El próximo 25 de julio se cumplen 100 años del nacimiento de la escritora catalana Ana María Matute, cuya obra, de un estilo muy personal, y merecedora de numerosos premios, ocupa un lugar importante dentro de la literatura española del siglo XX.
Una infancia singular
Si bien Ana María Matute nació en un hogar muy estable perteneciente a la burguesía catalana, varias circunstancias, como la enfermedad que sufrió a edad muy temprana y la consiguiente mudanza a casa de sus abuelos en las montañas riojanas, la enfrentaron a cambios significativos durante su infancia. A esto se suma que, pocos días antes de que cumpliera los once años, dará comienzo la Guerra Civil Española, por lo que en los albores de la adolescencia los horrores y el sin sentido del mundo adulto dejaron profunda huella en su sensibilidad, marcando el contenido de muchas de sus obras en los que aparece el trasfondo del conflicto armado.
Su producción literaria empieza temprano, ya con una novela y varios cuentos escritos antes de que cumpliera los veinte años, por más que la publicación de la mayoría de estos escritos debiera esperar y tuviera en algunas ocasiones problemas con la censura.
Una contadora de historias
Así se definió Ana María Matute en su discurso pronunciado en ocasión de su ingreso a la Real Academia Española en el año 1996. Del mismo cabe destacar la defensa que hizo la autora de la imaginación y la fantasía, como elementos imprescindibles en la buena literatura. Reconoce que ese mundo que le ha fascinado desde la infancia y al que llama “el bosque de la imaginación, de la fantasía y el ensueño”, forma parte de la realidad de nuestra vida.
Si bien Matute ha sido considerada una escritora esencialmente realista, que utiliza en su escritura técnicas asociadas con el modernismo y surrealismo, no existe en su concepto contraposición entre realismo y fantasía, ya que según afirma “la fantasía forma parte de la realidad”, porque integra nuestros sueños, fabulaciones y hasta nuestras adivinaciones.
Esta alta valoración del mundo de lo intangible, y de la gran facultad que tiene el ser humano de ser capaz de imaginar, ha llevado a Matute a la afirmación de que “quien no imagina no vive”. Sin embargo, ese gran reconocimiento de la espiritualidad como valor fundamental no significó que su obra derivase hacia lo fantástico u onírico, dado que siempre mantuvo una mirada sobre las circunstancias vivenciales concretas tanto individuales como colectivas. Por tanto, muchas de sus obras, tales como su primera novela, escrita a los 17 años, titulada Pequeño teatro y las creaciones posteriores como Los Abel, Fiesta al Noroeste, Los hijos muertos y Los soldados lloran de noche son consideradas de realismo puro, aunque pleno de fantasía y de lirismo. Asimismo, en todas estas se revela una visión crítica de la sociedad de la posguerra que le tocó vivir, así como también una profunda compasión por los más desfavorecidos.
Matute escribió también muchos libros para niños, entre los que figura Solo un pie descalzo, con el que obtuvo en el año 1984 en España, el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, una más de las importantes distinciones que recibió Matute a lo largo de su trayectoria como escritora.
Una muestra de la calidad de su obra desde la producción más temprana es que aquella primera novela, escrita en su adolescencia, Pequeño teatro, que fuera publicada más de una década más tarde, recibió en el año 1959 el Premio Planeta. Ese mismo año, otra de sus novelas titulada Los hijos muertos recibió el Premio Nacional de Narrativa y también Primera memoria obtiene el Premio Nadal.
Entre los numerosos galardones obtenidos por su abundante producción literaria, cabe destacar el Premio Nacional de las Letras Españolas, otorgado nen el año 2007 al conjunto de su obra y el Premio Miguel de Cervantes recibido en el año 2010.
Ana María Matute tuvo una intensa actividad como lectora en varias universidades extranjeras. El prestigio internacional que fue ganando a través de las décadas, hizo que la censura vigente en aquel tiempo en España, y que muchas veces actuó en contra de su obra, fuera atenuando su dureza.
La escritora, hoy considerada figura fundamental en el panorama literario español contemporáneo, murió en su ciudad natal a la edad de 88 años. Trabajó en una novela, hoy inconclusa, hasta pocos días antes de su muerte.
La celebración del centenario
En conmemoración de los cien años del nacimiento de Ana María Matute están previstos diversos actos, exposiciones y la reedición de alguna de sus obras, en particular la aparición de algunos textos inéditos que habían sido censurados en tiempos de la dictadura y que ahora formarán parte de el texto completo de Los niños tontos.
Con el lema de “Quien no inventa no vive” el Instituto Cervantes realizó una exposición con documentos, libros, fotografías y objetos personales de la escritora.
Las distintas celebraciones previstas para el centenario permitirán un mayor conocimiento del entorno y de los procesos creativos de una escritora cuya originalidad destaca con auténtico brillo en el panorama literario español de la posguerra.
Madrid, julio 2025