Durante muchos años las celebraciones del inicio de la Revolución en el Río de la Plata, ocurrido en mayo de 1810, recibían el nombre de Fiestas Mayas. Eran motivo de verdaderas fiestas populares a ambos lados del río, en las que se ensalzaba el valor de aquellos hombres que a partir de aquel histórico momento fueron capaces de todo tipo de sacrificios para alcanzar, finalmente, la libertad tan deseada. Eran otros tiempos…
En los tiempos que nos toca vivir, más que en una oportunidad de encontrarnos con lo mejor de nuestra historia, mayo se ha transformado en el mes de los recuerdos de episodios sangrientos que dividieron a nuestra sociedad hace ya más de medio siglo. Pareciera ser el mes propicio para alimentar el odio en nuestra sociedad, en lo que parece ser un lucrativo negocio para algunos.
Pareciera que los hechos de enorme trascendencia histórica ocurridos en mayo de 1810 en Buenos Aires, o en Las Piedras un año más tarde, pasan a un segundo plano, incluso son ignorados por el gran público, para dar lugar al avivamiento de la división entre uruguayos. Asistimos así, como todos los meses de mayo, a la instalación del clima apropiado de sensibilización en un tema que a mucha gente no le interesa, que incluyen el uso masivo de los medios de comunicación y del mundo del deporte, especialmente en el fútbol. Finalmente, la ya tradicional “marcha del silencio”, en la que miles de manifestantes portan fotos de casi dos centenares de personas desaparecidas durante la dictadura, reclamando verdad y justicia. Un reclamo muy loable y compartible si no encerrara en sí mismo ciertas contradicciones: ¿a quién se reclama verdad y justicia? ¿A quienes no eran nacidos cuando los hechos ocurrieron? ¿Realmente alguien piensa que algún uniformado actual tiene en su caja fuerte la información que reclaman? ¿Reclaman a las instituciones uruguayas por desaparecidos en otros países? Reclaman hoy lo que pudieron haber exigido en los 15 años en que fueron gobierno, con protagonistas vivos que hoy ya no están. Y no lo hicieron. Y si no lo hicieron es porque sencillamente no es posible dar respuesta a esos reclamos. No deja de ser lamentable que esto que decimos desde el sentido común es sabido por quienes trabajan por profundizar la fractura.
Recuerdo al entonces ministro Eleuterio Fernández Huidobro cuando en mayo de 2015 les respondió a los periodistas que incisivamente lo acosaban sobre el destino de los desaparecidos: “¿Y qué quieren, que haga magia?”. Este tipo de respuesta le valió al otrora líder tupamaro ser crucificado por los mercaderes del odio incrustados en su propia fuerza política.
Es claro que toda esta manija hemipléjica cuenta la historia con un sesgo militante, buscando sembrar la ignominia sobre quienes defendieron la democracia, y fundamentalmente sobre una institución a la que le debemos no solo la construcción nacional, sino también poder disfrutar hoy de un sistema democrático del que lamentablemente carecen otros países hermanos del continente.
Y esa visión hemipléjica impulsa a la respuesta, primero tímida, luego más firme con cada vez más uruguayos haciéndose eco de ella. Entonces recordamos que al 20 de mayo lo antecedió un 18 de mayo, en el que cuatro jóvenes soldados fueron asesinados por la espalda en el marco del Estado de Guerra Interno declarado por el democrático Parlamento Nacional en abril de 1972. Nadie puede negar este triste y luctuoso episodio de nuestra historia reciente, ni el dolor que esto ha generado. Como nadie podrá negar todas y cada una de las demenciales acciones que los iluminados guerrilleros de los 60 llevaron a cabo contra gobiernos democráticos considerados ejemplares en el continente.
Observando esta realidad surgen varias interrogantes: ¿hasta dónde vamos a llegar en esta escalada por reflotar episodios que nos dividieron a los uruguayos? ¿Qué se gana crispando las almas y pidiendo lo que se sabe no van a obtener? ¿Hasta cuándo seguiremos manipulando jóvenes a los que se les inoculó un relato falso de nuestra historia reciente? ¿Hasta cuándo seguiremos asistiendo a este proceso de venganza en el que una caricatura de justicia encarcela a inocentes sin pruebas? Realmente ¿no nos damos cuenta de que estamos siendo utilizados por intereses extranacionales a los que les sirve que sigamos fragmentados y en permanente conflicto?
En lo personal, en mayo prefiero homenajear a aquello que nos une como nación. Prefiero recordar que un 18 de mayo en Las Piedras, con la victoria de las armas patriotas se consolidaba el prestigio de don José Artigas, de ahí en más jefe indiscutido de los orientales. Y que ese día nacía el Ejército Nacional, junto a su pueblo y a su caudillo, y desde entonces será una institución esencial en la vida de nuestro país, en las buenas y en las malas.
Tarde o temprano los uruguayos entenderemos que el ejemplo a seguir es el que nos dieron los forjadores de nuestra patria, que una y otra vez fueron capaces de dejar atrás las páginas más sangrientas de nuestra historia y enfrentar juntos los desafíos de un mundo que no nos espera.