El próximo 29 de junio cumple 93 años la poetisa uruguaya Circe Maia, residente en Tacuarembó, ciudad en donde pasó su primera infancia y gran parte de su vida. Si bien su producción poética es fruto de lo que ella ha llamado una “actividad secundaria”, compartida con sus tareas de docente, traductora y madre de numerosa familia, ha logrado amplio reconocimiento por tratarse de una poesía sencilla, profunda y vivencial.
El predominio de lo vivido
Circe Maia mostró su condición de poeta desde edad muy temprana. Tenía doce años cuando su padre hizo publicar su primer libro, titulado Plumitas, en donde ya se vislumbra con claridad el talento de la niña.
Hay quien pudiera pensar que la vida de Circe, pese a su brillante y polifacética labor intelectual, ha transcurrido en torno a lo doméstico: el jardín, la familia, los recuerdos queridos y los otros, que sustentan sus grandes interrogantes ante lo existencial. Ella no ha sido como Rimbaud, el poeta que vivió en la turbulencia de viajes y combates, ni como Luis de Camoens, que recorrió el Oriente afrontando todo tipo de adversidades. Y, sin embargo, la vida de Circe Maia, sin la parafernalia de aventuras en lugares exóticos, distó mucho de ser sencilla y sosegada.
Los combates en terreno hostil se libraron en su propio interior cada vez que la adversidad golpeaba en forma inesperada, como cuando con apenas diecinueve años perdió a su madre de manera repentina. Tiempo después, la muerte de uno de sus hijos en accidente de tránsito interrumpe por un tiempo su quehacer literario.
Los años de la dictadura militar uruguaya también significaron múltiples dificultades para su vida familiar y laboral. Destituida de su cargo como docente en Enseñanza Secundaria y con su marido preso, mantuvo sus clases particulares de idiomas e hizo otro alto prolongado en su producción poética.
Pero nada queda en el olvido y tarde o temprano reaparece en el recuerdo, ya sea en forma de poema o de prosa, como es el caso del libro Un viaje a Salto, (1987) en el que relata todo lo relacionado con la prisión de su marido. Por eso, acerca de esa vida que a pesar de su apariencia sencilla guarda tanta intensidad, ella logra decir en uno de sus poemas: “Pero hay cosas maltrechas, resistiendo/ gastadas, sin fuerzas/ y sin embargo están, ya ni se sabe cómo/ y sin embargo quedan”.
El tiempo y la filosofía escondida
Circe Maia cursó en su ciudad natal, Montevideo, en el Instituto de Profesores Artigas, estudios de filosofía que prosiguió en la Facultad de Humanidades y Ciencias. A su regreso a Tacuarembó obtuvo por concurso un cargo como docente de dicha asignatura, que ejerció durante varios años.
Si bien sus poemas a menudo están inspirados en la cotidianidad de lo doméstico, no son para nada triviales, y con un lenguaje sencillo, que también caracteriza la poesía de Maia, transmiten ideas de gran profundidad filosófica.
La misma autora lo ha reconocido en una entrevista, en la que dijo: “Me defiendo con un lenguaje totalmente cotidiano, y si al final sugiero otro problema, en un par de líneas, puede ocurrir que el lector ni siquiera se dé por aludido y entonces parezca nada más que un poema doméstico, en el que hablo de la leche, del azúcar que está sobre la mesa”. Y en relación con ese contenido filosófico que muchas veces pasa inadvertido, agregó que una amiga le había dicho como halago, desconociendo un contenido más trascendente, que sus poemas “exaltaban el rol de ama de casa”. “Si yo pudiera y no quedara muy pretencioso –agregó Maia– mostraría problemas filosóficos que están dados en mis poemas, y que poca gente puede advertir, porque no están citados”.
Sin embargo, en algunos de sus poemas, como “Múltiples paseos a un lugar desconocido”, el problema filosófico se encuentra expuesto de un modo más explícito.
En 1958 aparece su primer libro de poemas, cuyo título, En el tiempo, alude a otro tema muy presente en la poesía de Circe Maia a lo largo de toda su trayectoria. El tiempo tratado con el intimismo tan propio de su poesía, o sea, mirado desde su propia percepción personal, constatado en su propia relación con las cosas. Se trata no del tiempo como ente general y abstracto, sino presente en un rastro concreto y tangible asociado al recuerdo: “La dura luz quiere desalojar los restos/ de tiempo herido, que no quiere irse/ y allí está, quieta sobre el sillón, la hora/ de aquel tejer del día aquel de mayo”.
La precisión
Juan Ramón Jiménez en su poema “Inteligencia” dice: “Dame el nombre exacto de las cosas”. Circe Maia también aspira a esa absoluta precisión en el lenguaje poético. A ello se refiere cuando dice que “mientras la ciencia busca la precisión cuantitativa, los poetas buscan cierta precisión cualitativa”.
Esa precisión, por cierto que muy lograda en su poesía, es una de las cualidades que fueron destacadas cuando en el año 2023 se otorgó a Circe Maia el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca. El fallo del jurado otorga el reconocimiento a una autora que “ha convertido la poesía en un método de conocimiento de la realidad que se basa en la experiencia diaria, con un lenguaje transparente y exacto”.
Los reconocimientos
Fueron muchos los premios recibidos en su país por Circe Maia, de los que destacamos el Premio Nacional de Poesía (2007), el Bartolomé Hidalgo (en tres ocasiones) y el Gran Premio Nacional a la Labor Intelectual (2013).
Ninguna de estas distinciones, a las que hay que sumar muchas más obtenidas por varios de sus libros, ha hecho que Circe Maia abandone su característica humildad y la simpatía desbordante con la que recibe a los que hemos tenido la suerte de visitarla en su hogar de Tacuarembó.
Madrid, junio 2025