La decisión de Trump de aplicar un arancel del 50% a la carne brasileña sacude el mercado global, encarece alimentos en Estados Unidos y amenaza con saturar los destinos de exportación en Asia, impactando de lleno en competidores regionales como Uruguay y Argentina.
El anuncio del expresidente Donald Trump de aplicar un arancel del 50% a las importaciones de carne brasileña a partir del 1º de agosto marca una significativa escalada proteccionista dirigida hacia uno de los principales exportadores de productos cárnicos a nivel mundial. Aunque aún existen posibilidades de negociación bilateral, el anuncio generó alarma.
¿Qué implicancias tiene el gravamen?
Según la agencia Reuters, el mercado estadounidense depende en buena parte de la carne brasileña: en los primeros cinco meses de 2025 representó el 21% de las importaciones totales, con 175.063 toneladas. La implementación del arancel elevaría el gravamen total al 76%, encareciendo significativamente el producto y dejándolo casi inviable económicamente, lo que obligaría a los importadores a dirigirse hacia otros proveedores como Australia o Argentina.
La consultora Reuters indica que el impacto inmediato en EE. UU. será un aumento en el precio de la hamburguesa: los consumidores se enfrentan a una doble presión por la escasa oferta de carne local y el incremento arancelario. El consultor Bob Chudy afirmó que “ninguna libra será económica con esos niveles”.
Redistribución global… ¿o problemas mayores?
En Brasil, el gremio de exportadores de carne (Abiec) calificó la medida como “inviable”, debido a que el arancel podría paralizar completamente las ventas al principal comprador alternativo. Sin embargo, el país cuenta con la ventaja de poder derivar su producción a mercados como China (46% de sus exportaciones), y diversificar hacia otros destinos de Asia y Europa. Esto podría implicar un incremento de oferta en esos mercados, presionando los precios y afectando a proveedores regionales.
En ese contexto, Uruguay –que mantiene un desempeño sobresaliente en las exportaciones cárnicas con un precio promedio interanual que ronda los 4830 US$/ton, y que ha llegado en las últimas semanas de este año a un promedio de 5792 US$/ton– espera paradójicamente un posible rebalanceo de la oferta. Sin embargo, si Brasil intensifica el dumping en otros destinos, Uruguay también podría competir en un mercado más saturado.
Motivaciones y consecuencias geopolíticas
Este nuevo arancel forma parte de la estrategia de Trump basada más en la presión política que en fundamentos económicos claros, buscando presionar al gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva por el proceso judicial a su aliado Jair Bolsonaro. La respuesta de Lula ha sido enérgica, prometiendo contramedidas amparadas en la legislación brasileña de reciprocidad.
El golpe al comercio bilateral también equivale a un mensaje hacia otros socios comerciales, como describen analistas del Financial Times, esta incertidumbre tarifaria contribuye a una mayor tendencia hacia bloques regionales, disminuye la integración con EE. UU. y refuerza una economía global cada vez más fragmentada.
El impacto más inmediato se observa en el precio de la carne para el consumidor estadounidense: analistas indican que un arancel del 50% sobre la carne brasileña podría disparar los precios en las hamburguesas y otros cortes populares. Restaurantes y la industria alimentaria ya están reevaluando sus proveedores, lo que genera incertidumbre en la oferta alimentaria.
En Uruguay se mira el asunto con cautela: se pondera la oportunidad temporal generada por la menor competencia brasileña en EE. UU., pero también se observa la presión sobre precios mundiales. Argentina ha mostrado intenciones de acercarse a EE. UU., lo que podría reconfigurar la posición regional.
La medida arancelaria de Trump no solo reconfigura las rutas internacionales de la carne, reforzando un clima proteccionista y político, sino que también genera efectos en cadena sobre consumidores, productores y países competidores. Brasil enfrenta el desafío de redirigir su oferta sin colapsar precios; EE. UU. tiende a encarecer alimentos básicos; y países como Uruguay y Argentina deben prepararse para un escenario global más competitivo, fragmentado y politizado.