Joaquín Torres García tuvo un profundo arraigo con Barcelona, lugar que vio nacer su gran vocación pedagógica. En una carta manuscrita de 1915 queda en relieve esta vocación y el estrecho lazo con sus discípulos.
Hace unos meses leí en la prensa española una noticia que trajo a la memoria una carta manuscrita de Joaquín Torres García, fechada en 1915 en Mon Repòs, dirigida a Josep Obiols i Palau (1). Es una preciosa carta en la que queda manifiesta su profunda vocación pedagógica y la necesidad de transmitir sus ideas. Su vida es testimonio de este deseo, que plasmó a través de libros, artículos y conferencias, y mediante la docencia, principalmente en dos etapas: la primera durante su estancia en Cataluña y la segunda en Montevideo.
La noticia de prensa que leí es de una inmobiliaria de Barcelona que anuncia la venta de la finca Mon Repòs en Terrassa. La oferta puede verse en la web y reza así: “En las afueras de Terrassa se vende una finca denominada Mon Repòs”. En el anuncio hay colgadas 30 fotografías. Casi todas son del exterior de la casa. “Originariamente compuesta por dos edificios unifamiliares aislados, tiene un diseño de lenguaje clásico, inspirado en su totalidad en el arte griego”. Se podría agregar que fue un centro de reunión de poetas y pintores que buscaban nuevas formas de expresión y uno de los lugares de referencia del Noucentisme.
Torres García en Barcelona
Si bien Torres García nació en Montevideo en 1874, tuvo un profundo arraigo con Barcelona. Sus padres emigraron a Uruguay y en 1891 volvieron a Barcelona cuando él tenía 17 años. Allí, entró en contacto con círculos artísticos barceloneses, asistió a clases y se formó dentro del rico ambiente cultural que dominaba el principio de siglo en Cataluña.
Toda la vida de Torres García estuvo ligada al mundo de la pedagogía, actividad que inició en Barcelona y en Terrassa en Mon Repòs. Desde los primeros tiempos experimentó la necesidad de transmitir sus inquietudes a los que buscaban nuevos caminos dentro del arte.
En 1905 daba clases de dibujo en la escuela Mont d’Or en Barcelona en el barrio de Sarriá. Este proyecto de innovación pedagógica implicó que los alumnos se trasladaran a vivir en régimen de internado a la escuela en estrecho contacto con el profesor, a modo de la escuela de Sócrates, creando un vínculo de confianza en la idea de la enseñanza por convicción. Las ilustraciones de su producción infantil en esta época representan una vertiente pedagógica, didáctica y moderna aplicados al texto.
Cuando la Escuela Mont d´Or se trasladó de Sarriá, a una masía de las afueras de Terrassa, él siguió como profesor y allí se instaló con la familia. El 14 de julio de 1914, Joaquín Torres García, con cuarenta años, firmó la escritura de compra de los terrenos donde construiría Mon Repòs en Terrassa. La diseñó y decoró pintando frescos en las paredes. Fue una fuerte inversión, pero se sentía muy integrado en esa ciudad y en aquel ambiente. La lengua catalana la escribía y expresaba a la perfección. Vivió y trabajó en el estudio de Sarriá, donde impulsó, en 1913, la Escola de Decoració dedicada a la formación de los futuros muralistas. Allí acuden Enric Casanovas, Joan Duch, J.F. Marques Puig, Josep Obiols, Manolita Piña y Lluís Puig.
Su vocación docente se refleja en sus escritos en los que va desgranando los nuevos posicionamientos que forman parte de su filosofía y su plasmación en el arte. En 1904 publica “Augusta et Angusta”. En 1913, “Notes d´art” y en 1914 “Dialegs” y “Recull de treballs de l´Escola de Decoració”. En 1916, “El descubrimiento de sí mismo”, por señalar algunas de sus obras iniciales. En marzo de 1917, junto con el poeta Joan Salvat Papasseit, escribe en la revista “Un Enemic del Poble”. Durante su estancia en Nuevo York, entre 1920 y 1921, escribe para la prensa barcelonesa de la época, en el periódico “La Publicidad” y a su regreso en España para la “Veu de Catalunya” entre 1926 y 1928.
