En medio de las discusiones generadas por las medidas a ser aplicadas en la Ley de Presupuesto, el economista y director del estudio Jorge Caumont y Asociados, analizó para La Mañana algunos de los puntos más importantes del proyecto.
Con los anuncios que contiene el proyecto de Ley de Presupuesto, ¿se puede hablar de la inversión como el corazón de la economía?
En realidad, creo yo que es con los anuncios que hizo en reiteradas oportunidades el ministro de Economía que podríamos decir que la inversión se intentará por la nueva administración que sea el “corazón” de la economía. Y eso yo lo interpreto así porque ha dicho que, si la inversión crece a un ritmo más rápido, la economía, el PIB crecerá impulsado por ella y también por el consumo privado, y aumentará la recaudación tributaria y habrá mayor disponibilidad de recursos para canalizar a los objetivos sociales que se han planteado por la nueva administración de gobierno. Pero entiendo, por lo que he visto en varios casos, como en la encuesta de la Cámara de Industria sobre la intención de invertir en 2026 de las empresas del sector manufacturero que cae 40% sobre la estimación para este año, que no será fácil lograr un aumento de la inversión que la saque de su conocido 16-17% del PIB, registro lejano del que está detrás del que desea la conducción económica. Incluso observando las proyecciones económicas planteadas en el proyecto de Ley de Presupuesto para el lapso 2025-2029, encuentro que será difícil crecer como vaticina la conducción.
El tipo de cambio que seguirá perdiendo pie ante los aumentos salariales y de otros precios no transables, como las tarifas de servicios públicos, no es estímulo para la expansión de la economía. Más aún cuando se perfila una combinación de políticas macroeconómicas entre las que la fiscal es más restrictiva que expansiva porque se introducen impuestos que disminuyen el ahorro para consumir y gastar y se distribuye por razones sociales y otras que no y que no tienen el mismo multiplicador en la economía que el gasto privado que se reduce para la transferencia. Pero como creo que lo he dicho varias veces ante consultas, el tiempo es el que dará el veredicto: si el programa es suficiente para salir de un crecimiento económico que no logra trascender en diez años el 1% de expansión, y permita crecer al 2,5-2,6% como lo proyecta el Ministerio de Economía, o no lo es.
¿Los números de la economía uruguaya se pueden sustentar con recaudación y ajustes tributarios? ¿Cuáles serían los efectos de un ajuste fiscal que surge como probable?
Debemos precisar qué se entiende por “números de la economía uruguaya”. Si por eso se entiende que la economía va a crecer más, como se plantea por la conducción económica, debemos pensar, pues no conocemos el final, si se aprobarán o no las propuestas que hace la administración sobre los ajustes tributarios. En caso de que sean aprobados, algunos de los ajustes tributarios que se manejan caracterizarían a una política fiscal contractiva, con los efectos adversos para el crecimiento del PIB que habitualmente tienen los manejos tributarios de esa naturaleza. No olvidemos que los más importantes que se manejan alcanzan a impuestos que gravan los ingresos y el patrimonio o la riqueza. Disminuyen, en caso de aprobarse, la capacidad de inversión de quienes son alcanzados por esos tributos y en consecuencia se afectarían los “números de la economía uruguaya”. Por lo que yo he visto en el pasado, desde 2007 hasta 2019 se intentó el camino señalado, que no se profundizó durante la administración pasada a pesar de los problemas exógenos que enfrentó, ahora se vuelve a repetir una política fiscal que siempre se usa, más que para funciones estimulantes del crecimiento económico, como una forma de redistribuir ingresos de manera de reducir lo que se entiende como brecha distributiva, más concretamente, para reduciendo el ingreso o la riqueza de quienes más tienen y mejorar el ingreso de quienes menos tienen. Es algo que todos conocemos de memoria, como también conocemos, haciendo un poco de memoria, que nunca se llega a concretar ni por asomo el objetivo que se busca. Y como efecto colateral, eso provoca una disminución de la inversión potencial que termina castigando no solo a quienes se les grava impositivamente.
¿El Presupuesto propuesto contiene recortes?
Supongo que debe tenerlos. Yo solo he visto nuevos gastos que, necesarios o no, pueden ser sustitutivos de algunos otros innecesarios que dejarán de hacerse. Pero hacer los gastos más eficientes muchas veces son intenciones que en la realidad, por un motivo u otro, terminan siendo mucho menos eficientes que lo que inicialmente se esperaba.
¿Qué opina de gravar con el IVA a las importaciones de la aplicación TEMU?
Mejor sería bajar los impuestos y gastos que deben pagar las empresas importadoras locales para importar los mismos productos que se compran con esa aplicación. Los impuestos a los que me refiero son los que paga cualquier importador de ropa, por ejemplo, de calzado, de juguetes y de otras cosas, y que no pagan quienes compran a TEMU. Y los gastos a los que me refiero son los que se deben pagar al puerto, a cámaras empresariales, al LATU y a otras instituciones por el estilo. Cobrar el IVA a los que compran por TEMU es por un monto irrisorio frente al conjunto de gravámenes y gastos que debe pagar el importador y que es finalmente el consumidor final que compra en una tienda local el que lo debe hacer. Es bueno sí, ayudar a los consumidores con precios más bajos, pero es malo hacerlo generando una competencia desleal con productores locales y con importadores locales, que terminan siendo castigados llevándolos, incluso, a reducir su negocio y el empleo que brindan.
El presidente del BCU habla de fortalecer el peso y desdolarizar la economía. ¿Cómo se logra eso y cuál sería el efecto?
Durante mucho tiempo los uruguayos han preferido ahorrar sus ahorros en dólares y los precios de muchos productos en distintos mercados locales se han expresado en dólares. La economía uruguaya es bimonetaria: el dólar y el peso han sido y continúan siendo las monedas para las transacciones económicas y financieras. Obviamente ha habido razones para eso. La principal ha sido, aunque no la única, la alta inflación que se ha tenido durante muchos años y varias crisis que culminaron en devaluaciones significativas. El dólar fue y sigue siendo, entonces, el refugio que brindaba y brinda a ciertos ingresos como los que desean resguardos por sus insumos y productos comprados en dólares en el exterior, o vendiendo localmente lo que exportan que, aunque cotizan en pesos localmente, son reflejo de los valores a los que exportan. El dólar sigue siendo hoy también resguardo a los ahorros y a los activos reales de individuos y empresas locales como los que se tienen en inmuebles y en otros activos por el estilo. Creo que intentar la desdolarización es un objetivo razonable, pero por otro lado veo que lo que se ha logrado en ese sentido no es importante y en el caso de lo que se ha logrado financieramente, lo que ha aumentado la pesificación de la deuda pública y del Banco Central, ha tenido un costo significativo por la alta tasa de interés en pesos que la ha hecho posible y por el poco uso que han hecho de eso las personas físicas. No creo que más allá de algunas instituciones financieras locales y del exterior otros inversores financieros hayan preferido desdolarizar sus inversiones. El costo ha sido la apreciación significativa del peso en términos de dólares que es mucha y muy significativa y, más aún cuando se considera el aumento de los salarios en términos de la moneda norteamericana y de cualquier otra que se considere en más de los últimos cinco años. Veremos en cierto lapso si importadores de electrodomésticos, por ejemplo, que compran en dólares, deciden venderlos en pesos, para lo cual tendrán que considerar cada dólar que dejarán de emplear, sustituirlo por cuarenta pesos en el precio del producto que venden. Por el momento, se logra poco con altas tasas de interés en pesos y con sacrificios financieros creciente para el sector público monetario y no monetario.