El pasado 24 de octubre en el Teatro Campoamor de la ciudad de Oviedo, tuvo lugar la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias 2025, recibiendo el de las Letras el escritor Eduardo Mendoza. Este importante galardón se suma a los muchos otorgados al novelista a lo largo de una larga trayectoria creativa en la que prima una visión humorista y espontánea de la vida.
Un discurso ameno y distendido
En la ceremonia, a la que asistió la familia real en pleno, el escritor barcelonés Eduardo Mendoza Garrido fue el único español entre todos los galardonados en diferentes áreas.
El jurado, presidido por el director de la Real Academia Española, manifestó en parte de los fundamentos determinantes de la premiación, que Eduardo Mendoza es un “proveedor de felicidad para los lectores”, expresión que el escritor valoró como el mejor elogio que ha recibido en su vida.
El discurso de agradecimiento pronunciado por Mendoza hizo alusión a la suerte de haber nacido en un ambiente rodeado de libros y de gente que supo estimularlo y orientarlo hacia su carrera literaria. Ironizó asimismo sobre la educación formal recibida en su infancia, tan rígida y opresiva como para provocar efectos contrarios a los que buscaba promover, los que, si bien son malos en sí, pueden resultar favorables para el oficio de escritor.
Se refirió especialmente a su ciudad natal, Barcelona, poseedora de un pasado turbulento y criminal que mucho le sirvió de inspiración para algunas de sus novelas.
En cuanto a este premio, recibido a sus 82 años, dijo que había sido para él una sorpresa, un honor, una alegría, y también un incentivo, porque si no se miraba al espejo, no dejaba de sentirse como “una joven promesa de la narrativa española, porque lo último que se pierde no es la esperanza sino la vanidad”.
Por último, tuvo un recuerdo a su amigo Joan Manuel Serrat, quien el año pasado, en ocasión de recibir el Premio Princesa de Asturias de las Artes, terminó su discurso de agradecimiento cantando a capella una de sus canciones. En relación con esto, Eduardo Mendoza terminó diciendo: “Como ustedes seguramente preferirán que yo no haga lo mismo, solo me queda expresar una vez más, sinceramente conmovido, mi gratitud”.
Una vida multifacética
Licenciado en Derecho por la Universidad de Barcelona, viaja becado a Londres para estudiar Sociología y a su regreso, después de unos años en que ejerció como asesor jurídico, viaja a Nueva York para trabajar como traductor en las Naciones Unidas.
Ya pasando la treintena, publica su primera novela La verdad sobre el caso Savolta, que transcurre en la ciudad de Barcelona, y en la que ya está presente un estilo característico rico en arcaísmos y en lenguaje popular, con personajes a menudo marginales. La obra tiene éxito, recibe el Premio de la Crítica poco tiempo después de su publicación y es considerada muy representativa del momento coincidente con la transición democrática que se vive en España.
Eduardo Mendoza sigue escribiendo novelas de éxito, como El misterio de la cripta embrujada y El laberinto de las aceitunas, saga que continua con La aventura del tocador de señoras, en las que se mantiene como protagonista un detective innominado.
Casi una década después de su radicación en Estados Unidos, Mendoza regresa a Europa y continúa con su tarea de traducción simultánea, trabajando para organismos internacionales en diversas ciudades del continente.
Su obra literaria continua con La ciudad de los prodigios, novela también centrada en la ciudad de Barcelona, que fue llevada al cine por Mario Camus.
También la ciudad de Venecia es escenario de alguna de sus narraciones, como es el caso de La isla inaudita. Escribe también Restauració, obra teatral en catalán, que será estrenada en el teatro Romeu de Barcelona y, traducida al español un año después, representada en Madrid. Años después escribirá, también en catalán, una segunda obra teatral llamada Gloria.
A mediados de los noventa Eduardo Mendoza comienza su actividad docente en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Y continúa su intensa producción literaria que incluye también novelas netamente humorísticas como Sin noticias de Gurb.
En el año 2010, oculto bajo seudónimo, gana el Premio Planeta con su novela Riña de gatos. Madrid 1936. Seis años más tarde le sería concedido el Premio Cervantes, uno de los más importantes galardones de literatura en lengua española.
Su creación novelística continuó en forma sostenida, con la aparición de El enredo de la bolsa y la vida y El secreto de la modelo extraviada, pertenecientes a la saga detectivesca. Escribió además un considerable número de ensayos y algunos relatos.
Una escritura llana y personal
Eduardo Mendoza no se parece a nadie, si bien se nutre de los grandes clásicos, Cervantes, Shakespeare, Pío Baroja, Valle Inclán y de lo mejor de la picaresca española. En su casa el padre le recitaba obras de Calderón de la Barca, que también solían leerle los curas del colegio, y aunque no se les prestara demasiada atención, Mendoza admite que “algo queda”.
En cuanto al humor, presente en toda su obra, el autor reconoce que forma parte de su modo de ser, así como también destaca la influencia que tuvo en su formación desde la infancia la lectura de tebeos, la asistencia al teatro en la posguerra, en el que predominaba lo humorístico. Otro factor que considera un gran aporte a su madurez como escritor es su labor de traductor, capaz de entrenar en el manejo del lenguaje.
Apartado de modas y tendencias, despreocupado por la corrección política, Eduardo Mendoza escribe con la sinceridad y libertad de espíritu que le caracteriza.
Feliz con su premio, que recibió con su natural sencillez exenta de toda vanagloria, prometió seguir escribiendo, ya que, según dijo, escribir es su manera de estar en el mundo.
Madrid, octubre 2025





















































