Nuestros hallazgos en torno a la distribución espacial del delito, haciendo foco en las rapiñas ocurridas en Montevideo en el 2019, confirman la importancia de un análisis amplio de cómo la desigualdad se manifiesta en el territorio. La vulneración social y económica se ve acompañada de una mayor exposición a hechos de violencia, en particular, contra las personas.
Los habitantes de estos barrios, de edades proporcionalmente más jóvenes que sus contrapartes de barrios privilegiados, son más victimizados por la violencia delictiva contra las personas, tienen un mayor sentimiento de inseguridad, menor confianza en la justicia y asociado a ello mayores demandas punitivas. Se encuentran también más insatisfechos respecto al barrio que habitan. Unas y otras zonas coinciden en términos generales con las áreas de la ciudad con concentración de privaciones sociales (las periferias) y zonas prósperas (las áreas centrales y costeras). Es por ello que una buena política criminal, que prevenga la violencia, disminuya la impunidad delictiva y repare a las víctimas de delitos debe integrarse como uno de los pilares del desarrollo social con equidad.
Los resultados aportan nueva evidencia respecto a una faceta poco conceptualizada en los análisis de segregación urbana y residencial. Las rapiñas no solo se concentran más intensamente en las áreas de la ciudad con concentración de privaciones sociales, sino que también se asocian a parámetros diferentes a cuando se realizan en zonas prósperas; lo que nos llevó a distinguir en la investigación la variabilidad espacial entre regímenes.
En las áreas prósperas, el único parámetro de asociación significativa y positiva con la concentración territorial de rapiñas es el porcentaje de personas en hogares pobres. En las zonas periféricas, los parámetros relacionados de forma significativa y positiva con la concentración de rapiñas son el porcentaje de personas menores de 15 años y la tasa de desempleo. Además, el porcentaje de hogares con tenencia insegura de la vivienda se relaciona de forma significativa y negativa con las tasas de rapiña en las áreas periféricas de la ciudad.
Nuestro estudio también confirma la importancia del rezago espacial para comprender la organización del delito en la periferia urbana, un hallazgo reiterado en las investigaciones previas en América Latina. Existe una autocorrelación espacial sustantiva de la violencia criminal contra las personas; en otras palabras, los segmentos vecinos de segmentos con tasas de rapiñas altas, tienen mayor probabilidad de registrar tasas de rapiñas altas (y viceversa). Al profundizar en las dinámicas barriales encontramos que factores como la densidad del tejido barrial, el efecto vecindario o la eficacia colectiva mantienen su importancia para comprender hacia dónde se transfiere el delito: mayores niveles de ayuda y comunicación entre vecinos, así como la participación en actividades en el barrio y el aprecio por el mismo, son relevantes factores protectores de las situaciones de violencia.
El entorno y la vida cotidiana en el espacio local se presentan como elementos medulares para abordar la desorganización social. El estudio de caso en un barrio donde se implementa un programa de realojo nos permitió profundizar sobre el rol del estado en la prevención de la violencia. Por una parte, constatamos la baja expectativa de los habitantes de barrios con alta concentración de violencia de que la política criminal, representada en lo local casi exclusivamente por la policía, pueda revertir esta situación.
Los y las vecinos/as se sienten usualmente rehenes tanto de la violencia criminal como del uso indiscriminado de violencia por parte de las fuerzas públicas. Ante este abandono, los vecinos desarrollan diversas estrategias para evitar ser víctimas del delito y para minimizar los daños de los delitos en la comunidad.
Aquellos que se autoperciben como más vulnerables, residentes adultos y mujeres en general, remiten a estrategias vinculadas al asilamiento respecto al entorno, a pactos de silencio tácitos, desconfianza permanente y circulación cotidiana restringida durante el día e imposible por la noche. En el caso de los varones jóvenes, las estrategias se vinculan a formas de “ganarse el respeto” en el barrio, a través de la antigüedad residencial y las reacciones rápidas frente a los actos de violencia con una intensidad semejante. En todos los casos, existe consenso respecto a la importancia de que las personas externas al barrio circulen siempre acompañadas por parte de quienes lo habitan, minimizando el riesgo de hurtos y agresiones, para evitar un mayor aislamiento social.
Organización del delito en la periferia urbana. Informe final de investigación, Fondo Sectorial de Seguridad Ciudadana. Edición 2019. Apoyan: Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) Ministerio del Interior (MI) por Clara Musto, Sebastián Aguiar, Víctor Borrás, Sofía Vales, Ana Vigna, 2021, Montevideo, Uruguay.