La película que quiero de todo corazón.
Gardel, 1935
Nadie puede negar el éxito de Carlos Gardel, pero son muy pocos los que saben que su consagración definitiva se consolidó en tan solo quince meses, desde su debut en la emisora radial NBC de Nueva York, el 31 de diciembre de 1933, hasta el anuncio de sus dos últimas películas: El día que me quieras y Tango Bar. El 28 de marzo de 1935, Gardel partió desde Nueva York para iniciar una gira por América Latina, dejando atrás la etapa más brillante y frenética de su carrera. En ese lapso, realizó más de cincuenta presentaciones radiales, filmó cuatro largometrajes para la Paramount, participó en un filme promocional –honor reservado a figuras consagradas– y firmó un contrato sumamente rentable con RCA Víctor para grabar todas las canciones de sus películas.
Como a lo largo de toda su trayectoria, Gardel demostró en esta etapa una evolución constante en su imagen, en su búsqueda artística y en su afán por alcanzar la excelencia en cada proyecto que emprendía. Sin embargo, ese impulso creativo se enfrentaba con una dificultad persistente: la falta de recursos económicos equiparables a los de las grandes producciones de Hollywood. Aunque sus dos primeras películas filmadas en Nueva York le permitieron acceder a presupuestos más generosos, lo cierto es que los montos de producción seguían estando muy por debajo de los estándares estadounidenses. Las películas de Gardel debían rodarse en pocos días y con una estructura mínima en comparación con sus pares norteamericanos.
Aun así, esa limitación nunca fue un freno para su talento ni para su capacidad de liderazgo. Al contrario, lo impulsó a asumir el control integral de sus obras, rodeándose de un equipo de colaboradores eficientes y fieles, con quienes pudo construir un legado artístico que aún hoy sigue vigente. La consagración no fue cuestión de suerte: fue el resultado de una visión clara, una entrega absoluta y una voluntad inquebrantable.
A 90 años de aquella hazaña, vale la pena recordar los detalles de una gesta artística sin precedentes, gracias a los testimonios de Terig Tucci, documentos históricos y, sobre todo, la invaluable correspondencia entre Gardel y su amigo y albacea Armando Defino, hoy podemos conocer estas historias de primera mano.
Un rodaje a contrarreloj
El rodaje de El día que me quieras comenzó el 14 de enero de 1935 en los estudios Astoria de la Paramount y finalizó el 31 del mismo mes, dando comienzo a Tango Bar, su último film, ambas películas se filmaron en tan solo 34 días de rodaje y 53 días entre el comienzo de la primera y la finalización, Gardel completó ambas películas dirigidas por John Reinhardt, con el mismo equipo técnico y los actores: Rosita Moreno, Tito Lusiardo y Manuel Peluffo, y compartiendo parte del decorado, todo ello por razones presupuestarias.
Desde muy temprano por la mañana hasta altas horas de la noche o madrugada, Gardel estaba en plenitud creativa, ensayaba, componía, repasaba guiones, grababa escenas y resolvía asuntos de producción. En las noches, junto a Terig Tucci, Alfredo Le Pera y otros amigos, se reunían en el Beaux Arts a repasar lo hecho y planificar el día siguiente. El buen humor de Gardel era constante, incluso cuando Le Pera y Castellano protagonizaron una discusión subida de tono. Gardel, lejos de incomodarse, reía a carcajadas, como quien disfruta un sainete inesperado.
Una muy linda anécdota que describe muy bien la búsqueda de buenos argumentos, todo esto a pesar del éxito de las dos películas previas como Cuesta abajo y El tango en Broadway, Gardel y Le Pera tenían la intención de mejorar los argumentos para las dos siguientes producciones y se solicitaron algunos a escritores argentinos, pero que no cumplieron las expectativas. Gardel se desesperaba con esta búsqueda infructuosa y acababa por decir: “Es inútil, viejo. Mis libretos tienen que ser hechos de medida para mí”. Le Pera lo amonestaba diciéndole que debía evolucionar y tratar de interpretar otros personajes, situaciones distintas… pero Gardel seguía meneando la cabeza y repetía: “Tienen que ser hechos de medida”. Un tanto exasperado, Le Pera cerró la conversación con una salida humorística: “¿Para qué andas buscando un escritor si lo que necesitas es un sastre?”.
Le Pera, el poeta herido
El alma silenciosa del proyecto fue Alfredo Le Pera. El guionista y letrista escribió con una sensibilidad profunda, nacida de dolores personales. “Los solitarios no tenemos confidentes. A veces encierro el secreto de esa vieja amargura en una canción o en una historia”, confesó. Parte del argumento de El día que me quieras, aunque algunos historiadores se lo atribuyen a una historia oculta de Gardel, surgió en realidad de una tragedia amorosa que lo marcó.
Le Pera supo transformar el dolor en belleza. Canciones como “El día que me quieras”, “Sus ojos se cerraron” o “Cuesta abajo” condensan una poética intimista, cargada de imágenes líricas que Gardel con su música y canto las convirtió en obras eternas.
