Bien se ha dicho que el nombre no hace a la cosa, puesto que es frecuente la experiencia de advertir, a pesar de las regulaciones que pretenden evitarlo, que la etiqueta no condice con las características del bien envasado, haciendo realidad aquello de que las apariencias a veces engañan.
Comprendo que vivimos un mundo donde se pretende instaurar una realidad paralela, donde debe aceptarse como verdad las aspiraciones o simplemente los caprichos enfermizos de quienes pretenden que aceptemos aquello de que “soy lo que me percibo”. En lo que nos es personal, adherimos a la máxima aristotélica de “adaequatio rei et intellectus”, por la que la verdad se define como la adecuación de nuestro pensamiento a la realidad exterior. Las cosas son o no son, independientemente de nuestra voluntad o circunstanciales caprichos, como algunos pretenden en la actualidad prohijando un voluntarismo idealista que nos lleva a chocar con la realidad, que tarde o temprano se impone a despecho de nuestras ensoñaciones. Como señala con elocuencia Bossuet “Hay leyes fundamentales que no se pueden cambiar. Quebrantándolas, se conmueven los cimientos de la tierra. Es entonces cuando las naciones parecen tambalearse como turbadas y ebrias, tal como lo dicen los profetas. El espíritu de vértigo las posee y su caída es inevitable porque los pueblos han violado las leyes, cambiado el derecho público y roto los pactos más solemnes”.
Hace pocos días se ha llevado a cabo una reunión de presidentes iberoamericanos autoidentificados como progresistas. Supongo que creen haber avanzado beneficiosamente para cubrir las aspiraciones de sus pueblos, lamentablemente las acciones de Boric, Petro, Lula y Sánchez en sus respectivos países solo los han alejado de un verdadero progreso. Salvo que se entienda por progreso la muestra de palmaria incapacidad y la manifiesta falta de honradez que se les adjudica por sus desempeños como primeros mandatarios. No abrimos opinión sobre nuestro presidente, porque por el momento no vemos claro la dirección de su desempeño en la primera magistratura, pero nos atrevemos a recomendarle que no se junte con los peores de la clase, responsables de ostensibles retrocesos en los países que gobiernan y que todo hace prever que pagarán caro sus errores en próximas contiendas electorales.
La preocupación de estos mandatarios por la necesidad de proteger las democracias modernas frente a los avances de los extremismos y la desinformación nos parece el colmo del caradurismo. Es posible, acaso, que quienes han hecho su carrera política ejerciendo la violencia armada contra gobiernos democráticos o bien han acogido en sus filas a quienes han actuado de dicha forma, sembrando a sus respectivos países de muertos inocentes, privando a otros de su libertad mediante arbitrarios secuestros, aplicando arbitrariamente su particular criterio de justicia, rapiñando, extorsionando y cometiendo cualquier tropelía, hoy se preocupen por extremismos antidemocráticos. En lenguaje bíblico, ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Bueno hubiera sido escuchar algún mea culpa que nos diera tranquilidad y abonara una cierta sinceridad, aunque más no fuera de la boca para afuera. Doy por descartado que esta repentina preocupación por las amenazas a la democracia no comprende a los regímenes marxistas de Cuba, Venezuela y Nicaragua, ya que para algún integrante de nuestro partido de gobierno Cuba constituye un “faro de libertad” (sic). Mis dos visitas a la isla me permiten dar fe de la miseria y opresión con que se vive en un lugar que mereció ser considerado como un paraíso caribeño.
También es interesante su genérica propuesta de promover la justicia social, contra lo que nadie sensato está en contra. Lamentablemente, todos ellos se han sometido al globalismo imperante, impulsado por las elites mundialistas que nos asignan la calidad de meros proveedores de materias primas, reservando su industrialización a las grandes empresas multinacionales radicadas en otras latitudes. A nuestra gente se le ofrece la dádiva de la renta básica universal, descargar el peso de la tributación sobre la pequeña y mediana empresa, mientras se exonera generosamente a las grandes inversiones foráneas con el pretexto que ellas nos impulsarán al desarrollo, aunque hasta ahora ello no se haya avizorado y nuestro crecimiento desde hace añares sea paupérrimo. A fuer de ser sinceros, la receta también es aplicada por conglomerados políticos que se presentan como de otro signo, pero que en la práctica siguen la misma receta con leves variantes. Como para muestra basta un botón, el mendrugo concedido recientemente a nuestros jubilados tranquilizará la conciencia justiciera de los autodenominados “progresistas”.
En lo que hace a la regulación de las plataformas digitales, ello nos suena a censura pura y llana, así como a la consagración del pensamiento único o sea la más desembozada dictadura de las ideas, que seguramente tendrán que compadecerse del ideario de los integrantes de este foro o será expeditivamente prohibido por quienes gustan cacarear que las ideas no se matan, aunque omiten señalar que se puede prohibir su difusión, al mejor estilo soviético que tanto admiraron.
Por último, lo de la cooperación global me suena a disimulado sometimiento a los mandatos de las elites mundialistas que imponen la llamada Agenda 2030, elaborada sin tener en cuenta la voluntad de los pueblos. No obstante ello, tanto el anterior presidente como el actual han adherido a ella sin siquiera someter dicho pronunciamiento a la opinión del Senado de la República y mucho menos a una consulta popular. Así se desconoce olímpicamente la soberanía particular de los pueblos que predicaba Artigas haciendo honor a las enseñanzas de la Escuela de Salamanca, guiada por la prédica de Francisco de Vitoria y Francisco Suárez. Es así como pseudodemócratas se irrogan la facultad de imponer agendas sin consultar a los pueblos comprometidos, en medio de un palabrerío falsamente democrático. ¡Líbrenos Dios de este progresismo que huele a esclavitud!