La repentina paralización de las exportaciones de chips de la empresa Nexperia, controlada desde China, no es solo un problema logístico para Volkswagen. Es el síntoma más agudo de una enfermedad crónica que aqueja a la economía alemana: una vulnerabilidad extrema de sus cadenas de suministro y una pérdida progresiva de competitividad que ahora amenaza con sumir al país en una recesión sin precedentes.
En las inmensas naves donde se ensamblan el Golf y el Tiguan, el silencio es inusual. Una “pausa planificada para el inventario” fue la explicación oficial de Volkswagen para el parón productivo del pasado viernes. Sin embargo, en los pasillos de la dirección y en los despachos del gobierno en Berlín, la alarma está encendida. El fantasma de una nueva crisis de semiconductores recorre Europa, y Alemania, su motor industrial, está en el punto de mira.
Esta no es una crisis cualquiera. Los economistas advierten de que podría ser la gota que colme el vaso de una economía ya debilitada, llevando a Alemania a una contracción económica por tercer año consecutivo, una situación sin precedentes en la historia de la República Federal. Mientras el gobierno de Friedrich Merz proyectaba un crecimiento mínimo del 0,2% para 2025, la Asociación de Industrias y Fabricantes Alemanas ha calculado que una escasez prolongada de chips podría reducir el PIB entre 0,04 y 0,48 puntos porcentuales. De materializarse el peor escenario, la economía no solo no crecería, sino que se contraería, con unas pérdidas de hasta 21.000 millones de euros.
Geopolítica, comercio y un chip viajero
El origen de este nuevo colapso se encuentra a miles de kilómetros de Wolfsburg, en los complejos entresijos de la guerra tecnológica entre Estados Unidos y China. Todo comenzó con la empresa neerlandesa Nexperia, un eslabón crucial en la cadena global de semiconductores. Aunque su fábrica en Hamburgo produce anualmente alrededor de 100.000 millones de chips, un paso esencial del proceso —el “empaquetado” final— se realiza en fábricas ubicadas en China.
La tensión escaló en setiembre cuando el gobierno neerlandés, presionado por Washington, intervino Nexperia alegando “graves deficiencias administrativas” y riesgos de que su matriz china, Wingtech, realizara transferencias de tecnología no autorizadas. Fue una aplicación sin precedentes de una ley de la Guerra Fría, la Ley de Disponibilidad de Bienes de 1952. La respuesta de Pekín fue inmediata y contundente: un veto a la exportación de los chips terminados desde sus plantas.
“Si Nexperia ya no suministra semiconductores, afectará a amplias áreas de la industria alemana”, advirtió Wolfgang Weber, director de la asociación de la industria eléctrica y digital ZVEI. “Entonces no solo la industria automotriz enfrentará cierres; otros sectores industriales también podrían verse bajo presión”. El problema es que estos chips, aunque técnicamente simples, son componentes ubicuos. Están integrados en numerosos módulos y unidades de control fabricados por proveedores gigantes como Bosch y Continental, quienes han admitido que sus existencias actuales podrían agotarse en apenas un par de semanas, desencadenando un escenario reminiscente del punto más álgido de la crisis de la cadena de suministro durante la covid-19.
Alemania: un gigante industrial con pies de barro
La crisis de Nexperia ha actuado como un revelador scanner que muestra las graves debilidades estructurales del paciente alemán. La economía más grande de Europa ya arrastraba una situación precaria incluso antes de este shock. El PIB alemán se contrajo un 0,3% en el segundo trimestre de 2025 y es, hoy por hoy, el farolillo rojo del crecimiento en la zona euro. Su PIB actual es apenas un 0,1% superior al del último trimestre de 2019, antes de la pandemia, y un 1,3% inferior al máximo alcanzado a finales de 2022.
“La economía alemana se encuentra en una situación inestable”, afirmó recientemente Geraldine Dany-Knedlik, directora del departamento de Previsiones y Política Económica del DIW Berlín. “Si bien en los dos próximos años se recuperará notablemente, esta dinámica no será duradera, dada la persistencia de las debilidades estructurales”.
Estos problemas estructurales son múltiples y se retroalimentan:
Pérdida de competitividad industrial: sectores otrora dominantes, como el automotriz y el químico, están perdiendo cuota de mercado a un ritmo alarmante. “China ha pasado de ser el principal mercado de exportación de Alemania a convertirse en su principal competidor”, señaló un análisis de Goldman Sachs, especialmente en vehículos eléctricos. Las exportaciones de bienes manufacturados alemanes cayeron un 3,6% interanual en el segundo trimestre.
