“Queremos hablar aquí sobre los juegos de dados por dos motivos. El primero, por el debate entre los sabios, como mostramos en el inicio del libro, en el que se trataba de decidir si era mejor el conocimiento o la suerte. Y sobre este asunto, cada uno dio al Rey su argumento; el primero a favor del conocimiento, con los juegos de ajedrez; el segundo, a favor de la suerte, con los dados. El segundo motivo es que, a pesar de que las tablas son más importantes y populares que los dados, no se pueden jugar las primeras sin los segundos, es por eso por lo que hablaremos primero de los dados”.
Alfonso X, Libro de los dados.
Narra la historia que cuando Julio César ordenó a sus tropas cruzar el río Rubicón para entrar en Roma y desencadenar la guerra que le llevaría al poder, había expresado: “Alea iacta est” (La suerte está echada). Ahora bien, el significado de este “alea” al que se había referido César, era justamente el de “juego de dados”, por lo que la frase realmente debiera traducirse así: “Los dados están echados”.
Por otra parte, es interesante observar que etimológicamente la palabra “azar” viene del árabe “az-zahr” que significa también “dado” o “taba” que era el dado arcaico. Y aunque fueron los griegos quienes confeccionaron los dados tal como los conocemos hoy, fueron los romanos los que popularizaron su uso a lo largo y ancho de su vasto imperio. Y durante la Edad Media es muy probable que llegaran a la península ibérica en el tiempo de Al-Ándalus por la vía árabe.
Pero sin ir más lejos, el tema que queremos destacar aquí, como bien expresa el epígrafe de Alfonso X que antecede a este artículo, es que en toda arte política siempre hay una cuota de suerte, de azar y otra de conocimiento. No obstante, parece no ser conveniente a primera vista dejar correr el destino de la política por el mero arbitrio del azar exclusivamente, como tampoco en un orden inverso es posible hacer política sólo en base del conocimiento y sin ninguna suerte, tal como le pasó a Platón y a sus fallidos intentos de llevar adelante una reforma política en Siracusa. Pues, aunque Platón era un gran filósofo, nunca fue un buen político.
La azarosa estrategia de inserción internacional de Uruguay
Tras cuatro años de gobierno, parece claro que desde el inicio de esta legislatura la posición del Ejecutivo respecto al carácter de nuestra política exterior estuvo dividido entre dos posiciones contrapuestas, que a la larga o a la corta iban a ser muy difíciles de conciliar, sobre todo a nivel práctico que es lo que nos importa.
Por un lado, fue un slogan de campaña el de hacerle creer a algún sector de nuestra ciudadanía que era posible que Uruguay jugara en solitario en el enorme mar global, distanciándose de dos columnas vertebrales de nuestra región como lo son Brasil y Argentina. Y en esa línea coqueteó con realizar por fuera del Mercosur un tratado de libre comercio (TLC) con China, lo que generó incomodidad en nuestros vecinos inmediatos.
Por otra parte, era obvio que mientras que Uruguay integrara el Mercosur, debía mantener un buen relacionamiento con sus socios y respetar los estatutos a los cuales soberanamente se había suscripto.
Aun así, los desplantes en el último año, tanto a las potencias extrarregionales como regionales, ha sido una práctica común de nuestra política exterior, lo que nos lleva a pensar que la estrategia que estaría llevando adelante Uruguay en materia de inserción internacional no se basa en el conocimiento de causa, sino en la adrenalina que impulsa un azaroso juego de dados.
Una cuestión de forma
“Cuando los superiores aman la observancia de los ritos, el pueblo se prestará fácilmente a servir”.
Confucio
Más allá de las bondades que puedan surgir en cualquier periodo histórico, es obvio que nos encontramos actualmente ante un mundo complicado con potencias que mueven sus piezas cautelosamente. Y en ese sentido, las reglas y las formalidades se vuelven más importantes que nunca.
