Entre el 22 de agosto y el 19 de septiembre, un equipo internacional liderado por la Universidad de la República, con apoyo del Schmidt Ocean Institute, exploró como nunca antes las profundidades del Atlántico frente a nuestras costas. Cañones ocultos, especies inéditas, restos arqueológicos y señales de contaminación humana fueron parte de un viaje que marcó un antes y un después para la ciencia nacional.
Un viaje científico sin precedentes
La expedición SUB200 fue la más ambiciosa campaña oceanográfica realizada hasta hoy en Uruguay. Durante casi un mes, 37 científicos de Uruguay, América Latina y Europa se embarcaron en el RV Falkor (too), el buque de investigación del Schmidt Ocean Institute, para explorar el talud continental y la llanura abisal a profundidades que oscilaron entre los 200 y los 4.189 metros.
La misión utilizó el vehículo remoto ROV SuBastian, que transmitió en vivo en 4K cada inmersión, acercando al público a un mundo prácticamente desconocido. Como señalaron los líderes de la expedición, la geóloga Leticia Burone y el biólogo Álvar Carranza, “esta experiencia marcará un antes y un después en el conocimiento del mar uruguayo”.
El mapa oculto de cañones y montes submarinos
El océano uruguayo guarda formaciones tan majestuosas como invisibles desde la superficie. Entre ellas, los cañones submarinos de Montevideo, Piriápolis, José Ignacio, La Paloma, Cabo Polonio y el Río de la Plata, que fueron recorridos en detalle por primera vez.
Las cámaras del ROV mostraron paredes escarpadas cubiertas de esponjas y corales, pero también extensas llanuras fangosas en sectores más profundos. En Rocha, los científicos se toparon con un montículo de origen carbonático que se eleva 43 metros sobre el fondo: un antiguo arrecife ahora bautizado “Montículo Luisa Luisi” en homenaje a la poeta uruguaya.
Uno de los descubrimientos más llamativos fue el de un cañón hasta entonces desconocido, localizado entre Montevideo y Piriápolis. Los investigadores lo llamaron “Abismo del Falkor”. Se trata de un cañón ciego que se extiende más de 2.400 metros hacia abajo, alcanzando los 2.455 metros de profundidad. Este hallazgo no solo expande el mapa geológico del margen continental, sino que abre nuevas preguntas sobre su formación y el tipo de vida que puede albergar.
En paralelo, el equipo detectó emanaciones de fluidos fríos en un pockmark frente a Cabo Polonio, a unos 2.400 metros, lo que apunta a ecosistemas quimiosintéticos aún por estudiar. Y en el cañón del Río de la Plata, a más de 3.100 metros, se hallaron cráteres y depresiones circulares que revelan la dinámica activa del subsuelo marino.
Vida en la oscuridad: especies inéditas
Las primeras inmersiones, a poca más de 130 metros, ya mostraron un fondo lleno de vida: cangrejos ermitaños, ofiuras y una raya Bathyraja meridionalis, primer registro de la especie para Uruguay. Poco después, un tiburón lija juvenil sorprendió a los investigadores al dejar al descubierto sus cápsulas de huevos en el lecho marino.
Más adentro del océano, la biodiversidad se volvió aún más espectacular. Se avistaron tiburones sarda nadando en pareja, una rareza en la conducta de esta especie; un tiburón ángel, catalogado en peligro crítico; ejemplares de tiburón trompa de cristal y un enorme tiburón de seis branquias que se cruzó frente a las cámaras del ROV.
El momento más emotivo ocurrió cuando el equipo desplegó una bandera uruguaya a 1.689 metros de profundidad en el cañón del Río de la Plata. Justo en ese instante apareció un pulpo del género Cirroteuthis, como si posara para el país entero. “¡Alerta de pulpo!”, celebraron los científicos, en un episodio que viralizó las transmisiones en vivo.
El broche final llegó el 16 de septiembre en la llanura abisal: allí se registró al primer pulpo Dumbo (Grimpoteuthis) visto en aguas uruguayas, a 4.189 metros de profundidad y en temperaturas cercanas a 0 °C.
Corales vivos y ecosistemas fósiles
En el cañón José Ignacio se confirmó la existencia de un arrecife de coral vivo de aguas frías (Desmophyllum pertusum) a 233 metros de profundidad, que hasta ahora solo había sido inferido en estudios indirectos.
En La Paloma, el fondo estaba cubierto por erizos de mar Formosoma placenta, un espectáculo inusual por la morfología de la especie. Y en otros sectores, los restos de antiguos corales revelaron que ecosistemas hoy desaparecidos prosperaron allí en tiempos pasados.
Naufragios y basura en las profundidades
La expedición también tuvo un componente arqueológico. El ROV localizó el casco del ROU Uruguay, un buque de guerra hundido en 1995, que descansaba intacto a más de mil metros de profundidad, colonizado por esponjas y peces.
Pero el mar también devolvió un mensaje incómodo: la contaminación humana llega hasta las fosas oceánicas. Bolsas plásticas, bidones y hasta una botella de cerveza a 2.341 metros de profundidad fueron encontrados. En ese envase, los científicos hallaron anémonas y corales colonizando el vidrio, un contraste tan fascinante como perturbador.
Un legado para la ciencia y la cultura oceánica
La expedición SUB200 no solo trajo nuevas imágenes y muestras —que alimentarán la investigación por años—, sino que también dejó un mensaje claro: Uruguay debe mirar hacia su mar.
El proyecto fortaleció la soberanía científica, vinculó la exploración con símbolos culturales como la bandera nacional y el nombre “Luisa Luisi”, y acercó al público a la vida submarina gracias a las transmisiones en vivo.
Como resumió uno de los investigadores: “Es maravilloso para la soberanía, para la cultura, para que el país sea más marino”.
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Mapa de la Expedición en el siguiente link