Altos costes energéticos: los consumidores industriales alemanes pagan hasta cinco veces más por el gas y entre 1,5 y 2,5 veces más por la electricidad que sus competidores internacionales. Esto ha contraído la producción industrial en los sectores intensivos en energía entre un 10% y un 15%.
Exceso de burocracia y carga fiscal: “Debido a las regulaciones sociales y ambientales descontroladas, los costes laborales unitarios han aumentado drásticamente. La carga fiscal y de la seguridad social es una de las más altas entre los países industrializados”, critica Gunther Schnabl, director del Instituto de Investigación Flossbach von Storch.
Dependencia estratégica y fallos de inversión: la cancelación del megaproyecto de Intel en Magdeburgo, que suponía una inversión de 30.000 millones de euros, fue un duro golpe para los planes de autonomía estratégica en semiconductores. Aunque proyectos como la fábrica de TSMC en Dresde siguen en pie, evidencian la dificultad de Europa para construir una cadena de valor resiliente y desconectada de los vaivenes geopolíticos.
¿Un tercer año de recesión? El debate entre lo cíclico y lo estructural
Frente a este panorama, la pregunta que resuena en los despachos de los economistas es cuán real es el riesgo de una recesión histórica. Oliver Holtemöller, vicepresidente del Instituto Leibniz de Investigación Económica (IWH) de Halle, considera que el riesgo ya existía incluso antes de la crisis de los chips. “La probabilidad de que Alemania volviera a caer en una recesión técnica en el semestre de verano ya era bastante alta”, declaró, añadiendo que “las perspectivas para el cuarto trimestre se han deteriorado de nuevo”.
Sin embargo, Holtemöller introduce un matiz crucial: “Deberíamos preocuparnos más por el débil crecimiento a largo plazo que por los vaivenes económicos a corto plazo”. Para él, la respuesta del gobierno no debería centrarse en políticas económicas de corto alcance, sino en abordar de una vez los problemas estructurales, que son la verdadera raíz del mal.
Esta visión es compartida por los principales institutos de investigación económica alemanes. En su pronóstico de otoño, aunque proyectan un crecimiento del 0,2% en 2025 y un repunte al 1,3% en 2026, alertan de que este repunte se debe casi en su totalidad a los masivos programas de inversión pública del gobierno en infraestructuras y defensa, financiados por un fondo especial de 500.000 millones de euros. Titularon su informe de forma elocuente: “La política fiscal expansiva oculta la debilidad del crecimiento”.
Más allá del chip, la necesidad de un nuevo modelo
La crisis de los chips en Volkswagen es, en definitiva, el episodio agudo de una enfermedad crónica. Mientras el CEO de Volkswagen, Oliver Blume, afirma que el suministro está “estable por el momento” pero clama por una “rápida solución política”, la industria alemana se enfrenta a una encrucijada existencial.
La dependencia de cadenas de suministro globales hiperespecializadas pero frágiles, la feroz competencia tecnológica de China y Estados Unidos, y unos costes internos asfixiantes han dejado al descubierto las limitaciones del modelo exportador alemán tradicional.
La solución no pasa solo por encontrar proveedores alternativos de chips o por apaciguar la tensión geopolítica con China. Los economistas exigen un “otoño de reformas” audaz que simplifique la burocracia, estabilice los costes energéticos, modernice la infraestructura digital y adapte el sistema educativo y de inmigración para paliar la escasez de mano de obra cualificada. Alemania se juega en esta reconfiguración mucho más que un porcentaje puntual de su PIB. Se juega su futuro como potencia industrial.
La cadena de suministro de Nexperia y el impacto de la crisis:
| Actor | Rol en la Crisis | Impacto/Postura |
| Gobierno Neerlandés | Se intervino Nexperia usando una ley de 1952. | Responde a presiones de EE. UU. y alega mala gestión y riesgo de transferencia de tecnología a China. |
| Wingtech (matriz china) | Empresa china propietaria de Nexperia. | Se ve acusada de inflar precios y desviar capacidad productiva a China. Su CEO fue removido por presión estadounidense. |
| Gobierno chino | Impone veto a la exportación de chips terminados. | Reacción directa a la incautación, paralizando el eslabón final de la cadena de suministro. |
| Bosch & Continental | Principales proveedores de la industria automotriz. | Sus existencias se agotan; advierten de paros productivos inminentes en dos semanas y activan planes de contingencia. |
| Gobierno Alemán | Busca una solución política y la autonomía estratégica. | Convoca reuniones de crisis y aboga por una capacidad europea independiente, pero la dependencia actual es crítica. |





















