La carta: distanciamiento y cercanía
La carta manuscrita de 1915, en lengua catalana, va dirigida a Josep Obiols como su discípulo más directo, pero también a J. F. Marques Puig y Lluís Puig, alumnos de la Escola de Decoració, un proyecto al que dedicó una gran ilusión y al que quería que fuese un camino de realización y salida para los que cursaran en ella.
Dado el rechazo a los nuevos planteamientos artísticos de las autoridades de ese momento, Torres García sufre una gran decepción:
“En cuanto a mí, ya he resuelto no exponer nunca más, ya que pienso que en Cataluña no me queda nada más que hacer”.
Recomienda a sus discípulos desvincularse de la Escuela y de él mismo para no perjudicarles. Y desde luego no exponer juntos, pero ofreciendo siempre su ayuda y consejo en todo lo que necesitarán:
“…tendré la más grande alegría en verlos, y en ser siempre para Uds. lo que he sido hasta ahora. Dispongan, pues, de su amigo…”
Esta carta es el primer testimonio de decepción hacia Cataluña. (Más adelante, en 1920, en una carta dirigida a su amigo Rafael Barradas desde Bilbao le diría: “¡Qué lástima grande, el tiempo que hemos malgastado en Barcelona! Éste es otro país y otra gente. Mucho más moderno que cualquier otra parte de España”, fascinado por el contraste de la ría y el bullicio urbano de la ciudad (2)).
La carta rezuma tristeza y decepción por la gran entrega que habían supuesto los años vividos en Cataluña y preludia la decisión de cerrar una etapa de su vida:
“Pero todo esto, amigos, no han sido sino que bellas esperanzas, que por más esfuerzos que yo he hecho no han podido ser realidad, ni ya lo podrán ser nunca más”.
Lejos queda el encargo que le hizo el presidente de la Mancomunitat, Prat de la Riba en 1912, de los frescos en las paredes del Salón Sant Jordi del Palau de la Diputación. Su sucesor en el cargo, Puig i Cadafalch, por disentir en la interpretación del artista de los ideales del Noucentisme, le suspende los trabajos y la subvención en 1917, y con ello se agudizan las dificultades económicas por las que atraviesa el artista. En 1918 Barcelona sufre la mortífera epidemia de gripe, y aunque pinta y hace exposiciones, la pandemia retrae al público barcelonés. La vida se le complica, pero dentro de este contexto y con la noción siempre presente de una pedagogía, intenta impulsar un negocio de juguetes de madera. En estos juguetes subyace la idea de innovar, de cómo los niños pueden idear un juguete y convertirlo en un objeto artístico escultórico, con una textura de la madera y colorearlo… era una oportunidad de suscitar la creatividad individual.
“Saben cómo he trabajado, mostrando obras y escritos, que otros han dicho que tenían un valor, pero de nada me ha servido. ¿A qué continuar?”.
Vende con gran tristeza y por motivos económicos, Mon Repòs en 1920, antes de su partida a Paris camino de Nueva York. Allí recibe un gran reconocimiento a su obra y sus juguetes serán ampliamente demandados. De regreso a Europa, vive en Italia, Francia y Madrid. En 1934 decide volver a Montevideo. De nuevo surge, en esta última etapa de su vida, la vocación pedagógica del maestro, en la Asociación de Arte Constructivo, un centro de estudios y confrontación de ideas constructivas, que culminará en 1943 en la fundación del Taller de Torres con gran afluencia de discípulos y en la futura Escuela del Sur, que decisivamente influirán en el arte latinoamericano del siglo XX.
(1) Carta manuscrita mostrada por la viuda de Josep Obiols, hoy fallecida. De esta carta entregué una fotocopia al Museo Torres García de Montevideo.
