En la madrugada del pasado miércoles se votó en la Cámara de Representantes el proyecto de ley de Rendición de Cuentas del Ejercicio 2024, que sitúa el déficit del período en más de 3 mil millones de dólares, aproximadamente el 4% del PBI. A su vez el proyecto propone la autorización para realizar erogaciones en ASSE, MSP, Ferrocarril Central y MVOT, gastos cuya pertinencia nadie cuestionó. El último artículo, el número 7, dispone autorizar al gobierno central endeudarse por hasta 3450 millones de dólares para atender todas las obligaciones enunciadas. Esa fue la piedra del escándalo.
Los diputados del PN, PC, PI e IS no votaron el artículo 7, que se aprobó con los votos favorables del FA y de CA. La reacción de varios legisladores de los partidos que no votaron esa última autorización, y de valientes militantes en las redes, fue muy dura con los diputados cabildantes, acusándolos de ser traidores a la Coalición Republicana y a sus propios votantes, además de denunciar un supuesto pacto acordado previamente con el secretario de Presidencia. Por supuesto que todo esto estuvo condimentado por ciertos medios de comunicación que informaban de ese pacto, con la seriedad y veracidad que los ha caracterizado cada vez que han tratado temas relacionados con Cabildo Abierto.
Una vez más se cumple aquel viejo refrán de que “cree el ladrón de que todos son de su misma condición”. Hay mentes que no pueden concebir que haya diputados que voten con seriedad, responsabilidad y, sobre todo, coherencia…
Es bueno aclarar que si bien los que hablaron hicieron mucho ruido, la mayoría de los dirigentes de primer orden de esos partidos no participaron de esos infelices comentarios.
La verdad es que sorprendió tanta virulencia y animosidad en declaraciones públicas que nos conminaban a dar explicaciones por el delito de “lesa Coalición” que cometimos al no seguir el único camino que estamos autorizados a transitar: constituirnos en el furgón de cola de un tren conducido por otros que nos llevará al choque de frente con el tren del gobierno. Y sin importar si las víctimas del choque son los más frágiles de nuestra sociedad, que no alcanzan a entender tanta mezquindad y ruindad en la política.
Siempre hemos sostenido que Cabildo Abierto estará del lado del ciudadano de a pie y votará lo que entienda necesario para mejorar la calidad de vida de muchísima gente que no puede seguir esperando soluciones a sus angustiantes problemas.
Por otra parte, no entendemos la lógica de negarle a este gobierno lo que se le concedió al gobierno anterior. La regla fiscal, aprobada en la LUC en 2020, nunca fue cumplida. Año a año se votó el aumento del endeudamiento, imprescindible para cumplir con las obligaciones del gobierno. En el período 2020-2024 la deuda uruguaya aumentó en 18 mil millones de dólares, bastante más de lo autorizado ahora. Nunca se nos ocurrió privar al gobierno de los medios necesarios para cumplir con sus políticas. Y menos darle al gobierno la excusa perfecta para no cumplir con sus promesas electorales.
Es bueno recordar lo que hemos dicho una y otra vez desde noviembre pasado: no hay Coalición Republicana en la oposición. No aceptamos que nos represente y hablen por nosotros quienes no coinciden con nuestras ideas y han trancado propuestas esenciales en materia de seguridad, combate a la usura, políticas de drogas, defensa de la vida, Justicia politizada, Ley de Violencia de Género, estímulo a la natalidad, forestación en las mejores tierras del país, etcétera… Entonces, ¿de qué Coalición podemos hablar? No descartamos que en el futuro pueda reeditarse la alianza electoral del 2019, haciendo valer las coincidencias que existen en el respeto a la libertad individual, a la propiedad privada y al trabajo genuino generado por un empresariado pujante como motor de la economía. Pero hoy estamos lejos de eso.
Y si no existe la Coalición, ¿con qué derecho se sienten representantes de partidos de la oposición para emplazarnos públicamente? ¿Por qué se atreven a insinuar la existencia de un pacto secreto?
El diccionario de la RAE define al cinismo como “desvergüenza en el mentir…” y a la hipocresía como “fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan”. Nos preguntamos qué otros calificativos merecen aquellos que hoy se erigen como los paladines de la cristalinidad y se opusieron a nuestra propuesta de auditorías obligatorias, y al de darle al Senado la última palabra en las concesiones a largo plazo. O a los que posan de radicales anticomunistas y homenajearon al PCU en su centenario, y además nos criticaron duramente por negarnos a hacerlo. Los que critican a la Justicia “compañera” pero se opusieron a terminar con el bochorno que significa la venganza que esa Justicia lleva adelante en lo relacionado al mal llamado pasado reciente. Los que se llenan la boca invocando a los más pobres y no movieron un dedo para sacarlos del pantano de la usura en que están enterrados. ¿A nosotros nos acusan de pactar con el Frente Amplio?
Como dijo Washington Beltrán hace algo más de un siglo: ¡Qué tupé!