La aplastante derrota de Milei en Buenos Aires no fue un simple traspié electoral: fue un plebiscito sobre el ajuste económico, la estrategia de polarización y el futuro de su gobierno. Con Kicillof fortalecido como líder opositor y una crisis social en ascenso, el presidente enfrenta ahora una parálisis política que amenaza su agenda y la estabilidad argentina. Este análisis profundiza en las causas, las consecuencias y los escenarios que se abren tras un terremoto electoral sin precedentes.
La contundente derrota electoral del oficialismo en la provincia de Buenos Aires el pasado 7 de setiembre no es solo un revés político para el presidente Javier Milei; es un terremoto que resquebraja los cimientos de su proyecto de gobierno y redefine el panorama político argentino de cara al futuro inmediato. Con una diferencia de casi catorce puntos a favor del gobernador peronista Axel Kicillof, el resultado trasciende el ámbito provincial para convertirse en un plebiscito nacional sobre la gestión de La Libertad Avanza. Este análisis profundiza en las causas, consecuencias y el nuevo escenario que se abre tras una de las derrotas más significativas de la historia política reciente.
Error estratégico: la nacionalización de una elección local
Por tradición, las elecciones provinciales en Argentina suelen centrarse en temas de gestión local, figuras de liderazgo regional y dinámicas particulares. Sin embargo, la estrategia del presidente Milei consistió en romper abruptamente con esa lógica. En lugar de permitir que la elección se disputara en términos de la gestión de Kicillof –que tiene claros puntos débiles en seguridad e infraestructura–, el presidente decidió nacionalizar y polarizar la campaña.
Milei transformó la contienda en un choque de visiones absolutas: la “libertad” contra el “populismo”, “la casta” contra “el pueblo”. Este enfoque, que le fue exitoso en 2023, demostró ser un grave error táctico en 2025. Al hacerlo, convirtió la elección en un referéndum sobre su propia gestión, sobre el shock económico de su gobierno y sobre el dolor social que ha generado su ajuste. El electorado bonaerense, el más grande y socialmente diverso del país, no votó sobre quién arreglaría mejor los caminos rurales; votó para enviar un mensaje contundente al presidente sobre el costo de sus políticas.
La economía como motor del descontento
El resultado no puede entenderse sin analizar el contexto económico. El plan de estabilización de Milei, basado en un ajuste fiscal extremo, la liberalización de precios y una dura contracción monetaria, si bien logró superávit fiscal primario y acumular reservas, lo hizo a un costo social devastador.
- Inflación y poder adquisitivo: aunque la inflación ha mostrado signos de desaceleración, los precios minoristas se mantienen en niveles estratosféricos. El salario real ha caído estrepitosamente, y la capacidad de consumo de las clases medias y trabajadoras se ha erosionado de manera dramática.
- Recesión y desempleo: la economía está en recesión técnica. La caída del consumo interno ha golpeado a pymes y comercios, generando un aumento del desempleo y la informalidad laboral, particularmente en el cordón industrial del Gran Buenos Aires.
- Pobreza e indigencia: todas las estimaciones de consultoras privadas y universidades coinciden en que los índices de pobreza han superado el 50% y la indigencia ronda el 15%. Esta realidad es palpable en los barrios populares y las zonas más postergadas de la provincia.
El voto peronista no fue solo un voto de ideología; fue, sobre todo, un voto de necesidad. Sectores que en 2023 habían optado por el cambio radical que proponía Milei, hoy, sintiendo el rigor del ajuste en sus bolsillos, volvieron al refugio tradicional del peronismo, que supo capitalizar el malestar con un mensaje de contención social.
Kicillof: el gran triunfador y nuevo líder opositor
Axel Kicillof emerge de estas elecciones no solo como un gobernador reelecto, sino como el líder indiscutido de la oposición y un potencial candidato presidencial para 2027. Su estrategia fue magistral: mientras Milei lo provocaba y lo desafiaba diariamente, Kicillof mantuvo un perfil bajo durante gran parte de la campaña, dejando que el desgaste del gobierno nacional trabajara para él. Solo en las últimas semanas salió a confrontar directamente, presentándose como un dique de contención frente a un gobierno que, según él, “desprecia lo público y abandona a la gente”.
Kicillof logró unificar un peronismo fragmentado. Bajo su paraguas convergieron desde intendentes ortodoxos hasta sectores más moderados, e incluso captó votos de electores no peronistas desencantados con Milei. Su triunfo le da una legitimidad y una fuerza territorial enormes, posicionándolo como el eje alrededor del cual se articulará la resistencia al gobierno nacional en el Congreso y en las calles.
Las fracturas internas del oficialismo y el rol de Karina Milei
La derrota también expone y probablemente agrave las tensiones internas dentro de La Libertad Avanza. El partido es una coalición heterogénea de libertarios, conservadores y otros llegados de otros espacios, unidos más por la figura carismática de Milei que por un programa coherente. La pregunta que muchos se hacen es quién pagará las consecuencias de esta derrota.
La secretaria de Presidencia y hermana del presidente, Karina Milei, y su círculo más íntimo (la “mesa chica”) han concentrado un poder enorme, generando roces con otros sectores del gobierno y la coalición. Es probable que la derrota active una “cacería de brujas” interna en busca de culpables, debilitando aún más la ya frágil unidad oficialista. La derrota no es solo de Javier Milei, sino también del liderazgo político y estratégico de su hermana.
Consecuencias y escenarios futuros: gobernabilidad en jaque
El panorama que se abre es extremadamente complejo para Milei:
- Debilitamiento legislativo: el oficialismo carece de bancada propia. Tras esta derrota, su capacidad para negociar con gobernadores y bloques opositores se verá seriamente mermada. Proyectos clave de su agenda, como la reforma laboral o nuevas medidas de ajuste, encontrarán una muralla mucho más sólida en el Congreso.
- Crisis de credibilidad: los mercados, que hasta ahora habían mantenido cierta expectativa sobre el “plan Milei”, comenzarán a cuestionar seriamente su gobernabilidad y su capacidad para sostener las políticas en el tiempo. Esto podría traducirse en mayor volatilidad financiera.
- Protesta social: la oposición, embriagada por una victoria de esta magnitud, se sentirá legitimada para impulsar y acompañar una ola de protestas sociales y huelgas.
- La incógnita de octubre: Todas las miradas están puestas ahora en las elecciones legislativas de octubre. Una repetición de este resultado a nivel nacional le quitaría al gobierno cualquier atisbo de representatividad y lo condenaría a una parálisis casi total en los últimos dos años de su mandato.
El límite de la polarización
La derrota en Buenos Aires parece haber marcado un límite a la política de la polarización permanente. Milei ganó en 2023 canalizando el enojo de una sociedad frustrada. Pero gobernar exige más que enojo; exige construir acuerdos, gestionar con pragmatismo y, sobre todo, generar resultados tangibles que alivien la vida de la gente.
El mensaje de las urnas es claro: la sociedad bonaerense, termómetro de la Argentina, le está diciendo al presidente que el costo de su “revolución de la libertad” es demasiado alto. Milei se encuentra ahora en una encrucijada histórica: moderar su discurso y su agenda para buscar consensos que le permitan gobernar, o profundizar la confrontación y arriesgarse a una ingobernabilidad total. Su elección definirá no solo el futuro de su gobierno, sino la estabilidad misma de la Argentina en los próximos años.