Hace unos días, UNICEF publicó un informe titulado “Herramientas de verificación de edad y derechos de los niños[1] en la red en todo el mundo”[2]. La versión disponible en la web es la segunda, pues la primera, más explícita, generó bastante polémica.
UNICEF asegura que dicho documento no representa la posición oficial del organismo sobre los temas tratados y que los puntos de vista expresados no necesariamente coinciden con los de UNICEF. Solo se publica para generar un debate en torno al tema.
El documento está escrito“desde una perspectiva de derechos”, y procura buscar un equilibrio entre el derecho de los niños a la privacidad, la libertad de expresión e información, los juegos, la educación, etc. y su derecho a estar protegidos en línea de la pornografía, la explotación, el abuso sexual, la violencia y demás contenidos inconvenientes.
Una de las razones que se dan para buscar ese equilibrio entre derechos, es que algunos adolescentes maduran antes. Y si no se les permite el acceso a determinados sitios web se podría estar violando sus derechos. Los autores del documento no querrían “excluir a los niños de la información sobre salud sexual y reproductiva en línea” ni de los “recursos para la educación LGBTQ”, que podría “clasificarse como pornografía en algunos contextos”, ni “negar a los niños el acceso a materiales educativos vitales sobre la sexualidad”.
Claro que hay que proteger los derechos de los niños. Pero una buena protección, más que un equilibrio entre derechos, requiere establecer prioridades según un orden jerárquico. De acuerdo con el Principio 2 de la Declaración de los Derechos del Niño, al promulgar leyes, “la consideración fundamental a que se atenderá será el interés superior del niño”. Esa es la prioridad a la cual deben supeditarse todas las demás acciones.
Naturalmente, la protección debe empezar por los más vulnerables. A nuestro juicio, es más sensato sacrificar el acceso de los mayores a determinadas plataformas para proteger a los más chicos, que exponer a estos a un riesgo innecesario. Porque al final, todos se benefician.
¿Por qué? Porque si lo que se pretende es proteger a los niños de la pornografía, la violencia extrema, el abuso sexual, los juegos inconvenientes y las apuestas, protegerlos a todos, parece más beneficioso que proteger a unos y a otros no.
Tomemos el caso de la pornografía, que es mala para los niños, los jóvenes, los adultos y los viejos. ¿Por qué? Porque con mucha frecuencia, suele ser un negocio en el que unas personas son explotadas por otras a cambio de dinero, como si fueran cosas que se pudieran comprar, como si no tuvieran el mismo derecho a la privacidad y la intimidad que tenemos los restantes seres humanos. Desde una perspectiva de derechos, afirmar que es un derecho de los adolescentes relativamente más “maduros” presenciar la explotación de unas personas por otras, y que podría no ser dañino para ellos, parece incompatible con la protección de los derechos humanos.
Por otra parte, no hay un único modelo de educación sexual: si se acepta que hay diversas formas de educar la sexualidad, la imposibilidad de acceder a algunas plataformas no puede considerarse “vital”.
Cosa distinta es que, llegada la mayoría de edad, los jóvenes puedan elegir por sí mismos. Pero limitar el acceso a los menores de edad no es violar sus derechos, sino darles una oportunidad para que se entretengan en cosas más edificantes. Por otra parte, las personas realmente maduras y equilibradas son las que eligen, por sí mismas y sin control externo, mirar cosas que las elevan y enaltecen.
Y si bien es cierto que con frecuencia los adolescentes se las ingenian para buscar pornografía por otros medios, si se les dificulta el acceso, al menos queda claro que buena y positiva, no es. Además, bajar la edad de acceso a determinadas plataformas porque algunos jóvenes evaden los controles tiene tanto sentido como bajar la edad a la cual se saca la licencia de conducir, porque algunos adolescentes les “roban” el auto a sus padres.
En todo caso, la llave para abrir las puertas a Internet debería tenerla los padres. Ellos son quienes pueden y deben regular lo que sus hijos menores ven o dejan de ver en Internet.
NOTAS AL PIE:
[1] Cuando UNICEF habla de niños (“children” en inglés) incluye adolescentes -hasta los 18 años-.
[2] https://www.unicef.org/reports/digital-age-assurance-tools-and-childrens-rights-online-across-globe
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