¿Qué es una posverdad? No es estrictamente una mentira, es una extracción selectiva de hechos que, personalizando, distorsionan la realidad con un fin determinado. Y eso es lo que declara el enunciado. ¿La pregunta correcta sería quiénes y qué drogas consumían en la antigüedad?
En Roma, ¿se consumía opio? Sí. ¿Quiénes? Solo los ciudadanos de altísimo poder adquisitivo.
Solo los varones pudientes podían ser ciudadanos, nunca mujeres. El ochenta por ciento de la población de Roma llegó a estar constituida por esclavos. Una pequeñísima casta tenía el dinero suficiente para adquirir la vasija de 17,5 litros de opio que se elaboraba con setenta sustancias distintas. ¡Y así fue a lo largo de toda la historia!
¿El pueblo druida conocía y trabajaba el cáñamo? Sí, es cierto. Lo que no dicen es que originalmente la planta de cáñamo tenía solo un tres por ciento de THC, el componente psicoactivo del cannabis. Uruguay aprobó la ley de regulación permitiendo hasta un nueve por ciento de THC y en el 2023 modificó esto hasta alcanzar un quince por ciento, contradiciendo todas las recomendaciones de los científicos, que ya habían declarado al discutirse la ley que más de un nueve por ciento era un peligro para la salud.
Fue a partir del siglo XVIII cuando el opio se transformó en un producto comercial en manos de los ingleses, ávidos del saqueo de las sedas y especies a China. Cuando tuvo un valor comercial, cuando paso a ser una fuente de ingresos en manos de un comerciante sin escrúpulos, el consumo se disparó.
Hoy levantan la voz diciendo “Legalicen, siempre se consumieron drogas”, cuando eso no es verdad. Les guste o no, la realidad es otra.
¿Cuáles son los países con menos incidencia de consumo de drogas? India: la tenencia, venta, transporte o cultivo de cannabis u otras drogas en cualquiera de sus especies es ilegal y penado con hasta diez años de cárcel; Japón: existe desde 1948 un sistema de manipulación de cannabis super regulado y solo con finalidad de estudios científicos; Tailandia: define al cannabis como droga de categoría cinco según la OMS y establece penas de prisión de dos a quince años; China: aplica cadena perpetua o pena de muerte según la cantidad de drogas manipuladas, de acuerdo con su propia categorización de sustancias. Y lo mismo ocurre en países asiáticos de origen budista y prácticamente todos los países islámicos.
La prohibición protege. Protege nuestra libertad de poder informarnos científicamente de las consecuencias reales que pueden provocarnos las drogas, hoy muchas sintéticas que generan adicción en la persona destruyendo dos de los más valiosos derechos humanos: la vida y la libertad de elegir.
No somos libres si no conocemos y entendemos todas las consecuencias del consumo. La prohibición nos iguala, aleja las sustancias destructivas que dañan a toda la población, sobre todo a los más desprotegidos y vulnerables.
Por último, la prohibición nos hace solidarios en dos sentidos. En primer lugar, nos obliga a cuidar a nuestro entorno, protegernos de quienes quieren destruir el entramado social para que no lo puedan hacer. Todo un sistema de justicia, preventivo y sanitario, solidario, amparado en la prohibición cuidará la salud de todos y cada uno por igual. Y en segundo término no obligará a recargar el bolsillo de todos los ciudadanos dispensando grandes sumas de dinero en atención médica para aquellos que, supuestamente libres, hicieron de su cuerpo lo que quisieron y atrapados en una adicción de la que solos no pueden salir necesitan la ayuda e intervención del Estado, obligando a destinar recursos económicos que salen del bolsillo de todos los trabajadores y siempre son escasos.
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