Parece que las aguas están un tanto revueltas últimamente y no por un tsunami. Luego de un muy largo conflicto que ha dejado millones de dólares de pérdidas a alguien se le encendió una pequeña lámpara. Y las cosas se han encaminado o están en vías de hacerlo sin que desde el Ministerio de Trabajo se haya movido más que un dedo meñique.
La referencia, más que obvia, es la pesca. Se embarcarán pescadores no agremiados, así como suena, serán muchos o algunos, pero se embarcarán. Y ello sin perjuicio de que los agremiados también lo hagan si lo desean, claro está. Plena libertad de trabajo, entonces. Las cosas no han sido ni lo serán nada fáciles, es posible que continúen los roces y quizás la violencia lisa y llana, pero el puntapié inicial ya se ha dado. Se verá pues cómo evolucionan las cosas.
Este tema, aunque no se le ha dado la importancia que hubiera correspondido en la prensa, podría estar marcando un punto de inflexión en la relación patronal-operarios y podría ser una puerta abierta cuando los reclamos sindicales se desbordan abarcando lo político, por más que se haga bajo cuerda y para los ingenuos. Por supuesto, como todas las cosas en la vida, lo decidido por las empresas es algo a usarse, pero no para abusar ya que cuando se actúa con una mezcla de inteligencia, moderación y firmeza los resultados sueles ser los mejores. Sin embargo, muchas veces no alcanza.
Lo que sí llama la atención es que otros sectores de la sociedad, muy variados entre sí y algunos con buen poder, no hayan adoptado ya actitudes similares frente a auténticos desbordes, no solo sindicales, sino también políticos o incluso judiciales. Y no se trata con esto de estar alabando o propiciando ningún tipo de revuelta, acción violenta o subversiva, desacatos o similares, sino de algo mucho más simple. Como se enseña –o se enseñaba– en las clases de Ciencia Política en la Facultad de Derecho de la Universidad de la República, en todo grupo social existen grupos de presión y ello no configura ningún delito. Tales grupos suelen ser muy variados en su integración y finalidad, pero hay algo que los iguala, como diría Perogrullo: todos ejercen legítima presión.
Más claro, agua.