La presidenta de la Comisión Europea impulsa un polémico despliegue de tropas en Ucrania, desatando críticas sobre su legitimidad democrática y los riesgos de una escalada global.
El anuncio de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, sobre un posible despliegue de tropas de la UE en Ucrania, marcó un punto de inflexión en el conflicto. En una entrevista realizada el 31 de agosto con el Financial Times, Von der Leyen esbozó una “hoja de ruta clara” que incluiría “decenas de miles de soldados liderados por Europa”, con apoyo logístico y de inteligencia de Estados Unidos. Este plan, negociado en una reunión entre el presidente estadounidense, Donald Trump, el líder ucraniano, Volodímir Zelenski, y altos funcionarios europeos, no solo redefine el papel de Bruselas en la guerra, sino que expone fracturas profundas en la arquitectura institucional y democrática de la Unión Europea. La iniciativa ha sido justificada bajo un “sentido de urgencia” que, según críticos, evoca narrativas de emergencia previas para eludir controles democráticos.
Decenas de miles de soldados europeos en suelo ucraniano
El proyecto de Von der Leyen implica el despliegue masivo de tropas europeas en Ucrania, con una fuerza que podría alcanzar decenas de miles de efectivos. Esta iniciativa se enmarca en un acuerdo más amplio con Estados Unidos, donde Washington proporcionaría recursos de inteligencia, vigilancia y sistemas de mando. Según Von der Leyen, el presidente Trump habría garantizado una “presencia estadounidense como parte de las salvaguardias”, aunque los detalles operativos siguen siendo vagos.
El plan se sustenta en una lógica de emergencia: la necesidad de actuar rápidamente ante el estancamiento del conflicto y la posibilidad de una escalada rusa. Sin embargo, esta urgencia choca con la soberanía nacional de los Estados miembros, ya que el despliegue de tropas requiere la aprobación individual de cada país. Von der Leyen ha insistido en que los debates parlamentarios prolongados “llevan tiempo”, insinuando que los procesos democráticos podrían ser salteados en favor de una acción rápida. Este enfoque ha generado alarmas en capitales como Roma y Budapest, donde líderes como Giorgia Meloni han rechazado abiertamente la idea de una “Coalición de los Dispuestos” que envíe tropas a Ucrania.
El método: bypass democrático y opacidad financiera
La estrategia de la presidenta de la Comisión Europea para implementar su plan militar se basa en mecanismos de emergencia que eluden la supervisión democrática. En mayo de 2025, los 27 Estados miembros de la UE aprobaron el Fondo de Defensa para Ucrania, un programa de préstamos por 150.000 millones de euros para financiar equipamiento militar. La base legal fue el artículo 122 del Tratado de la UE, que permite medidas excepcionales “para evitar crisis graves” sin la intervención del Parlamento Europeo.
Este no es el primer caso en que Von der Leyen utiliza este artículo para evitar controles democráticos. Durante la pandemia de covid-19, la Comisión empleó el mismo mecanismo para adquirir 1800 millones de dosis de la vacuna Pfizer por 35.000 millones de euros, un proceso opaco que llevó a una moción de censura contra ella en julio de 2025. Ahora, la extensión de esta lógica al ámbito de la defensa preocupa a juristas y legisladores. La Comisión de Asuntos Jurídicos del Parlamento Europeo interpuso un recurso de anulación ante el Tribunal de Justicia de la UE, argumentando que el uso del artículo 122 para financiar operaciones militares excede su alcance original y vacía de contenido las funciones legislativas de la única institución elegida directamente por los ciudadanos.
La opacidad financiera es otro punto crítico. El Fondo de Defensa para Ucrania se gestionará a través de préstamos, lo que significa que los contribuyentes europeos asumirán deudas millonarias sin una supervisión parlamentaria adecuada. Von der Leyen también anunció que los flujos de financiación militar a Ucrania continuarán “incluso en tiempos de paz”, lo que sugiere una militarización permanente de las relaciones UE-Ucrania.
La legitimidad: ¿quién decide la guerra y la paz en Europa?
