A pesar del incremento en el apoyo institucional, las mipymes uruguayas enfrentan obstáculos “estructurales” que limitan su capacidad de crecimiento. Así lo dijo a La Mañana el titular de la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE), Juan Ignacio Dorrego. Mejorar la competitividad, la descentralización y la sostenibilidad son algunos de los objetivos marcados para su gestión. “Uruguay necesita abordar con seriedad los problemas de productividad”, enfatizó.
¿Cómo evalúa la situación general de las mipymes?
América Latina es una región con alta actividad emprendedora, pero esa energía está canalizada principalmente en microemprendimientos de subsistencia, informales, con bajo nivel educativo y con escasas aspiraciones de crecimiento. El resultado es un ecosistema donde la entrada y salida de empresas no se traduce en aumentos de productividad ni en empleos de calidad. Esto tiene una implicación profunda para el desarrollo: la estructura productiva de la región no acumula capacidades y, por lo tanto, no logra transformar el potencial emprendedor en motores de crecimiento sostenido.
Hoy las mipymes uruguayas enfrentan un contexto complejo marcado por alta competitividad, cambios en la demanda global, presiones de costos y la necesidad de adaptarse a nuevas exigencias tecnológicas y de sostenibilidad. Al mismo tiempo, existe un entorno institucional más receptivo, con mayor oferta de servicios públicos y políticas de apoyo, lo que no se veía hace unos años. Desde ANDE creemos que esto abre una ventana de oportunidad real: si logramos un Estado emprendedor y un ecosistema empresarial que aproveche herramientas disponibles, podemos mejorar su productividad, innovar y crecer.
La evidencia empírica con la que contamos confirma algo que solemos observar desde las políticas públicas: si no invertimos en habilidades –técnicas, gerenciales y científicas– seguiremos teniendo muchos emprendedores, pero pocos capaces de absorber o crear tecnología, innovar y escalar. En este sentido, la situación es crítica pero también estratégica, pues podemos convertir las dificultades en motores de transformación.
¿Cuáles son los principales obstáculos para el crecimiento de las mipymes? ¿Hay sectores con mayores dificultades?
Los principales desafíos son estructurales, por ejemplo, la falta de inversión en tecnología, insuficiente acceso al financiamiento adecuado, escasez de capacidades gerenciales, dificultades para integrarse en cadenas de valor y, en muchos casos, falta de visión estratégica a mediano plazo. A esto se suma que algunas mipymes –sobre todo en comercio y servicios tradicionales, o en localidades del interior– no tienen el mismo acceso a redes de apoyo que las empresas de capital más grande o vinculadas al conocimiento. En contraste, sectores de base tecnológica o vinculados con servicios intensivos en conocimiento muestran menos barreras, aunque requieren apoyo para escalar.
La trampa del bajo crecimiento –recordemos que Uruguay ha crecido al 1% en la última década– no es una particularidad exclusiva de nuestro país. Además, algunos informes para la región muestran que el bajo crecimiento no es un fenómeno coyuntural, sino el resultado de problemas estructurales persistentes como sistemas educativos que no generan el capital humano requerido, mercados financieros poco profundos, regulaciones laborales que encarecen la contratación, instituciones débiles para financiar riesgo e innovación, baja articulación entre universidades, centros de investigación y sector productivo. Estos elementos explican por qué la región no logra aprovechar oportunidades tecnológicas –algo que se conoce como “el siglo perdido de crecimiento”– y por qué seguimos rezagados frente a otras regiones en adopción tecnológica y productividad.
Para Uruguay, esto significa que el desarrollo requiere algo más que estabilidad macroeconómica, necesita una agenda de transformación productiva que actúe sobre estas fallas de aprendizaje, innovación y acumulación de capacidades. Por ello, el enfoque de ANDE es equilibrar, es decir, atender las necesidades estructurales de las mipymes más vulnerables, y al mismo tiempo impulsar el crecimiento de las más dinámicas.
¿Qué ejes de gestión se marcó para este período al frente de ANDE?
Para este período, el directorio que conformamos junto a Soledad Marazzano y Martín Briano se ha propuesto trabajar sobre tres grandes ejes, concebidos como misiones. Lo hacemos en un momento en que las políticas públicas orientadas por misiones han ganado relevancia internacional y ofrecen un marco adecuado para enfrentar desafíos complejos.
El primer eje refiere a la productividad. Uruguay necesita abordar con seriedad los problemas de productividad dentro de cada unidad productiva, ya se trate de micro, pequeñas o medianas empresas, o de emprendimientos en etapas iniciales. Entre 2008 y 2022, la productividad laboral de la empresa tipo creció apenas 0,89%, un avance muy magro. Además, la productividad está altamente concentrada en pocas firmas, principalmente grandes. Sin embargo, el estudio también muestra un dato alentador, que es que las empresas que logran dar un salto de productividad pueden sostener esos niveles altos en el tiempo. Esto es una señal clara tanto para el sector público como para los liderazgos empresariales, de que debemos invertir en las capacidades, tecnologías y modelos de gestión que realmente mueven la aguja en productividad.
