Es director de Maestría en Economía de la Universidad de Montevideo (UM), donde también se desempeña como profesor e investigador en la Facultad de Ciencias Empresariales y Economía. Entrevistado por La Mañana, relató su experiencia contribuyendo a insertar a diversos profesionales a lo largo del mundo y explicó las ventajas y los desafíos que enfrentan los economistas que deciden continuar sus estudios en el exterior.
¿Cuáles son las ventajas para un joven economista de continuar su carrera en el extranjero, tanto en lo referido a la formación académica como al plano personal y social? ¿Qué implica contar con esa formación internacional?
Hoy, a la cabeza de la mayoría de los trabajos “interesantes” como economistas, hay alguien con un PhD. Antes no era así, pero cada vez hay más gente educada. Si sos bueno, y querés acceder a ese puesto divertido, “necesitás” un PhD. En lo personal, algunas personas prefieren no irse porque están en pareja o deben dejar su equipo de deporte, las reuniones con amigos, entre otras cosas. Pero uno conoce gente que ha hecho cosas increíbles, y en general más formada y más inteligente. Es súper interesante.
¿En qué medida los economistas uruguayos que continúan su carrera en el exterior pueden luego volcar esos aprendizajes en la generación de políticas públicas en este país?
En gran medida. Si hoy –en los últimos 20 años también– vas al Ministerio de Economía o al Banco Central, hay muchas personas con formación en el exterior y que son buenas haciendo su trabajo, y aportan a las políticas públicas. Es fundamental. Quizás no sea del todo fácil entrar a puestos públicos de relevancia “recién llegado”, pero hay casos; también se puede aportar desde centros de investigación, y los hay buenos: Ceres (Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social), CED (Centro de Estudios para el Desarrollo), Cinve (Centro de Investigaciones Económicas), entre otros.
¿Cómo es que estos jóvenes, muchos de los cuales terminan trabajando en el extranjero, fortalecen la inserción internacional del Uruguay desde esas posiciones de gran nivel?
Hay muchas formas. Varios de los que quedaron en universidades prestigiosas en Estados Unidos o Europa ayudan a los estudiantes de aquí dando consejos, o a veces impartiendo cursos. También algunas veces hacen investigaciones con autores locales, dando visibilidad a nuestras universidades.
Pero, a su vez, hay gente que luego del PhD se fue a bancos u organismos internacionales, y después reclutan talento joven local, que se forma en buenos trabajos, y a veces terminan aplicando también a programas doctorales.
Hay, finalmente, un grupo de uruguayos académicos que se interesan por la aplicación de la academia a las políticas públicas, y eso enriquece la formación de los hacedores de política, así como el debate sobre políticas públicas.
Como alguien que ha contribuido a insertar a diversos profesionales a lo largo del mundo, ¿cómo ha sido esa experiencia? ¿Cuál es la receta?
Lo considero la parte más importante de mi trabajo. Con un esfuerzo extra podés cambiarle el destino a alguien. Desde el 2007 han ido a las mejores siete universidades del mundo (MIT, Princeton, Stanford, Yale, Berkeley, Chicago y Harvard) a hacer sus doctorados 10 personas de la UM, donde las clases son de 25 personas por año. Entrar ahí es increíblemente difícil, ya que son en total solo alrededor de 110 personas por año que lo logran. Cuando a los estudiantes les va bien en las admisiones, es de las alegrías más grandes que tengo –no solo alegrías “laborales”; en general–.
Lo más importante es que aprenden economía bien, porque son inteligentes y estudian, y lo que les enseñamos es razonable, y luego les va bien en los doctorados. Sin eso sería imposible. Y el hecho de que les vaya tan bien a nuestros estudiantes es una prueba de que nuestros programas son buenos en serio a nivel mundial.
¿Qué rol cumplen una vez que se insertan en el exterior? ¿Cómo eso agrega valor al Uruguay?
En realidad, me preocupa más que les sirva a quienes se van. Si hay beneficios para el país, bárbaro. Igual, hay muchos beneficios para el país. Por un lado, la construcción de redes. Pero un tema a veces ignorado es que si hay competencia –sana, estudiando, siendo mejores– para ser top en la clase, aunque no llegues, hay una cantidad de gente que estudió más y mejor para poder acceder a esos doctorados. Incluso quienes no se van terminan con una mejor formación.
¿Cuáles son los desafíos a los que se enfrentan?
Para quienes quieren irse al exterior, un problema suelen ser las becas: a menos que sean programas muy buenos, no pueden mantener a sus estudiantes de doctorado, aunque, en general, si entran a un buen programa, tendrán financiación de la universidad misma. Hay menos dinero aún para programas de maestría en Economía, dado que se consideran demasiado “profesionales”, y que no agregan valor a la universidad; el criterio es “vení y pagátelo” en general.
Luego, si ya entraste a un programa doctoral y tenés beca, el desafío es romperte estudiando para poder elegir vos con quién trabajar. No es lo mismo trabajar con cualquier asesor de tesis, y los buenos suelen tener mucha demanda; entonces ellos eligen con quién trabajar. Cuanto mejor te va, más chances tenés de que te acepten como estudiante.
¿Qué consejos le daría a un joven que está estudiando economía y piensa en completar sus estudios fuera del país?
Para quienes quieren estudiar economía, sin duda, que vengan a la UM. Además de esas 10 personas en las mejores siete universidades del mundo, desde la UM han ido alrededor de 15 personas a los siguientes mejores 10 programas de doctorado. A nuestros alumnos les va muy bien en ese sentido.
Hay becas de todos los colores, y el ambiente académico es excepcional. Varios de nuestros alumnos colocados en programas top venían de liceos públicos, y pasaron por la UM con becas.
Para quienes ya están estudiando en cualquier universidad, que se rompan estudiando y trabajen como asistentes de investigación de profesores que estén publicando bien a nivel internacional. Eso demuestra compromiso con la academia, y se aprende mucho. Ayuda además con las cartas de recomendación que puedan conseguir.
¿Considera que son necesarias más políticas educativas que apunten a generar oportunidades para que más jóvenes profesionales puedan acceder a las universidades internacionales sin importar su origen o condición socioeconómica?
Antes que generar políticas para insertar gente en posgrados, me parece que hay que arreglar la situación de los liceos en Uruguay. Alrededor del 50% del talento se pierde en el camino y no llega a terminar secundaria. Y la educación que reciben hoy no es buena y es muy desigual: en pruebas PISA nos va mal en promedio –a pesar de que son “los mejores” los que las toman, los que siguen en el sistema– y las diferencias de puntajes entre deciles de ingreso son una vergüenza. Haciendo que termine más gente, y mejor educada, ya van a llegar muchos más estudiantes a hacer posgrados.
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