Además, en el caso particular de China, es importante no perder de vista que se trata de una cultura milenaria y que a pesar del nuevo eje ideológico que introdujo Mao, sigue manteniendo los patrones de comportamiento que Confucio describió tan agudamente en sus sentencias. Es por ello que, para el Gobierno chino, las formalidades y las apariencias tienen un sentido que excede lo meramente parsimonioso y están cargadas de significados que expresan tanto o más que el mismo lenguaje. Por lo que el comportamiento oscilante de nuestro Poder Ejecutivo no sólo se ve como una inconsistencia, sino también como una fuente de conflicto. Y tratándose de negocios, eso es algo que China no quiere.
En esa línea, correspondería que alguna autoridad aclarara por qué el Frigorífico Florida ha visto interrumpida su licencia para exportar a China, porque es obvio que se trata de un problema de orden político más que técnico. El frigorífico tiene el permiso de exportar a varios destinos, como Estados Unidos, Rusia, Brasil y la Unión Europea, por lo que resulta aún más extraña la imposibilidad de acceder a este mercado en particular.
Según salió a los medios el lunes pasado, la planta comenzaría a funcionar de manera reducida –con todo lo que eso implica para un departamento como Florida cuyo mercado laboral depende de esta clase de emprendimientos– a la espera de que las autoridades chinas en la materia realicen una inspección virtual de la planta.
Sin embargo, más allá de los entretelones del asunto, lo que podemos apreciar aquí es cómo en un momento complicado para las relaciones internacionales –con la guerra en Ucrania afectando de un modo decisivo el orden geopolítico preexistente– parece fundamental no dar pasos en falso, sobre todo cuando los márgenes con los que disponemos resultan ser muy estrechos.
No hay que olvidar que fue gracias al acuerdo alcanzado el año pasado entre Jair Bolsonaro y Putin que la región tuvo acceso a fertilizantes, en un momento en que las sanciones impuestas a Rusia por Occidente estaban a punto de hacer sucumbir la producción agropecuaria de los principales exportadores de alimentos de Sudamérica. Esto evidencia claramente que no es momento para zarandear a nuestros principales socios comerciales, sea por un tema puramente económico o uno estratégico.
Señales que generan alarma
Estamos en un mundo en que las grandes potencias comienzan a transitar hacia una nueva etapa. Las medidas proteccionistas vuelven a estar en la mesa de negociación, hoy enmascaradas de requerimientos medioambientales o de algún otro tipo –como es el caso de Frigorífico Florida–, por lo que nos enfrentamos a un mundo que da signos de querer cerrarse. Al mismo tiempo, las alianzas comerciales y geopolíticas mediadas por la guerra entre Rusia y Ucrania también evidencian otro enfrentamiento entre las potencias, de carácter económico, donde no se debería menospreciar el rol de Europa que pugna por volver a ocupar un lugar decisivo.
Al final de cuentas, todos los aspectos mencionados componen de alguna manera una ecuación que va en detrimento de las economías en desarrollo de nuestra región, sobre todo para un país como el nuestro, que por las características de su mercado interno estamos siempre condicionados a depender de la apertura comercial para colocar nuestros productos.
En esa línea, la situación de los granos de Ucrania y de los fertilizantes de Rusia mantiene en vilo al mercado alimenticio, que desde el inicio de la guerra observa fuertes oscilaciones en el precio de las raciones y los insumos agrícolas. Y así, este año, la baja internacional del precio de la leche pone en alarma a los grandes países productores y exportadores, como Nueva Zelanda.
Sin embargo, según la FAO, en los siguiente diez años se espera que la demanda global de productos alimenticios siga creciendo. Y en ese sentido se destaca el rol protagónico que tendrá Sudamérica en esta trama.
No obstante, en este contexto de incertidumbre de las relaciones internacionales parece imprescindible obrar desde el conocimiento y no desde el azar, porque tal como lo expresa el refrán popular: más vale malo conocido que bueno por conocer. Y desde esa perspectiva, pareciera sensato que Uruguay abordase este nuevo panorama con un plan de contingencia, mediante el cual sea posible adelantarse a los azarosos cisnes negros que puedan resultar perjudiciales para nuestra economía.
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