El plan plantea preguntas fundamentales sobre la legitimidad democrática de la Comisión Europea. Von der Leyen es una funcionaria no electa –los jefes de Estado o de gobierno de los 27 países de la UE (el Consejo Europeo) se reunieron y la propusieron como candidata para el cargo, por mayoría cualificada–, pero está tomando decisiones que tradicionalmente corresponden a gobiernos soberanos o a la OTAN. Su rol activo en la definición de la política militar ucraniana, sus viajes a Washington para negociar con Trump y su promesa de invertir 750.000 millones de euros en energía estadounidense como parte de un acuerdo comercial la muestran como un actor geopolítico clave, pero sin mandato popular directo.
Esta falta de legitimidad democrática se ve agravada por la exclusión del Parlamento Europeo de decisiones cruciales. El recurso de anulación interpuesto por la Comisión de Asuntos Jurídicos del Parlamento refleja el malestar entre los eurodiputados, que ven cómo su papel legislativo es erosionado sistemáticamente. Como señaló Daniel Freund, eurodiputado verde alemán, “Bruselas está repitiendo los errores de la pandemia: concentrar poder en manos de unos pocos y debilitar la rendición de cuentas”.
La división entre los Estados miembros es otra muestra de la fragilidad democrática del plan. Mientras países como Polonia y los Estados bálticos apoyan una intervención más directa, otros como Italia, Hungría y Grecia se oponen rotundamente. La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, ha sido particularmente crítica, argumentando que Putin nunca aceptaría tropas de la OTAN en la frontera rusa y que el despliegue podría llevar a una escalada irreversible. Esta falta de consenso revela que Von der Leyen está actuando en nombre de una fracción de la UE, no de una Unión Europea unida.
El escenario: de la ayuda al conflicto abierto
El plan de Von der Leyen no solo implica el envío de tropas, sino también una militarización permanente de la relación UE-Ucrania. La promesa de financiación militar continua “incluso en tiempos de paz” sugiere que Bruselas está apostando por una solución militar definitiva, en lugar de explorar vías diplomáticas. Este enfoque conlleva riesgos existenciales:
-Escalada con Rusia. El Kremlin ha advertido que cualquier despliegue de tropas de la OTAN en Ucrania sería considerado una provocación directa. Rusia podría responder con medidas asimétricas, incluido el uso de armamento nuclear táctico en el campo de batalla.
-Fractura de la UE. La iniciativa de Von der Leyen podría profundizar la división entre Estados miembros dispuestos a enviar tropas y aquellos que se oponen. Países como Hungría podrían vetar decisiones clave, llevando a la UE a una parálisis institucional.
-Gobernanza por decreto. La consolidación de un modelo donde las crisis justifican la concentración de poder en la Comisión Europea podría sentar un precedente peligroso para el futuro de la democracia en la UE.
¿Unión de Estados o tecnocracia en Bruselas?
El plan de la presidenta de la Comisión Europea ha reavivado el debate sobre el “déficit democrático” de la UE. La Comisión Europea, como órgano ejecutivo no electo, está acumulando poderes que tradicionalmente correspondían a los Estados miembros o al Parlamento Europeo. El uso recurrente del artículo 122 para eludir la supervisión parlamentaria muestra cómo las emergencias se están utilizando para centralizar el poder en manos de unos pocos funcionarios.
Este modelo de gobernanza preocupa a expertos en democracia como Yanis Varoufakis, exministro de finanzas griego, quien advierte que “Bruselas está repitiendo los errores que llevaron al Brexit: tomar decisiones tecnocráticas sin consultar a los ciudadanos”. La falta de transparencia en la negociación con Pfizer durante la pandemia y ahora en la financiación militar a Ucrania refuerza la percepción de que la UE se está convirtiendo en una entidad opaca y distante de los ciudadanos a los que dice servir.
Von der Leyen insiste en que su plan es una respuesta necesaria a una emergencia geopolítica. Sus críticos ven en él la materialización de un europeísmo tecnocrático y guerrerista que vacía la democracia desde adentro mientras juega a la geopolítica mayor. La pregunta no es solo si Europa enviará tropas a Ucrania, sino qué tipo de unión quiere ser: una basada en la soberanía compartida y el debate abierto, o una dirigida desde despachos opacos donde las urgencias justifican silenciar disidencias.
El futuro de Europa pende de un hilo: entre la necesidad de responder a Rusia y el riesgo de erosionar sus propios cimientos democráticos. La ciudadanía europea y sus representantes electos tienen la palabra para decidir si aceptan este salto al vacío o exigen un debate transparente y soberano sobre la guerra y la paz.