con el ajuste macroeconómico, más un paquete de reformas neoliberales. Y este gobierno actual, de Yamandú Orsi, es muy distinto. Arranca muy lentamente, como tomándose un tiempo. Si tuviera que decir, lo más arriesgado que hizo el gobierno fue bajar las expectativas. Instaló que no hay plata, cosa que es cierta, y elaboró planes como el de seguridad o lanzó el diálogo social. Pero es un gobierno que no empezó con la energía característica de lo que indican los manuales. Los manuales de ciencia política dicen que en los gobiernos presidencialistas con mandato fijo los primeros 100 días son clave. Este no es el caso.
Desde esta perspectiva, ¿qué se puede esperar de este gobierno y cuándo puede realmente hacer un cambio para cumplir con las expectativas?
El gobierno no es que esté cruzado de brazos. No hay que pensar que lo que no se hace en los primeros seis meses o en un año no se hace definitivamente. A mí me gusta poner la metáfora de ver a Orsi como un corredor de maratones y no de 100 metros llanos. Sabe que tiene cinco años y el secretario de Presidencia, Alejandro Sánchez, hace meses atrás, cuando se cuestionaba mucho el ritmo del gobierno, dijo: “No nos importan los primeros 100 días. Lo que nos importan son los últimos 100 días”. O sea, cómo cruzar la meta cuando llegue el momento de la próxima elección. No es un gobierno que no tenga agenda, sino que arrancó con un ritmo distinto y con un timing diferente. Ahora es muy pronto para hacer un juicio del gobierno en general y simplemente uno lo que puede decir es que arrancó distinto.
¿Y cómo observa que tomó el Frente Amplio este ritmo del gobierno?
Una cosa es el tono de Frente Amplio entre el 2020 y el 2023. En ese momento existía la crítica de “está el gobierno de Lacalle Pou haciendo todo mal”, con la transformación educativa, la seguridad, el atraso cambiario, la austeridad. Eso fue lo que los frenteamplistas escucharon durante tres años o cuatro. Pero ese discurso empezó a cambiar en la campaña electoral, cuando pasamos del tono de Fernando Pereira al de Yamandú Orsi, que fue “paz y amor”. Esa actitud me hizo acordar a Lula da Silva en su campaña de 2001-2002. Pasamos entonces de Fernando Pereira con el cuchillo entre los dientes a Orsi y su mensaje de “paz y amor”. Y ahora el tono del gobierno se plasma con políticas impactantemente centristas y ese es el tono de este Presupuesto. Ahí se marca que lo importante es equilibrar las cuentas y llegar dentro de cuatro años a bajar el déficit fiscal. Yo sospecho, y la única evidencia que tengo es una reunión del pasado fin de semana de los frenteamplistas enojados, que algo tiene que estar pasando en el electorado del Frente Amplio. Se pasa de un tono al otro y además hay mucho más continuismo que cambio. Esto tanto en política de seguridad como económica. Quizás el cambio más importante sea en la política laboral. Pero incluso en tema de relaciones internacionales también prevalece la prudencia.
Las últimas encuestas revelan que el presidente Orsi tiene un apoyo muy relevante entre los votantes del Frente Amplio. ¿Como interpreta esto?
Creo el dato más importante es que Orsi tiene niveles de apoyo que no son extraordinarios. Valoró mucho su tono conciliador y negociador, en un mundo que está crispado, polarizado, enfrentado. A veces capaz que no nos damos cuenta de todo lo que eso vale. Si uno mira a Trump, lo que pasa en Brasil, en Argentina y en Europa, podemos decir: “¡Qué suerte tener un presidente con capacidad de diálogo, que en lugar de enojarse con la oposición se sienta y charla!”. Y eso es espectacular. En este contexto, por ahora la mayoría de los frentistas igualmente aprueban su gestión, unos siete de cada diez. No es poco. Pero quisiera saber si le preguntan a los frentistas qué piensan en general del gobierno, porque una cosa es valoración del presidente y otra cosa es la valoración de la gestión del gobierno.
Pero cuando se habla de frentistas, no son todos los que votaron al gobierno.
Sabemos que el 60% de la gente en el país tiene una identidad partidaria, que en términos comparativos con otros países es muchísimo. Del 43% que votó a Orsi en primera vuelta, la mitad son frenteamplistas de corazón. La otra mitad votaron a Orsi sin ser frenteamplistas. Por lo tanto, hay un núcleo duro de frenteamplistas que es más o menos la cuarta parte de la población. Esos son los que probablemente estén mirando con cierta sorpresa este gobierno tan cauteloso.
En referencia al Presupuesto, ¿cómo lo observa en medio de este panorama que describe?
La principal sorpresa es lo que pasa con la educación. Si hay algo en lo que Frente insistió siempre es en el 6+1 del PIB. En el 2005, a esta altura del tratamiento presupuestal, casi renuncia Daniel Astori ya que no estaba claro que se fuera a cumplir con el 4,5%. Y estaba escrito en el programa del Frente Amplio. Ahora se habla del 6% y el presupuesto para la educación está lejísimo de eso, tanto para la Universidad como para la innovación. Si algo donde el Frente ha insistido, con toda razón, es la importancia de avanzar en el presupuesto asignado a innovación y desarrollo. Claro que si uno se pone en los zapatos del ministro de Economía, Gabriel Oddone, entiende que magia no puede hacer, ya que se encontró con más restricciones presupuestales de las que conocía. Eso es cierto. También es cierto que si eres un partido de izquierda no puedes hacer una campaña electoral diciendo que no vas a subir los impuestos. No tiene sentido. Las izquierdas en el mundo dicen: “Vamos a gastar más y el dinero lo vamos a sacar de aquí y de allá”, y generalmente dicen que de los más ricos. Y las derechas en el mundo lo que dicen es: “Vamos a gastar menos y vamos a bajar los impuestos”. Esa es la lógica, ese es el ABC de la democracia.
Pero acá, ya hizo esta promesa rara. Lacalle Pou en 2019 dijo: “No voy a subir los impuestos, voy a mantener la política social y voy a bajar el déficit fiscal”. Era una promesa que no se podía sostener y no se sostuvo. Y ahora el Frente hace lo mismo. Gana la elección prometiendo que no va a haber más impuestos y que va a aumentar el gasto. Eso no se sostiene, no cierra. Y llegado el momento aparecen los cambios tributarios, de los cuales el único anunciado en la campaña electoral fue el de la adecuación de Uruguay al régimen del impuesto mínimo global.
¿Cómo está observando el accionar de la oposición?
Lo más nuevo de la oposición es la escisión de Cabildo Abierto. A pesar de diferencias internas en el Partido Colorado y el Partido nacional, están trabajando juntos y de hecho han instalado esa mesa coordinadora junto al Partido Independiente. A Cabildo lo observo como el principal socio del Frente Amplio en materia de gobernabilidad. Eso es lo más sorprendente y es una gran sorpresa seguramente para los propios frenteamplistas. Hace cinco o seis años atrás veían a Cabildo como prácticamente un peligro para la democracia. En el resto de la oposición, se ve a Vamos Uruguay del Partido Colorado como el sector más dispuesto a negociar y a reflexionar sobre las posturas del gobierno y que hace las críticas menos estentóreas. Pero, después, hay una oposición sistemática, sobre todo en la lista 40 del Partido Nacional. Es criticar sistemáticamente pagándole al Frente Amplio con la misma moneda, con un estilo Fernando Pereira.