Un nuevo nihilismo se extiende en nuestros días. No se debe a que las creencias religiosas o los valores tradicionales estén perdiendo su validez. Ya hemos superado ese nihilismo de los valores que Nietzsche anunció con expresiones como “Dios ha muerto” o la “transvaloración de todos los valores”. El nuevo nihilismo es un fenómeno del siglo XXI. Es fruto de las distorsiones patológicas de la sociedad de la información. Se alza cuando perdemos la fe en la propia verdad. En la era de las fake news, la desinformación y la teoría de la conspiración, la realidad y las verdades fácticas se han esfumado. La información circula ahora, completamente desconectada de la realidad, en un espacio hiperreal. Se pierde la creencia en la facticidad. Vivimos en un universo desfactificado. Junto con las verdades fácticas desaparece también el mundo común al que podríamos referirnos en nuestras acciones.
A pesar de su radicalismo, la crítica de Nietzsche a la verdad no pretende su destrucción, pues no niega la propia verdad. Solo expone su origen moral. La verdad se deconstruye, es decir, se reconstruye genealógicamente. La verdad es, según Nietzsche, una construcción social que sirve para hacer posible la convivencia humana. La dota de un fundamento existencial: “El impulso a la verdad comienza con la observación intensa de cómo se contrapone el mundo verdadero y el de la mentira, y cómo toda vida humana es insegura cuando la verdad-convención no tiene validez en absoluto: es una convicción moral de la necesidad de una convención fija para que pueda existir una sociedad humana. Si el estado de guerra debe cesar en cualquier parte, entonces debe comenzar con la fijación de la verdad, es decir, con una designación válida y vinculante de las cosas. El mentiroso usa las palabras para hacer que lo irreal aparezca como real, es decir, hace un uso impropio del fundamento sólido”. La verdad impide que las diferentes pretensiones de validez conduzcan a un bellum omnium contra omnes, a la división total de la sociedad. Como convención necesaria, mantiene unida a la sociedad.
El nuevo nihilismo es un síntoma de la sociedad de la información. La verdad ejerce una fuerza centrípeta que mantiene unida a una sociedad. Y la fuerza centrífuga inherente a la información tiene un efecto destructivo sobre la cohesión social. El nuevo nihilismo se gesta dentro del proceso destructivo en el que el discurso se desintegra en información, lo que conduce a la crisis de la democracia.
El nuevo nihilismo no supone que la mentira se haga pasar por verdad o que la verdad sea difamada como mentira. Más bien socava la distinción entre verdad y mentira. Paradójicamente, quien miente de forma consciente y se opone a la verdad, la reconoce. La mentira solo es posible cuando la distinción entre la verdad y la mentira permanece intacta.
El mentiroso no pierde su conexión con la verdad. Su fe en la realidad no se tambalea. El mentiroso no es un nihilista. No cuestiona la verdad en sí misma. Cuanto más decididamente miente, más se reafirma la verdad. Las noticias falsas no son mentiras. Atacan a la propia facticidad. Desfactifican la realidad.
Incluso en el Estado totalitario de Orwell, la verdad persiste como instancia. Se basa en una enorme mentira que se presenta como verdad. El protagonista, Winston Smith, dice: “Y si todos los demás aceptaban la mentira que impuso el partido, si todos los testimonios decían lo mismo, entonces la mentira pasaba a la historia y se convertía en verdad”. El partido miente, pero la enormidad de la mentira la convierte en verdad. Sigue haciendo uso de la instancia de la verdad. Así, el Ministerio de la Verdad desempeña un papel central en la distopía de Orwell. Tiene su sede en un enorme edificio piramidal escalonado de reluciente hormigón blanco que se eleva trescientos metros hacia el cielo. Ese edificio domina el paisaje urbano. Contiene tres mil habitaciones. El Ministerio de la Verdad se ocupa de las noticias, el ocio, la educación y las artes. Suministra a la población periódicos, películas, música, teatro y libros. Distribuye periódicos de escaso valor que contienen casi exclusivamente historias de crímenes y deportes, novelas baratas y canciones sentimentales de moda. Así se pretende evitar el pensamiento independiente de la población. En el Ministerio de la Verdad hay incluso todo un departamento que produce pornografía en grandes cantidades. Utiliza la pornografía como herramienta de dominación. Los adictos al porno y al juego no se rebelan contra el poder.
La función capital del Ministerio de la Verdad es anular las verdades de hecho. La facticidad de los hechos queda anulada. Al ponerlo continuamente en consonancia con el presente, el pasado se desdibuja. Todos los documentos de los archivos se revisan sin cesar para ajustarlos a la línea actual del partido. Así, todos los registros existentes dan la razón al partido. El Ministerio de la Verdad practica la mentira total del modo más radical. No se limita a difundir fake news aisladas. Más bien mantiene a toda costa una realidad ficticia.
Byung-Chul Han –nacido en 1959– es un filósofo y escritor surcoreano. Formado en Alemania, estudió filosofía, literatura y teología en las universidades de Friburgo y Múnich, hasta llegar a ser docente en la Universidad de las Artes de Berlín. Fragmento de su libro Infocracia publicado 2024.