El argumento
El día que me quieras cuenta la historia de Julio Argüelles, hijo de un empresario acaudalado de Buenos Aires. Julio, un cantante a escondidas, se enamora de Margarita, una actriz de clase social considerada inferior, lo que provoca el rechazo de su padre. Desafiando a su familia, Julio se casa con Margarita y se van juntos, pero son desheredados y caen en la pobreza. La situación se agrava cuando Margarita enferma gravemente, y Julio, desesperado, roba en la casa de su padre para sobrevivir.
Tras la muerte de Margarita, Julio, devastado, se dedica a cantar junto a su hija Marga para ganarse la vida. Años después, ambos se convierten en artistas exitosos. Marga se enamora de un joven cuyo padre, un millonario, desaprueba la relación por su condición social de artistas. En un viaje de regreso a Buenos Aires, Julio canta el icónico tango “Volver”. Finalmente, revela que es heredero de una gran fortuna, lo que lleva al padre del joven a aceptar el noviazgo. La película culmina con Julio, su hija y el prometido de esta, cantando “El día que me quieras” a dúo con Rosita Moreno, en una emotiva escena final.
Un fenómeno cinematográfico
Las películas de Gardel no solo conquistaron al público. También salvaron financieramente a la Paramount, gracias al mercado hispanohablante, las proyecciones de sus películas se vendían en paquete con otras producciones y eran un verdadero atractivo para los cines de América Latina.
En una carta a Defino, Gardel resumía con entusiasmo sobre el filme El día que me quieras: “Tenemos mejores intérpretes y el director es un hombre joven, con ganas de lucirse”. En efecto, su evolución como actor fue notoria. Por primera vez, su personaje y su persona parecían fundirse: no actuaba, era.
El debut de Astor Piazzolla
Entre las curiosidades del rodaje, destaca la participación de un joven Astor Piazzolla, de apenas 14 años, quien había conocido a Gardel un año atrás en Nueva York. Y gracias a la amistad que había desarrollado con su familia, Gardel lo invitó a participar como “canillita” en una breve escena. Le pagaron 25 dólares y Gardel le regaló una foto dedicada a su padre Vicente, que Piazzolla conservó toda su vida.
Muchos años más tarde, Piazzolla contó que Gardel quiso llevarlo de gira como asistente, pero su padre se negó. Finalmente, ese lugar fue ocupado por José Corpas Moreno, quien murió trágicamente en el accidente de Medellín. Piazzolla, dijo de aquella anécdota, con melancolía y con la ironía que lo caracterizaba: “En vez de tocar el bandoneón, estaría tocando el arpa”.
El contrato soñado
El éxito comercial de los primeros discos llevó a Gardel a firmar, el 13 de marzo de 1935, un contrato exclusivo con RCA Víctor. En una carta a Defino, describió con precisión los términos del acuerdo: 24 grabaciones mínimas en un año, adelantos importantes, gastos de orquesta y grabación cubiertos por la empresa, y derechos de autor cuidadosamente resguardados.
Gardel se aseguró el control total sobre su arte: la voz, la imagen y las canciones. Fue un movimiento estratégico que lo posicionó no solo como artista, sino ya como empresario cultural.
La película soñada, 90 años después
El día que me quieras no fue solo una película. Fue una obra total. Un canto al amor, a la nostalgia, al arte como refugio. Gardel no dejó nada librado al azar: cada escena, cada verso, cada melodía fue pensada y supervisada por él, como una declaración de principios, como un legado.
Un dato curioso y muy poco conocido es que El día que me quieras se filmó con recursos limitados. Gardel, consciente del presupuesto ajustado, decidió reducir la orquesta, acostumbrada a este tipo de obras, a solo cinco músicos, afectando la profundidad emocional, emotividad que le debería haber otorgado la banda sonora.
Por eso, a 90 años de su estreno, la Fundación Internacional Carlos Gardel –su fundación– trabaja en la reversión de El día que me quieras, con un enfoque renovado que eleva técnicamente la película original e incorpora mejoras sustanciales en imagen y sonido.
Gracias a los últimos avances tecnológicos, el filme será remasterizado de HD a 4K y, mediante inteligencia artificial, se separarán las voces de los instrumentos, permitiendo así una nueva orquestación completa. Esta será desarrollada por el maestro Marcos Barilari, respetando fielmente los arreglos originales de Terig Tucci, pero enriquecida con una interpretación sinfónica de alto nivel.
Esta nueva puesta en escena promete ser un evento sin precedentes. A su vez, el presidente de la Fundación, redoblando la apuesta, confirmó que se espera estrenar esta versión en cines a fines de este año. “Queremos que todos los argentinos y el mundo puedan disfrutarla”, declaró.
Hoy, cuando su voz sigue latiendo en el aire de Buenos Aires y del mundo, esta película nos recuerda que hay artistas que no mueren: simplemente se transforman en recuerdo, en imagen, en canción.
Carlos Gardel canta cada día mejor. Pero El día que me quieras… canta por todos nosotros.