Cuando en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación de la Universidad CEU San Pablo enseñamos retórica clásica a nuestros alumnos, el gran descubrimiento de esas mentes inquietas es que Aristóteles ya había dicho casi todo sobre el perfecto orador en el siglo V a.C. El otro gran descubrimiento es que la mayoría de las palabras que hoy se usan en inglés, como brainstorming, ya existían en la época de los clásicos como Cicerón y Quintiliano, pero en latín, cuando lo llamaban inventio.
Y es que no hay tanto nuevo bajo el sol que calienta a la humanidad, no hay tanto nuevo en nuestras relaciones interpersonales, en la forma de comunicarnos, en la manera de contar lo que sucede a nuestro alrededor. Cambia el contenido, cambian las técnicas, cambian los protagonistas, pero los problemas son exactamente los mismos, ayer, hoy y siempre.
Cuento esto porque en nuestra profesión del periodismo es habitual encontrar una cierta melancolía que se regodea en el recuerdo del pasado y critica constantemente el presente y más aún si cabe el futuro. Pero los que somos periodistas de vocación, los que tenemos voluntad, entendimiento y corazón entregados a la nobilísima causa de contar la verdad para hacer del mundo un lugar mejor, sabemos que el periodismo sigue vivo y que los problemas que lo horadan no se diferencian tanto de los que experimentaron nuestros predecesores. En resumen, cualquier tiempo pasado no necesariamente fue mejor, sino simplemente anterior.
Es precisamente esta la sensación que le quedará a usted, querido lector, después de disfrutar la lectura de los escritos periodísticos de Chesterton, porque lo que descubrirá en estas selectas páginas de la historia del periodismo es que Chesterton bien pudiera ser un periodista del siglo XXI, que los problemas que él denuncia son exactamente los mismos que los que nosotros denunciamos y que la lupa de la ética a la que somete la realidad sigue funcionando a la perfección más de cien años después.
Inmersos como estamos en la revolución digital, transformación que sin duda ha cambiado el curso de la historia y, con la historia, de la comunicación, a veces creemos que los problemas que nos inundan “antes, no pasaban”. Pero resulta que en 1906 ya denunciaba Chesterton la expansión imparable de los memes porque “así todas las bromas o actos violentos pueden perdonarse bajo esta estricta condición: que sean completamente inútiles”. Claro está, que no utilizaba el término meme, como tampoco Quintiliano hablaba de brainstorming, pero para el caso es lo mismo.
Sin embargo, el fondo del asunto que denuncia Chesterton es tan actual que podría entrar de lleno en nuestros libros de Ética y Deontología. De hecho, percibía cuando denunciaba que podría parecer que “el fin primordial de los periódicos es ocultar las noticias” mediante un sencillo y eficaz sistema: “dos líneas impresas pueden callar a doscientos testigos veraces” o, lo que es lo mismo, lo que no está en los medios, no existe. Y demasiadas veces se extiende la errónea idea de que algo es verdad “porque lo han dicho en la tele” o porque “lo he oído en la radio”.
Con ese humor que caracteriza a nuestro autor, denuncia que “el público creería al periódico en contra de los testigos. […] incluso los testigos creerían al periódico en contra de sus propios ojos”. Esto suena enormemente a fake news pero en versión “Chesterton”, que ya descubrió que la selección de noticias era “un nuevo modo de adular”. Contra las mentiras, que jamás serán periodismo, la verdad. Pero la verdad bien estudiada, la verdad interpretada y contextualizada. Porque hoy vivimos inmersos en un periodismo de declaraciones que roba la entidad a las noticias. Y resulta que Chesterton, en 1907, vivía en un periodismo muy similar, con el gacetillero agazapado cual animal de caza en pos del mejor titular. No obstante, Chesterton sabe que el buen periodista es el que comprende a las personas, el que trasciende a los hechos, el que interpreta el mundo con un único fin: hacer de la sociedad a la que se lo cuenta un lugar mejor.
Fragmento de un texto escrito por la Prof. Dra. María Solano Altaba, periodista y doctora en Periodismo. Decana de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación de la Universidad CEU San Pablo.