En una entrevista publicada el jueves 21 de agosto por el semanario Búsqueda, el cardenal Daniel Sturla alentó a los católicos a saber quiénes apoyaron la eutanasia para discernir su voto en la próxima elección, y a dejarse guiar en sus decisiones políticas por sus principios éticos y morales.
Fernando Pereira, el presidente del Frente Amplio, salió al cruce de estas declaraciones. Entrevistado por La Diaria, dijo: “Ningún religioso tiene que mirar qué votó un partido político para votar, diga lo que diga Sturla”. y agregó: “Sturla se está metiendo en la vida política de un país y esa no es su actividad. […] Puede pronunciarse sobre su punto de vista, pero no sobre lo que tenemos que hacer los cristianos en un acto electoral. Esa no es su tarea pastoral”. Pereira opina, además, que “no hay que confundir defender las ideas o una forma de pensar con que todos tengamos que tener la misma, porque eso mutila la libertad […]. Todas las libertades valen, y acá hay un error, para mi gusto profundo, de Sturla, que ojalá lo reflexione”.
Todos sabemos que el cardenal Sturla, como ciudadano uruguayo, tiene derecho a opinar sobre política y sobre cómo deberían votar los católicos para ser coherentes con su fe. Además, como pastor que es, no solo tiene el derecho, sino también la obligación –grave– de enseñar la doctrina católica tal cual es. Y eso es lo que hizo. Nada más, ni nada menos…
El Catecismo de la Iglesia Católica en su N.º 2277, dice: “Cualesquiera que sean los motivos y los medios, la eutanasia directa consiste en poner fin a la vida de personas disminuidas, enfermas o moribundas. Es moralmente inaceptable. Por tanto, una acción o una omisión que, de suyo o en la intención, provoca la muerte para suprimir el dolor, constituye un homicidio gravemente contrario a la dignidad de la persona humana y al respeto del Dios vivo, su Creador”. Es un “acto homicida, que se ha de rechazar y excluir siempre”.
Por su parte, la “Nota Doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política” de 2002, firmada por el cardenal Ratzinger, dice: “La conciencia cristiana bien formada no permite a nadie favorecer con el propio voto la realización de un programa político o la aprobación de una ley particular que contengan propuestas alternativas o contrarias a los contenidos fundamentales de la fe y la moral. Ya que las verdades de fe constituyen una unidad inseparable, no es lógico el aislamiento de uno solo de sus contenidos en detrimento de la totalidad de la doctrina católica. […] Cuando la acción política tiene que ver con principios morales que no admiten derogaciones, excepciones o compromiso alguno, es cuando el empeño de los católicos se hace más evidente y cargado de responsabilidad. Ante estas exigencias éticas fundamentales e irrenunciables, en efecto, los creyentes deben saber que está en juego la esencia del orden moral, que concierne al bien integral de la persona. Este es el caso de las leyes civiles en materia de aborto y eutanasia, que deben tutelar el derecho primario a la vida desde de su concepción hasta su término natural”.
Sobre la libertad, el Catecismo de la Iglesia Católica en sus puntos 1731 a 1733 dice: “La libertad es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismo acciones deliberadas. […] La libertad implica la posibilidad de elegir entre el bien y el mal, y, por tanto, de crecer en perfección o de flaquear y pecar. […] En la medida en que el hombre hace más el bien, se va haciendo también más libre. No hay verdadera libertad sino en el servicio del bien y de la justicia. La elección de la desobediencia y del mal es un abuso de la libertad y conduce a la esclavitud del pecado”.
Por tanto, quien invoque la libertad para justificar la aprobación de la eutanasia desconoce por completo lo que entendemos por libertad los católicos que procuramos ser fieles a la doctrina de la Iglesia.
Lo más triste de todo, es que el Sr. Fernando Pereira es católico. Incluso, tenía una columna en Entre Todos, el quincenario de la Arquidiócesis de Montevideo, donde opinaba con total libertad desde su óptica izquierdista. Pero estos juicios suyos, tan livianamente formulados contra las enseñanzas del cardenal Sturla, demuestran que ignora por completo las enseñanzas más elementales de la religión a la que dice pertenecer.