Legalizar la eutanasia en Uruguay generaría una importante presión sobre los más frágiles, impulsada por intereses económicos, dadas las experiencias de los países que la han aprobado. Así lo dijo a La Mañana el líder cabildante, Guido Manini Ríos. En esa línea, sostuvo que los cuidados paliativos deben ser la respuesta al sufrimiento extremo y advirtió que la ley abriría la puerta a abusos y a una visión de la vida donde los improductivos serían considerados descartables en una sociedad “cada vez más materialista”.
¿Cuáles son los principales riesgos que implicaría aprobar una ley que habilite la eutanasia en Uruguay?
Una vez que se apruebe esta ley, que se debería llamar de eutanasia y suicidio asistido porque así se llamaba en el proyecto original, habrá gente en este país que va a estar mucho más débil de lo que está hoy, más expuesta a las presiones de familiares. Hay miles de familias donde la persona enferma es una carga a veces difícil de sobrellevar, que genera serios problemas. Es una persona que le está haciendo gastar a la sociedad cuando, como se dice vulgarmente, ya jugó el partido. También presiones de dictámenes de profesionales van a estar al servicio de las instituciones de salud que solo van a buscar resultados económicos.
Yo he estado relacionado con el mundo de la salud varios años y realmente la mercantilización de la salud es alarmante. Aquí claramente está en juego el gasto, porque una persona eutanasiada es mucho más barata que una persona que hace un tratamiento o que está bajo cuidados paliativos. No cabe duda de eso y es evidente que va a haber ciudadanos clase A, que son los productivos, y clase B, que son los más frágiles de nuestra sociedad, que ahora van a ver en la muerte la salida a sus problemas. En el país de una de las mayores tasas de suicidios en el mundo, ofrecer a quienes tienen problemas la muerte asistida fácil, parece una locura, algo que solo quienes están ajenos a la realidad pueden proponer.
¿Cree que existe alguna situación límite –como el sufrimiento extremo e irreversible– en la que la eutanasia podría considerarse un acto de compasión y no de eliminación?
La muerte digna se asegura con cuidados paliativos, no con eutanasia, que desconoce la dignidad del paciente. Es un mito eso de que la eutanasia significa que no haya sufrimiento. La persona que está esperando que lo vengan a eutanasiar, la familia, cuando se le pone día y hora a la muerte… ¿Cómo que no hay sufrimiento? Si habrá sufrimiento. Lo opuesto al sufrimiento no es la muerte. Lo opuesto al sufrimiento es el alivio. Ninguna vida debe ser descartable. Toda vida tiene valor en sí misma. Toda persona merece ser aliviada. ¿Hay alguien que pueda medir el sufrimiento de una persona que sabe que tal día, a tal hora vienen a matarla, a ponerle fin a su vida, y el sufrimiento de su familia? No cabe duda de que para una situación límite se deben garantizar los cuidados paliativos. Son onerosos para las empresas de salud y tratan de evitarlos. Pero se aprobó una ley en la legislatura anterior que obliga en determinado plazo a todas las instituciones de salud a brindar ese servicio. Esos cuidados paliativos llevados adelante en forma adecuada evitan el sufrimiento en cualquier situación límite. Repito, no es la eutanasia lo que termina con el sufrimiento. La eutanasia también genera un gran sufrimiento y eso hay que asumirlo.
Desde sectores defensores del proyecto se argumenta que se trata de garantizar un derecho, no de imponer una práctica. ¿Qué responde a quienes dicen que negar ese derecho es imponer una única visión sobre la muerte a toda la sociedad?
Eso de garantizar un derecho es muy discutible, es decir, hay que analizar las cosas en cómo van a ser en la realidad y no en los planos teóricos donde se parte de la base de que cada uno puede hacer de su vida lo que quiere. Nosotros pensamos que en la realidad esa persona va a tener mucho menos derecho por ese sometimiento a la presión de la que hablaba y que va a adoptar decisiones presionado. Una persona que está en un estado de debilidad fruto de su propia patología es fácilmente presionable. ¿Dónde está el derecho de esa persona? Quien adopta o puede adoptar una conducta suicida como producto de una enfermedad mental o por estar cansado de la vida o por no tener una luz en el horizonte o por graves problemas que no quiere enfrentar, en vez de ayudárselo, se le ayuda a suicidarse. ¿Eso es realmente defender un derecho? Nadie defiende al que se quiere suicidar. Ahora, en este caso, cuando alguien quiere poner fin a su vida, presionado por un entorno que le puede insinuar que debería ponerle fin a sus días para evitar determinadas cargas, incluso intrafamiliares, a estos los consideramos clase B y les damos todas las facilidades para que terminen sus días. ¿Eso es defender un derecho? Nosotros pensamos que es exactamente al revés. Habría que hacer todos los esfuerzos para hacerle llevadera a esa persona sus últimos tiempos y no someterla a la presión para que termine sus días. ¿No será que se está encubriendo de humanismo y de la intención de evitar sufrimientos innecesarios al paciente, cuando lo que se quiere es evitar la carga de tener que atender y acompañar a los más frágiles hasta el final? Se está ocultando un tremendo egoísmo de una sociedad cada vez más materialista que solo busca vivir cómoda descartando a los improductivos, a los que son un fardo.
¿Qué alternativa propone para personas que padecen enfermedades crónicas, incurables o sufrimientos físicos y psíquicos insoportables, y que piden asistencia médica para morir dignamente?
La alternativa, como comentaba, son los cuidados paliativos hechos seriamente sin escatimar recursos. La persona no tiene por qué morir sufriendo. A mí me tocó ser director de una institución médica donde funcionaba y funciona hasta el día de hoy un servicio de cuidados paliativos realmente ejemplar, donde ningún paciente moría sufriendo dolores insoportables que se quieren evitar en teoría con la eutanasia. Los cuidados paliativos son el camino. No estamos hablando de alargar la vida innecesariamente, sino de que la vida se termine cuando se deba terminar, no apurar ese final para generar menos costo, que es lo que plantea este proyecto.
En su opinión, ¿hay una “puerta abierta” al abuso, como han advertido algunos legisladores, o cree que el sistema de controles previsto en el proyecto podría evitar que eso suceda?
Por supuesto que puede haber abusos y seguramente los va a haber. ¿Cuántas situaciones van a terminar en eutanasia? Basta ver lo que pasa en países que han aprobado la eutanasia como Holanda, Bélgica, donde a veces por una depresión o fruto de algún problema coyuntural, la persona termina pidiendo la eutanasia y de acuerdo con la ley se le tiene que otorgar. ¿Cuántas veces se ha dado la eutanasia sin la participación de los familiares porque la persona en un estado de fragilidad o de debilidad que puede ser coyuntural la termina pidiendo? También hay que ver que en algunos países como Canadá, cuando se sometió a aprobación el proyecto de eutanasia, ya venía incluido cuánto se iba a ahorrar el Estado con su aplicación, un tema meramente económico. Vaya si podrá haber abusos de todo tipo en la aplicación de esta ley que va a terminar generando una categoría, repito, de ciudadanos descartables, que es un grave retroceso. De aprobarse esta ley, no sería un adelanto humanista, sino un gravísimo retroceso en nuestra sociedad.