Al cerrar el calendario, el balance del 2025 para Uruguay se dibuja con trazos de una paradoja en la que las expectativas de la ciudadanía y la empírica realidad parecen haberse entrelazado hasta chocar sin alcanzar ningún tipo de síntesis o meta. Porque más allá de los cambios en el Fonasa, del caso Cardama, de los cuestionamientos a la Jutep por Álvaro Danza en ASSE, de la basura en Montevideo que sigue acumulándose a pesar del cambio de administración, del ministro Carlos Negro que sigue sin dar en la tecla de la seguridad, fue ante todo el año del retorno del Frente Amplio al gobierno, un retorno que hasta el momento ha sido bastante opaco.
Sin embargo, también fue un año de hazañas deportivas históricas y de una macroeconomía que, pese a la incertidumbre global, mantuvo su rumbo.
Tampoco podemos olvidar que fue el año en que la sombra de un gran escándalo financiero se alargó hasta el último día, como lo fue el caso de Conexión Ganadera. Y más que un cierre, 2025 se siente como una encrucijada: un punto de inflexión donde el país debe elegir entre la comodidad de lo conocido y la determinación necesaria para transformarse.
El caso Conexión Ganadera podría decirse que configuró la mayor herida recibida en el año por el Estado en lo que a confianza institucional y económica se refiere. Lo que comenzó como el colapso de un esquema de “vacas virtuales” que afectó a miles de inversores, culminó en 2025 con una investigación judicial que continúa sin dar tregua, y en la que La Mañana ha cumplido un rol esencial informando desde el primer día, escuchando la voz de los damnificados y siguiendo el caso en la Justicia.
De hecho, las estafas de los bonos ganaderos fueron y serán un recordatorio sombrío: la vulnerabilidad ante el fraude sofisticado es real en este país. Uruguay, que se jacta de su solidez normativa, debería exigirse, más que un cierre penal del caso, un reforzamiento cultural de la transparencia y la rendición de cuentas en todos los niveles. Esa debería ser la primera lección del año: la confianza es el activo más frágil del que disponen las instituciones.
En el plano político, Yamandú Orsi, electo en noviembre de 2024, cumplió sus primeros meses de gestión en un escenario de estabilidad y paridad política, según las encuestas. Aunque el FA se mantiene como el partido con mayor cercanía (40%), casi 4 de cada 10 de sus votantes tienen una evaluación neutra o negativa de su gobierno. Esta ambivalencia refleja la complejidad de administrar sin mayorías automáticas, a la vez que se le cuestiona al Ejecutivo una falta de rumbo.
Sin embargo, desde filas del Frente Amplio se argumenta que se lograron aprobar proyectos emblemáticos, como el rescate de la Caja de Jubilaciones de Profesionales Universitarios, y se focalizaron medidas en el desarrollo productivo y el acceso a la tierra. No obstante, la falta de mayoría absoluta en Diputados obliga a negociaciones intensas para cada proyecto. Esta vicisitud no es una debilidad, sino la esencia de una democracia saludable. Pero el desafío para 2026, en esa medida, será transformar esa necesidad en diálogo sobre acuerdos estructurales que trasciendan el ciclo político, especialmente en temas como la seguridad, que se mantiene como una de las principales preocupaciones ciudadanas.
Frente a la complejidad política y la desazón del escándalo financiero, el deporte uruguayo entregó dos relatos inspiradores de determinación pura. En septiembre, Julia Paternain, una atleta de trayectoria global que decidió correr por Uruguay en 2025, hizo historia. En solo su segundo maratón en toda su vida y bajo un calor agobiante en Tokio, se colgó el bronce en el Campeonato Mundial. Su medalla no fue solo la primera del país en un Mundial de Atletismo, sino un testimonio de coraje y adaptación. “¿Por qué no yo?”, fue la pregunta que guio su preparación, una filosofía que Uruguay debería hacer propia.
Pocas semanas después, en las aguas de Shanghái, Felipe Klüver escribió su nombre con letras de oro. El remero de Mercedes se convirtió en el primer uruguayo en proclamarse campeón mundial de remo, ganando la prueba de scull ligero individual con una remontada espectacular. Klüver, que ya había sido diploma olímpico, demostró que la perseverancia y el trabajo duro rinden frutos en la élite global. Estos logros son más que triunfos deportivos; son metáforas poderosas de lo que el país puede alcanzar cuando combina talento, planificación y una mentalidad sin miedo al escenario mayor.
El telón de fondo de estos eventos fue una economía en una encrucijada. Según la Cámara de Comercio, el cierre de 2025 encuentra a Uruguay en un “punto de inflexión”, con un crecimiento que, aunque positivo, se desacelera sensiblemente, rozando un “techo”. El año estuvo marcado por la prudencia empresarial ante el cambio de gobierno y las negociaciones salariales.
Ante este panorama, emergen desafíos urgentes. Por un lado, oportunidades como el posible ingreso al Acuerdo Transpacífico, que exigiría al país adaptarse a estándares más exigentes para obtener beneficios comerciales. Por otro, la necesidad interna de revisar la educación y avanzar hacia entornos más ágiles para mejorar la competitividad. El mensaje del sector empresarial es claro: el mundo cambia a velocidad y Uruguay necesita moverse con rapidez para no quedar atrás. La disyuntiva está entre un crecimiento mediocre y uno dinámico, y la elección depende de las transformaciones que se encaren ahora.
El 2025 uruguayo no puede resumirse en un solo adjetivo. Fue un año de contrastes: entre el fraude y la transparencia exigida, entre la parálisis política potencial y los acuerdos necesarios, entre el techo económico y las oportunidades globales, entre la desazón y la inspiración deportiva.
Esta paradoja es, en el fondo, una invitación. Julia Paternain y Felipe Klüver no ganaron sus medallas esperando a que las condiciones fueran perfectas; compitieron y se adaptaron con determinación. Esa misma actitud es la que Uruguay necesita para enfrentar los cambios que se avecinan. El país tiene frente a sí la puerta hacia un ciclo de desarrollo más sólido y sostenible, pero abrirla requerirá dejar atrás la timidez y la complacencia.
El legado de 2025 debe ser la convicción de que, en un mundo incierto, la única estrategia riesgosa es la inacción. Uruguay tiene las instituciones, el capital humano y la oportunidad. Lo que necesita ahora es la determinación para transformarse, sin temor, con la mirada puesta en el futuro. Que el coraje de sus atletas en Tokio y Shanghái sea el espejo en que se mire la nación entera.
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