El mayor atractivo de Península Valdés reside en haberse convertido en el ecosistema elegido por una extraordinaria variedad de fauna que invade sus costas y habita el universo marino y terrestre que la compone. En este viaje los invitamos a dejarse emocionar por sus especies más majestuosas.
Tan solo un pequeño accidente geográfico costero sobre el mar Argentino, a los pies de la provincia de Chubut, ha sido el causante de que cada año ballenas, orcas o elefantes marinos pueblen las bahías y las misteriosas profundidades marítimas de la siempre apasionante Península Valdés.
Convertida en su hogar natural por elección, este territorio representa uno de los mayores destinos turísticos de Argentina y al que concurrimos millones de visitantes durante todo el año para observar, conmovernos y concientizarnos del valor real de la riquísima y diversa vida animal que habita esta reserva natural.
Con un área de 3625 km², y ubicada inmediatamente al sur del gran golfo San Matías, La Península Valdés forma parte de los nueve Patrimonios de la Humanidad, declarado por la Unesco en 1999.
Esta reserva ecológica, protegida por leyes estrictas del gobierno argentino, se ha convertido en el disfrute de privilegiados turistas ansiosos que, gracias a la conectividad diaria desde Buenos Aires, podrán vivir la cautivante experiencia de ser testigos de uno de los mayores santuarios de ballenas existentes, considerado además como una inmensa maternidad para otras especies.
El calendario de fauna recibe diferentes especies los 12 meses del año, concentrando su mayor población entre Junio y Diciembre cuando podemos disfrutar, simultáneamente, de ballenas, delfines, pingüinos, gran variedad de aves y elefantes y lobos marinos.
Para las orcas, su imponente espectáculo ocurre entre Septiembre y Abril. Su longitud varía entre los 8 y 9,5 metros, pesando 9 toneladas los machos y alrededor de 5 toneladas las hembras. Su gran aleta caudal blanca, que contrasta con su cuerpo negro, es la que le otorga la posibilidad de su danza marina y le permite propulsarse hacia adelante junto con las aletas pectorales que le permiten la estabilidad y la dirección que necesitan cuando se alimentan en la costa. Lejos de su falsa reputación, estas ballenas no son para nada agresivas con nuestra especie y por el contrario, suelen mostrarse curiosas y amistosas con las embarcaciones que se acercan a visitarlas.
La Ballena Franca Austral es la reina de la Península Valdés y hace su aparición desde Junio hasta Diciembre. Protegida y considerada como Monumento Natural Nacional por el gobierno argentino, llega a pesar más de 50 toneladas, tiene una longitud de aproximadamente 15 metros y una agilidad increíble a pesar de sus dimensiones. Fue declarada especie de riesgo y estuvo a punto de desaparecer, pero gracias al trabajo de activistas ecológicos y del especial énfasis del gobierno en políticas proteccionistas medioambientales, en el presente se estiman unos 2500 ejemplares que habitan la reserva natural de Península Valdés y unas 7000 en el hemisferio sur.
Es a partir de Junio cuando las ballenas comienzan a poblar las aguas peninsulares en lo que será su zona de cría y donde permanecerán junto a sus ballenatos hasta Noviembre, cuando emigraron con destino al sur. Aquí es la época de visita ideal para quienes sentimos una fascinación por este animal y por un ecoturismo que nos privilegia en ser partícipes únicos de unos de los mayores espectáculos naturales del mundo.
Las jornadas de avistamiento son cada día y con plena disponibilidad horaria. Una vez que se llega al santuario, se apagan los motores del barco y el silencio será total. Es altamente probable que en estas condiciones la ballena austral, animal curioso, juguetón y extrovertido, se acerque al barco junto con su cría para invadir nuestro asombro y nos gane la emoción como espectadores de sus piruetas de salto o de su baile de cola en la superficie. Un espectáculo único. Un espectáculo magnífico. Un espectáculo que se nos multiplicará en emoción, exaltación y ansiedad cuando veamos que esa misma escena se repite con otra ballena. Y con otra. Y con otras. Y con otras juntas muchas veces más.
Pero fuera de las profundidades, la península continúa maravillándonos desde la línea costera. El territorio de Punta Loma y Punta Norte es el elegido por los lobos marinos, mientras que las franjas de la costa de Punta Delgada, Punta Cantor y Caleta Valdés es el de los elefantes marinos. Ambas especies colonizan zonas próximas a la tierra para instalarse junto con sus manadas, compartiendo vecindad junto con la gran cantidad de pingüinos de Magallanes.
Tanto los lobos como los elefantes marinos son seres extremadamente sociales y pueden adaptarse a la perfección a convivir en tierra junto con los humanos. Los machos de mayor tamaño pueden llegar a pesar hasta 4 toneladas y medir unos 6 metros de largo. Ellos serán los primeros de la especie en llegar con el fin de inspeccionar y elegir el lugar donde se instalarán. Días después harán su aparición las hembras para dar a luz sus crías.
Su población es extensa y para la época de reproducción cabe describir el impacto que nos producen al contemplarlas en manada: logran invadir franjas enteras de la totalidad de la costa de la Península Valdés. La cantidad actual de estos animales es quizás uno de los logros más potentes de los proteccionistas y del gobierno del lugar: se estiman más de 20.000 elefantes marinos en las playas valdenses. Actualmente ambas especies se establecen en la península durante todo el año, como pobladores permanentes.
Los Pingüinos de Magallanes es quizás la especie más simpática y pintoresca de este universo marino. Y también la de más población. Aproximadamente un millón de pingüinos pueden emigrar para agruparse entre Septiembre y Marzo en Punta Delgada y principalmente en Punta Tombo, la zona más al sur de la península. Este lugar merece un artículo aparte y es absolutamente obligatorio dedicarle un día entero para visitarlo. Los pingüinos son animales amorosos, amigables, curiosos y siempre dispuestos a satisfacernos con una foto para subir a nuestras redes sociales desde el celular.
Entre las aves, y más allá de los pingüinos, otros destacados vecinos son las gaviotas, las garzas blancas, ostreros, biguás, palomas antárticas, caranchos, chimangos, cormoranes y anátidos. Ocasionalmente, y con un poco de suerte, también podemos encontrar Flamencos. La gran variedad de aves es una de las riquezas patrimoniales de esta reserva ecológica.
Aunque asociamos la fauna de la Península Valdés al universo marítimo y de aves, ya en tierra la estepa patagónica abriga una interesante variedad de especies adaptadas al ambiente. En un safari de avistamiento, podremos ubicar un número importante de maras o también conocidas como liebres patagónicas, guanacos, zorros grises, zorrinos, y armadillos y avestruces patagónicos. Por su parte, los pumas son la figurita difícil y se hacen desear en esta latitud; raramente visitan península ni mantienen manadas estables dentro del área protegida. Aunque claro, siempre pueden sorprendernos.
Es así que la Península Valdés se ha convertido en uno de los mejores lugares del mundo para la observación de una fauna tan variada como única.