El segundo eje reconoce que las empresas no son islas. No operan en soledad, sino que trabajan con proveedores, startups, cadenas de valor, cámaras empresariales, instituciones públicas y centros de generación de conocimiento. Esa trama es la que crea condiciones de competitividad. Uruguay tiene desafíos importantes en esta materia, por lo que debemos fortalecer redes empresariales, desarrollar encadenamientos productivos y promover programas de desarrollo de proveedores, ya sea mediante empresas tractoras o proyectos sectoriales. En paralelo, debemos mejorar la adopción tecnológica que permita reducir costos y aumentar eficiencia, y generar mejores capacidades para la internacionalización. En esa línea, el pasado 15 de diciembre lanzamos el programa Uruguay al Mundo, junto a Uruguay XXI, ANII, LATU y el Ministerio de Industria, Energía y Minería (MIEM), para preparar y acompañar a las empresas en su salida a mercados internacionales. Esto se convierte en un hito para el país, ya que aborda uno de los principales desafíos de nuestra producción al tiempo que materializa el trabajo que se viene realizando entre las agencias públicas y los ministerios de la producción en el marco de Uruguay Innova.
El tercer eje es la transición hacia modelos productivos más sostenibles. Ser más competitivos implica producir de manera ambiental, social y económicamente sostenible. Esto no es solo una responsabilidad, es una oportunidad para posicionarnos en mercados que exigen eficiencia, trazabilidad y buenas prácticas. En este marco, impulsamos el programa Oportunidades Circulares, junto al MIEM, LATU, Onudi y el Centro Tecnológico de Bioeconomía Forestal, y estamos desarrollando una línea de financiamiento sostenible orientada a proyectos que incorporen prácticas productivas acordes a los desafíos actuales.
En conjunto, estos tres ejes, productividad, competitividad sistémica y sostenibilidad, constituyen una hoja de ruta clara para que Uruguay fortalezca su tejido productivo y aproveche plenamente las oportunidades del desarrollo.
¿Cuáles son los programas de la agencia que apuntan al fortalecimiento de las empresas?
ANDE cuenta con un conjunto de programas orientados a distintas etapas y necesidades de las mipymes: los Centros Pymes como punto de entrada territorial, brindando asesoramiento, asistencia técnica, acompañamiento, apoyo en gestión y en desarrollo de proyectos. Contamos con 24 centros en todo el territorio nacional, siendo este un ejemplo de política pública ejecutada de manera conjunta entre el Estado nacional y el sector privado, dado que en cada departamento nuestro socio estratégico son las cámaras empresariales locales.
Programas de transformación digital y digitalización de mipymes –como el programa “Modo Digital” con apoyo del BID– para que las empresas adopten soluciones tecnológicas, mejoren sus procesos y compitan con mejor eficiencia.
Iniciativas de innovación, sostenibilidad y economía circular, como el programa lanzado en 2025 de Oportunidades Circulares, que busca alentar a las empresas a producir con criterios de sustentabilidad.
Proyectos de vinculación tecnológica y valorización de conocimiento, en articulación con políticas más amplias de innovación nacional, para que las empresas puedan acceder a tecnologías, investigación y desarrollo, y producir con mayor valor agregado.
No puedo dejar de mencionar la necesidad de trabajar en la formación de capacidades. Para ello, hace algunos días lanzamos junto al Inefop un programa de formación de capacidades empresariales que alcanzará a 2000 empresas en todo el país en el próximo año. Esto muestra no solo sintonía en una mirada común sobre los desafíos del país, sino que además representa una articulación que adiciona, ya que cada una de las instituciones aporta desde sus fortalezas, complementando el quehacer de la otra.
Estos son algunos, a los cuales se suman iniciativas de validación de ideas de negocios, capital semilla, líneas de acceso al financiamiento, e incluso proyectos productivos sostenibles con los gobiernos departamentales. El objetivo es que estos programas no sean fragmentados, sino parte de una estrategia coherente: facilitar trayectorias de desarrollo empresarial, adaptadas a distintos perfiles, sectores y regiones.
¿Qué importancia tiene para la ANDE la descentralización? ¿Qué resultados ha dejado su reciente gira por el interior?
La descentralización no es un mero eslogan para nosotros, es una convicción. Uruguay tiene una población y una producción distribuidas en todo su territorio, y el desarrollo no puede concentrarse en la capital. En la reciente gira por el interior constatamos de primera mano cuál es la realidad de las empresas fuera de Montevideo, sus limitaciones, sus aspiraciones, sus necesidades específicas. Esa experiencia nos permitió ajustar prioridades, identificar barreras locales concretas, como falta de acceso a financiamiento, servicios, redes comerciales o capacitación, y planificar la expansión territorial de los Centros Pyme.
