Juan Pablo Pedemonte (Montevideo, 3/6/1981) trabaja desde 2007 de forma independiente en distintos emprendimientos personales, participando en numerosas publicidades nacionales e internacionales, documentales y largometrajes. Parte de su obra artística se puede visitar en www.juanpablopedemonte.com.
En Los pájaros ocultos (seleccionado por el MEC 2011 y 2014) rinde un cálido y magistral homenaje a algunas figuras trascendentales de nuestra cultura. Sus obras plásticas se alternan con sus obras literarias, mientras con ojo atento escudriña los huecos existentes, ya sea para registrarlos o para llenarlos de contenido.
¿Cómo se dio tu temprana relación con el arte? ¿Tuviste alguna influencia familiar? ¿Estabas en contacto con alguna circunstancia que hoy reconozcas como influencia; bibliotecas, vínculos, antepasados?
En mi familia no hubo una influencia directa. En la biblioteca, reservada en una habitación, había libros de notariado y de medicina por las profesiones de mis padres. Lo más cercano fue la paciencia, cada vez más inexistente en los padres, de regalarme la maravilla de un cuento para dormir. Tuve un tío abuelo, Juan Carlos Pedemonte, que escribió crónicas históricas y políticas, y recuerdo que solo ver el lomo de los libros con mi apellido en la biblioteca del colegio me generaba algo parecido a la admiración: esos sinsentidos que en la infancia tienen trascendencia.
Recuerdo en cuarto de escuela haber ganado un concurso de poesía, que en ese entonces se hacía en mi colegio. También recuerdo mi indignación cuando lo publicaron con unos versos modificados. Ese día supe que me iba a vengar o que iba a ser escritor.
Yo no era para nada un buen alumno. La escuela fue un largo letargo interrumpido por los recreos y los momentos de literatura y dibujo. En sexto año confirmé con el mejor maestro de escuela que pude tener, Mario Vasallo, que las palabras bien orquestadas podían redimirme: cada vez que había que hacer narraciones era el mejor de la clase.
Además de la ORT y del taller con Clever Lara, ¿qué maestros o instituciones fueron tus referentes? ¿Qué piensas de la enseñanza artística, qué hubieras querido agregar en tu currículo?
La universidad no me aportó ni por asomo lo que me aportaron algunos libros y maestros. Clever es una enciclopedia además de un artista. Es imposible no ganar aprendizaje y rigor artístico a su lado. Hugo Giovanetti Viola fue uno de los más grandes maestros que tuve. Una noche de viernes, a mis 22 años, entré en una pequeña habitación que me cambiaría definitivamente los planes. Ni yo mismo imaginé que las salidas de los viernes las cambiaría por asistir religiosamente a un espacio que apilaba tipos en el suelo con alguna bebida espirituosa y papeles en la mano. Esa fue mi mayor universidad: el taller Universo de Hugo. Allí sonaba Herrera y Reissig, Vallejo, García Lorca, Baudelaire, Onetti, Bukowski, Faulkner, McCullers, Marosa, Felisberto y tantos otros diamantes. Me salvó.
Con los años conocí e hice cierta amistad con algunos artistas importantes como Jorge Meretta, Enrique Estrázulas, Alfredo Fressia, Lucio Muniz. Alguna que otra vez me encontraba con Gerardo Ruiz y Marcelo Legrand. Con Horacio Cavallo teníamos el ritual de juntarnos en el Lindo Bar cada vez que venía Fressia de Brasil. Alguna vez se sumó Álvaro Ojeda. Todos tipos muy valiosos de los cuales he recogido o robado bastante, porque un poco de esto se trata el arte.
Al terminar tu licenciatura en Comunicación te volcaste a la publicidad y comenzaste con dos emprendimientos desde los cuales trabajas: Minimal y Tremendo Films. ¿Consideras que el arte debe autosustentarse o que el Estado debe apoyar? ¿Es posible vivir del arte?
En cuanto a las empresas, ambas las fusioné en Galopante.uy. Respecto a la independencia artística o al apoyo Estatal, entiendo que una cosa no invalida la otra. Sí creo que se puede sustentar per se, pero requiere de una autogestión de la obra y de una metodología de trabajo que muy pocos son capaces de llevar a cabo. Yo mismo no lo he sabido hacer. También hay disciplinas que tienen un camino más accesible que otras. Dedicarse únicamente a la literatura está reservado más para los que entienden los intereses populares que para los verdaderos escritores, salvo algunos pocos que definitivamente no le tienen miedo al hambre. Respecto al apoyo del Estado: sí, por supuesto. La cultura es el verdadero pan de la evolución de las sociedades. El arte es cultura y desarrollo. No apoyar las manifestaciones de la sensibilidad humana, supone una autodeclaración de ignorancia.
¿Sientes que es necesario revisitar las actividades que ya transitaste como artista, que aunque no las busques, ellas te encuentran, llámese poesía, fotografía, pintura, etcétera? ¿Tienes objetivos o metas en cuanto a ellas?
Es inevitable, para los devotos de la metáfora, encontrarnos en distintas esquinas con la poesía. Yo necesito transfigurar la materia, hacerla metáfora. Me pueden sacar un riñón, pero no la poesía. Cuando un ciprés calvo no me de otra cosa que sombra, el día que el óxido en un fuselaje sea solo corrosión frente a mis ojos, ese día que camine sobre las hojas del otoño sin enternecer, será mejor retirarse del partido.
