El cibercrimen ya no innova, produce en serie. Con inteligencia artificial, automatización y mercados ilegales cada vez más sofisticados, los ataques se aceleran y escalan. El Reporte de Predicciones de Ciberamenazas 2026 de Fortinet advierte que la velocidad, más que la creatividad, definirá el riesgo digital.
La ciberseguridad global se encamina hacia un punto de inflexión. Según el Reporte de Predicciones de Ciberamenazas 2026 elaborado por FortiGuard Labs, el centro de inteligencia de amenazas de Fortinet, el cibercrimen está dejando atrás su etapa artesanal para consolidarse como una industria organizada, eficiente y altamente automatizada. El informe, presentado por Derek Manky, vicepresidente global de Inteligencia de Amenazas de la compañía, traza un escenario donde la velocidad de ejecución será el principal factor que determine el impacto de los ataques y la capacidad de respuesta de las organizaciones.
El documento parte de una premisa clara, en 2026 no ganará quien invente la técnica más novedosa, sino quien logre transformar información en acción en el menor tiempo posible. En ese contexto, tanto atacantes como defensores estarán inmersos en una carrera donde cada minuto cuenta y donde la inteligencia artificial redefine las reglas del juego.
De la creatividad al rendimiento
Durante años, la evolución del cibercrimen estuvo asociada a la aparición de nuevos malware, exploits o campañas particularmente ingeniosas. Sin embargo, FortiGuard Labs advierte que esa lógica está siendo reemplazada por otra más cercana a un modelo industrial. Gracias a la automatización, la IA y una cadena de suministro clandestina cada vez más consolidada, las intrusiones serán más rápidas, frecuentes y fáciles de escalar.
Los atacantes dedicarán menos tiempo a desarrollar herramientas nuevas y más a perfeccionar técnicas que ya demostraron ser efectivas. Sistemas de inteligencia artificial asumirán tareas clave como el reconocimiento inicial, la identificación de vulnerabilidades, el movimiento lateral dentro de las redes y el análisis de los datos robados. Incluso comenzarán a aparecer agentes de ciberdelito capaces de ejecutar fases completas de un ataque con mínima supervisión humana.
Este cambio multiplica la capacidad ofensiva. Un grupo de ransomware que antes podía gestionar unas pocas campañas simultáneas estará en condiciones de lanzar decenas en paralelo. El tiempo entre la intrusión y el impacto se reducirá de días a minutos, lo que convierte a la velocidad en el principal factor de riesgo para empresas, gobiernos e instituciones.
Datos, IA y extorsión a escala
Uno de los ejes centrales del informe es la aceleración de la monetización de los datos. En 2026, la información robada dejará de ser un botín pasivo para convertirse en un activo que se explota casi de inmediato. Una vez obtenido el acceso a bases de datos, las herramientas de IA podrán analizarlas en cuestión de minutos, identificar los registros más valiosos y priorizar a las víctimas con mayor potencial de pago.
A partir de ese análisis, los sistemas generarán mensajes de extorsión personalizados, ajustados al perfil, la actividad y la capacidad económica de cada objetivo. Para Derek Manky, este proceso marca un cambio profundo: “el valor ya no está solo en robar datos, sino en convertirlos rápidamente en inteligencia accionable”. El resultado es una economía criminal más eficiente, donde la información circula con una velocidad inédita.
Mercados ilegales cada vez más sofisticados
La industrialización del cibercrimen también se refleja en la evolución de los mercados clandestinos. Lejos de los foros desordenados de años anteriores, estos espacios funcionan cada vez más como plataformas comerciales estructuradas. Para 2026, FortiGuard Labs prevé servicios altamente segmentados, con paquetes de acceso diseñados según industria, región geográfica o tipo de sistema.
Los mercados ilegales incorporan prácticas propias del comercio formal: sistemas de reputación, atención al “cliente”, marcaje de confianza y depósitos en garantía automatizados. Esta profesionalización reduce las barreras de entrada, permite que actores con menos conocimientos técnicos lancen ataques complejos y consolida al cibercrimen como una industria con reglas, roles y procesos definidos.
Infraestructura crítica bajo presión
El informe advierte que sectores de alto impacto seguirán siendo objetivos prioritarios. Salud, manufactura, energía y servicios públicos concentran riesgos elevados, especialmente en contextos donde la digitalización avanzó más rápido que las políticas de seguridad. El modelo de ransomware como servicio continúa expandiéndose hacia entornos industriales y operativos, donde la interrupción del servicio puede tener consecuencias económicas y sociales inmediatas.
Incluso técnicas antes asociadas a operaciones estatales, como la corrupción de firmware o la inutilización permanente de dispositivos, comienzan a ser reutilizadas por grupos criminales con fines extorsivos. En un entorno cada vez más interconectado, estos ataques pueden escalar rápidamente y afectar a múltiples actores de una misma cadena de suministro.
Defender a velocidad de máquina
Frente a este escenario, se sostiene que la defensa también debe evolucionar. En 2026, las operaciones de seguridad que dependan de procesos manuales o respuestas lineales quedarán en clara desventaja. La clave estará en operar a velocidad de máquina, integrando inteligencia, validación y respuesta en ciclos continuos.
Marcos como la gestión continua de la exposición a amenazas y Mitre ATT&CK permiten mapear amenazas activas, identificar exposiciones críticas y priorizar acciones correctivas basadas en datos en tiempo real. El objetivo es reducir la detección y la contención de horas a minutos, interrumpiendo el ciclo del ataque antes de que llegue a su fase de monetización.
La identidad se convertirá en el eje de las operaciones de seguridad. Ya no se trata solo de autenticar personas, sino también agentes automatizados, procesos de IA y comunicaciones entre máquinas. Estas identidades no humanas se multiplican en entornos cloud y automatizados, y su mala gestión puede habilitar escaladas de privilegios masivas en cuestión de segundos.
Colaboración y prevención como respuesta global
La industrialización del cibercrimen exige respuestas coordinadas. El informe destaca la importancia de la colaboración entre el sector público y privado, donde el intercambio de inteligencia y la disrupción focalizada permiten desmantelar infraestructuras criminales complejas. Operativos internacionales y programas de recompensas por información buscan acortar la distancia entre la detección y la acción.
Al mismo tiempo, se anticipa una mayor inversión en prevención y educación. Parte del crecimiento del cibercrimen se explica por la captación de jóvenes y poblaciones vulnerables atraídas por estas economías clandestinas. Redirigir ese talento antes de que ingrese al ecosistema delictivo se vuelve una estrategia clave para reducir la oferta de nuevos actores criminales.
De cara a los próximos años, el informe proyecta que el cibercrimen podría operar a una escala comparable a la de industrias globales legítimas. La automatización y la inteligencia artificial seguirán profundizando tanto la ofensiva como la defensa. En ese contexto, la diferencia no la marcará quién tenga las herramientas más sofisticadas, sino quién logre integrarlas mejor con la experiencia humana. En la nueva batalla digital que se avecina, la velocidad y la coordinación serán determinantes.



















