El resultado inmediato ya se empieza a ver: una mayor demanda de asesoramiento, más proyectos en marcha fuera de la capital y una agenda de desarrollo más vinculada a las particularidades regionales. A mediano y largo plazo aspiramos a que esto contribuya a una mayor equidad territorial en oportunidades productivas.
Para esto hemos definido una estrategia de diversificación inteligente, la cual busca, por un lado, abordar el desarrollo territorial en clave regional. Definimos cinco regiones que nos ayudan a canalizar nuestra oferta de política pública, al tiempo que representan un mecanismo de construcción de demanda, identificación de problemas comunes, y exige soluciones que trasciendan la lógica político-administrativa de los departamentos. Por otra parte, esta diversificación inteligente también refiere a un ejercicio de focalización. Esto tiene dos niveles de abordaje. A nivel nacional hemos definido priorizar seis cadenas de valor que traccionan nuestra economía. Esto ha sido en el marco del programa Uruguay Innova, lo cual pone el énfasis en la agroindustria inteligente, la logística, el turismo, las industrias creativas, las ciencias de la vida y las tecnologías de la información y servicios intensivos en conocimiento. Sin embargo, creemos que es necesario traducir esto en sectores de actividad que sean económica y socialmente sensibles en cada una de estas regiones que antes mencionaba. Así, acabamos de culminar un ciclo de talleres de construcción de agendas de competitividad territorial junto a la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, que nucleó a más de 600 personas en cinco instancias, definiendo 19 priorizaciones productivas, cinco agendas regionales y un conjunto de insumos para el diseño de instrumentos de especialización productiva.
Recién destacaba la importancia de los Centros Pyme. ¿Qué papel juegan en el interior del país?
Los Centros Pyme son la columna vertebral de nuestra estrategia territorial. Actúan como ventanilla única: cualquier empresa, pyme o emprendedor en un departamento del interior puede acercarse, recibir asesoramiento técnico, ayuda para estructurar proyectos, orientación sobre financiamiento, digitalización, innovación o encadenamientos productivos.
Pero su rol va más allá, dado que sirven como puente entre el Estado, el sector privado, las cámaras empresariales locales, la academia y otros actores relevantes. Permiten comprender la realidad local, adaptar políticas a contextos concretos y generar redes de confianza. Con ello, las empresas del interior dejan de sentirse aisladas, obtienen apoyos reales y pueden competir en mejores condiciones.
¿Cuáles son los mayores desafíos de las mipymes a la hora de avanzar en innovación y digitalización?
El primer desafío es cultural, pues muchas mipymes aún conciben la tecnología como un costo adicional, no como una inversión estratégica para mejorar eficiencia y competitividad. Cambiar esa mentalidad requiere tiempo, sensibilización y acompañamiento. Desde ANDE creemos que parte del problema es que la innovación muchas veces se asocia con grandes empresas; nuestro reto es demostrar que las mipymes también pueden adoptar tecnología, acceder a herramientas digitales y beneficiarse.
El segundo desafío es de capacidades, ya que no siempre las empresas tienen el capital humano, la formación o la asesoría necesaria para implementar soluciones tecnológicas, adaptar procesos y transformar su forma de operar. Por eso los programas de ANDE intentan ofrecer asistencia técnica, acompañamiento, formación y apoyo en la selección e implementación de herramientas digitales.
Finalmente, el tercer desafío es estructural: muchas veces las soluciones disponibles no están adaptadas al tamaño, los recursos o la realidad local de las mipymes, lo que dificulta su adopción. Desde nuestra gestión estamos trabajando para diseñar programas con escala adecuada, apoyos puntuales y parámetros realistas, para que la digitalización e innovación sean accesibles a empresas de todos los tamaños y regiones.
¿Cuál es su mayor aspiración a futuro para las mipymes?
Quiero subrayar que estamos en una coyuntura decisiva. Si logramos avanzar en la transformación productiva, incentivar la diversificación inteligente, consolidar un sistema de innovación inclusivo y descentralizado, estaremos sentando las bases de un nuevo modelo de desarrollo para Uruguay. En ese camino, las mipymes y quienes emprenden no son solo un actor más: son el corazón del tejido productivo del país. Por eso nuestra aspiración no es solo apoyar empresas aisladas, sino contribuir a construir un país más equitativo, sostenible y competitivo. Creo que tenemos la posibilidad concreta de convertir los desafíos en oportunidades de desarrollo, empleo y bienestar. Y desde ANDE seguiremos trabajando con esa visión, con compromiso territorial y con la convicción de que cada empresa, en cada rincón del país, puede aportar a ese futuro.



















