A nivel literatura tengo cerca de diez libros en bytes. Mis pinturas se llenan de polvo debajo de unas tapas que hice en el piso del taller. Supongo que van a tener un mejor destino. Confío. Con los documentales este año espero retomar el proyecto de Los pájaros ocultos, si todo sale bien.
Te presentaste a concursos y resultaste merecedor de reconocimientos de jurados prestigiosos. ¿Eso tiene valor para ti? ¿Te importa que la gente valore tus poemas, tus audiovisuales, tus pinturas? De ser así, deberías exponerlas, editarlas, publicarlas permanentemente ¿o no?
Sí, es cierto. Con veintipico de años que un jurado integrado por Benavides, Estrázulas y Salvador Puig me diera un primer premio fue para mí una mano en el hombro. Eso y no mucho más son los premios: alguien tiene fe en lo que haces. Esa confianza que te regalan, uno la debe devolver a la vida: hay que seguir entonces.
En el 2003 publicaste un poemario, Almajara, en 2008 te destacaron por Muertos en flor, en 2012 por Los cristales del vientre, en 2014 por Los vitrales de Cristo, en 2019 por Alteridad de la miseria y en 2020 por Perros de mi Tristeza (todos inéditos). Estos textos, merecedores de distinciones varias, están generosamente disponibles en tu sitio web. ¿Por qué no publicarlos?
Ganas sobran; recursos, no. Esa es la explicación, supongo. O quizá prioricé otras cosas. Porque además no aspiraría jamás con estos libros a algún tipo de retorno de inversión que no sea otro que el de la camaradería de algún comentario o valoración en gracia. Es una suerte de salvajismo publicar así.
En pintura, tuviste un reconocimiento en 2015 y tienes una vasta obra que clasificaste en Celdas, Silicios, Ascensos y Luciérnagas. ¿Sigues trabajando en ellas? Tienes una colección muy sólida y sin duda apta para exponerse a nivel internacional. ¿Qué piensas hacer de acá en más con ellas y las futuras?
Con la pintura tengo un asunto de responsabilidad. Sé lo importante que es en mi vida. Y sé que exponer es exponerse. Entonces lo tomo con el debido cuidado. Cuando sienta que deba exponer sin dudas lo haré. Mientras tanto trabajo para ello.
Como realizador audiovisual, hiciste Los pájaros ocultos, con el apoyo de los fondos concursables del MEC 2011 y 2014. Esa serie de entrevistas a grandes referentes de la cultura de nuestro país te ubicó y destacó un realizador de alto nivel en materia de gestión cultural, dado el enfoque artístico y poético con el que abordaste a esos artistas, haciéndolos hablar y mostrándolos como nunca hasta ese momento. ¿Qué sientes hoy de esa serie magistral de documentales?
Yo apenas le pongo adjetivos porque los hice con un desconocimiento audiovisual que me hace pensar mucho más en un joven curioso e irreverente que en un realizador audiovisual orgulloso. Si tengo orgullo es más por la irreverencia y la perseverancia. Pero también es cierto: hay momentos de esos 12 documentales en los que siento que toqué la fibra correcta.
Con una producción vasta, variada, de alta calidad en estos 15 años, ¿cabría calificarte de intenso, apasionado, perfeccionista, exigente, autocrítico, meticuloso? Si pudieras cambiar algo, ¿qué cambiarías? ¿Qué te haría feliz?
Es una radiografía bastante atinada. Soy una suerte de coctel de esos adjetivos, con muchos otros males. Cambiaría mucho, pero para adelante. Lo contrafáctico es arena de resentimiento. Claro que hay “si hubiera”, pero tanto más hay “si hago”.
Me concentro más en mis anhelos que en mis recuerdos, y más en mis torpezas que en mis aciertos, por eso celebro especialmente el milagro de poder cambiar todos los días.
¿Para formarse hay que ir en algún momento al exterior? ¿Hay un renacer del audiovisual en Uruguay?
No tengo demasiado claro el camino de la formación. Entiendo que hoy hay muchos más lugares y posibilidades para estudiar cine, sea en instituciones académicas o en el mar inmenso de internet: ahí está todo, incluso las películas que antes eran inaccesibles. También hay mucho más apoyo estatal: Fondo de Fomento, Fondo de Incentivo Cultural, Fondo de Estímulo a la Formación y Creación Artística, exoneraciones fiscales, etcétera. Hay un conjunto de posibilidades que antes faltaban.
¿Qué le aconsejarías a un joven que le encanta el cine y quiere incursionar?
La maquinaria que hay que encender primero es la de la curiosidad, luego la máquina de luz: ver cine, y después agregarle academia y estudio, que es imprescindible. Para hacer fotografía o cine hay que entender la luz: aprender su física, su ley inversa al cuadrado; todo el universo de las distancias y las orientaciones. Recién después, ocuparse del corazón de la luz; el modo en que ella debe abrazar los objetos retratados. Ese creo que es el orden para lanzarse. También aconsejaría encontrar un buen productor ejecutivo. Porque la mayoría del talento muere en cuatro paredes grafiteadas de guiones.
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