(2) Carta XXIX de J. Torres García a R. Barradas Bilbao 2 de marzo de 1920, reproducida en P. García -Sedas”, J. Torres García y Rafael Barradas. Un dialogo escrito: 1918-1928. Pág. 205.
(*) Catedrática de Sociología – UB, Dra. Historia del Arte, Crítica de Arte, Miembro de AICA y ACCA.
Traducción del catalán al español: carta de Joaquín Torres García a sus discípulos Josep Obiols i Palau (Mon Repòs, 25 de diciembre de 1915)
Amigo Obiols,
Quisiera que esta carta que ahora le escribo fuera conocida por Puig y Marqués Puig, yo le ruego que se la dé a leer porque interesa a los tres igualmente.
Uds. saben que hace ya unos meses, y por segunda vez, vengo a ocuparme de buscar una solución para la “Escola de Decoració” o, dicho de otra manera, en buscar los medios para que puedan estudiar a fin de que puedan más tarde abrirse camino. Saben, también, que presenté un proyecto a la Diputación dirigido a este fin. Y por último, saben que todo esto lo hice pensando en alguien de muy alto, pensando en hacer una escuela, no mía, sino una escuela de arte mediterráneo, ya que eran muy pocos los que se habían acercado a este verdadero y único camino, y esto se tenía que imponer como un deber. Y si todo esto junto daba además una solución económica a los conflictos de Uds., no menos solucionaba los míos.
Pero todo esto, amigos, no han sido sino que bellas esperanzas, que por más esfuerzos que yo he hecho no han podido ser realidad, ni ya lo podrán ser nunca más.
Resuelto esto, negativamente, he pensado mucho en qué podríamos hacer y he sacado esto: que sin dinero y sin protección de ningún tipo, la Escuela no será posible sostenerla. Además, pensando en Uds., creo que yo ahora les puedo traer desgracia; quiero decir, que por el hecho de seguir a mi lado se encontrarían con dificultades. Mi consejo entonces es que vayan separados. Esto, ya pueden pensar, es de puertas afuera, porque el ideal que nos ha unido nos unirá siempre, y juntos continuaremos hasta que Uds. quieran. Quiero decir, que de mí pueden disponer como siempre.
No hay que hablar entonces de exposiciones, en colectividad ni de revista. El ambiente, actualmente, nos sería hostil. En cuanto a mí, ya he resuelto no exponer nunca más, ya que pienso que en Cataluña no me queda nada más que hacer.
Saben cómo he trabajado, mostrando obras y escritos, que otros han dicho que tenían un valor, pero de nada me ha servido. ¿A qué continuar? Yo ya he acabado, ahora les queda padecer a Uds.
Porque yo creía que el Arte y la Verdad –¡Iluso! ¡Oh manía mediterránea!– eran cosas que debían imponerse por propia virtud, haciéndose estimables. Pero no es así: estas cosas sirven solo para juego de otros. Y yo, en estos otros, no entro ni entraré nunca. Pero tanto me da que sea como sea. No quiero analizarlo ya que, sea lo que sea, no ha de influirme. Porque lo que yo busco y he buscado siempre no depende de nadie ni de ninguna cosa, sino de mí mismo.
Pero, vuelvo a Uds., vuelvo a repetir el consejo: vayan haciendo camino apartados de mí, que así irán mejor. Es conveniente que todo el mundo se olvide de que existió la Escolá de Decoració, y de que Uds. tuvieron que ver conmigo. A parte de eso, tendré la más grande alegría en verlos, en ser siempre para Uds. lo que he sido hasta ahora. Dispongan, pues, de su amigo, y a Ud. particularmente, esperando que me dirá, algo de lo que piensa Ud. y sus compañeros, referente a lo que aquí les digo.
Disponga de su affm. Amigo
J. Torres García
Mon Repòs 25 de diciembre de MCMXV
Señor D. Josep Obiols i Palau
TE PUEDE INTERESAR