“Terminaré con una advertencia que debe servir de base a todo el sistema social, y es la de que, en vez de destruir la igualdad natural, el pacto fundamental sustituye por el contrario una igualdad moral y legítima, a la desigualdad física que la naturaleza había establecido entre los hombres, las cuales, pudiendo ser desiguales en fuerza o en talento, vienen a ser todas iguales por convención y derecho”.
J. J. Rousseau
El resultado de las elecciones primarias en Argentina, también conocidas como PASO (Primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias), en las que el ultraliberal Javier Milei, candidato a la presidencia obtuvo la mayor cantidad de votos, evidenció que en gran parte del electorado del vecino país caló hondo la idea de que el Estado es un “Estado fallido” y, por tanto, este debe minimizarse o bien simplemente de a poco desaparecer.
En definitiva, la autopercepción que tiene la ciudadanía de que las instituciones de su país no han sido capaces de dar respuestas ni soluciones a los problemas sustanciales como pueden ser la educación, la seguridad y el trabajo, pone entredicho la verdadera función del contrato social.
Y de esa forma, la retórica empleada por el líder de Libertad Avanzada no sólo apunta contra el Kirchnerismo y su modelo político, sino que además insiste en la idea de que el Estado como institución civil es más bien un obstáculo que un instrumento al servicio de la sociedad.
Así, Javier Milei se autodefine a sí mismo como “libertario”, que es una corriente política influida por autores como Murray Rothbard o Robert Nozick, en donde el papel del Estado es prácticamente nulo o está limitado exclusivamente a asegurar el cumplimiento de los contratos y de proteger a los ciudadanos contra el robo, el fraude y el uso ilegítimo de la fuerza (Guillermo Kreiman, El libertarismo rawlsiano: un análisis del modelo de justicia de la escuela de Arizona).
Es por ello que uno de los cuestionamientos que se reiteran en los discursos de Milei es el siguiente: “¿Por qué todo tiene que estar regulando el Estado? Hay estudios de Estados Unidos que dicen que, si dejaras esos mercados libres, funcionarían muchísimo mejor y tendrías menos problemas”, sentenciaba el presidenciable argentino.
Así, entre sus propuestas se encuentran: la dolarización paulatina de la economía, la eliminación del Banco Central, la privatización de empresas públicas, el fin de las indemnizaciones laborales por despido, entre otras.
Sin embargo, es obvio que implementar esta clase de reformas no es algo que se pueda realizar en un periodo de gobierno y, por otra parte, un experimento de ese tipo nos acerca más hacia un estado de anarquía que hacia el consenso que implica el desarrollo de un verdadero contrato social. Por lo que podemos pensar que todo este discurso contra la naturaleza de nuestras instituciones tiene más una finalidad simbólica que filosófica.
Sin embargo, lo que parecen olvidar muchos ciudadanos que ejercen su voto en el vecino país, es que muy a pesar de la disfuncionalidad que pueda tener el Estado en su quehacer, no se puede olvidar que, desde sus orígenes, la razón de ser del Estado fue la de eliminar las desigualdades y la de garantizar el cumplimiento de ley.
Y como bien afirmaba J. E. Rodó en su Ariel: “El deber del Estado consiste en colocar a todos los miembros de la sociedad en indistintas condiciones de tender a su perfeccionamiento. El deber del Estado consiste en predisponer los elementos propios para provocar, uniformemente, la revelación de las superioridades humanas donde quiera que existan”.
En definitiva, el riesgo de autopercibirse como un Estado fallido no solo deja abierta la puerta al anarquismo; también puede significar el preámbulo al nuevo modelo de organización global basado en organizaciones internacionales que pretenden en este siglo XXI tener mayor injerencia sobre los gobiernos nacionales que pareciera que se hayan cada vez más debilitados.
TE PUEDE INTERESAR