El XXX Festival de Coros de Personas Mayores reunió a más de 140 agrupaciones de todo el país en un emotivo encuentro que nació hace tres décadas en La Teja y hoy es símbolo de integración, alegría y vitalidad.
Una celebración que emociona a todo el país
La Sala Azul del Palacio Municipal se llenó de emoción, risas y canciones. Más de 4500 coreutas de todo el país se dieron cita en Montevideo para participar del XXX Festival de Coros de Personas Mayores, un evento que, desde hace tres décadas, demuestra que la música no tiene edad.
Entre los testimonios que se repiten en los pasillos, una participante resume el sentimiento común: “La música es una de las mejores cosas de la vida, nos cambia el estado de ánimo y nos da energía para seguir cuando todo se vuelve cuesta arriba.” Esa emoción compartida es el motor de un encuentro que, año tras año, une a cientos de personas mayores bajo una misma melodía.
Este año, el festival tuvo un significado especial: se cumplieron treinta años desde su creación y se inscribieron 143 coros de todos los departamentos. Algunos, como los de Colonia y Paysandú, viajaron con más de cien integrantes, reafirmando el alcance nacional de la convocatoria.
Treinta años de historia y un homenaje en sellos postales
En reconocimiento a su trayectoria, el Correo Uruguayo lanzó un sello conmemorativo que celebra las tres décadas del festival. El gesto marca el valor simbólico de un evento que nació de la voluntad de encuentro y hoy es parte del calendario cultural del país.
Entre los escenarios improvisados y las voces afinadas, María del Carmen Ormaechea, de 76 años, comenta que “la música es algo maravilloso que te transporta, te eleva espiritualmente y te hace olvidar de las cosas que te preocupan.” Fundadora del coro de la Asociación Valenciana en Uruguay, llegó con canciones de su tierra y asegura que lo más valioso es poder unir voces de todo el país “como si fueran parte de un solo coro de personas mayores del Uruguay”.
De La Teja al país entero: el sueño de Néstor y Ofelia
El origen del festival se remonta al Club de Abuelos de La Teja, donde Néstor Cardoso y su esposa Ofelia imaginaron, hace 30 años, una reunión de coros que promoviera la integración entre personas mayores. Lo que comenzó como una actividad barrial fue creciendo hasta encontrar su lugar en la Intendencia de Montevideo, que le dio apoyo institucional y proyección nacional.
Delia Dávila, actual directora del Coro de La Teja, recuerda que “Néstor y Ofelia tuvieron la idea de invitar a otros coros a un festival que nació para unir a las personas de la tercera edad, pero poco a poco fueron sumándose más instituciones y decidieron trasladar la iniciativa a la Intendencia, que lo acompañó en su crecimiento”.
Treinta años después, Ofelia —que recientemente cumplió cien años— sigue siendo símbolo de ese legado. “Es increíble ver cómo una idea que nació de dos abuelos de nuestro barrio hoy es un festival con más de 140 coros y miles de personas mayores de todo Uruguay”, agrega Dávila.
Cantarle a la vida: esperanza, encuentro y comunidad
Cada jornada del festival es una celebración colectiva. Los coros desfilan a sala repleta por el Salón Azul, y la emoción se multiplica entre aplausos y gritos de aliento.
Para Ana María da Cunha, integrante del coro Canto Libre de Bella Italia, “esto es un canto de esperanza, de convivencia y de solidaridad entre los adultos mayores de todos los departamentos del país.” Afirma que la oportunidad de participar en el festival es una forma de sentirse reconocidos: “Es hermoso que nos tomen en cuenta, porque lamentablemente para muchos las personas de la tercera edad pasamos inadvertidas. Por suerte, el canto nos une cada año y nos llena de vida.”
Un cierre a pura emoción
El XXX Festival de Coros de Personas Mayores continuará hasta el 30 de octubre, cuando la Sala Nelly Goitiño del Sodre reciba la última presentación de esta edición aniversario.
Entre acordes, abrazos y lágrimas de alegría, el encuentro vuelve a recordarnos que la música —más que un arte— es un puente que mantiene viva la energía, la memoria y la esperanza de quienes, con su voz, siguen cantándole a la vida.




















































