Desde hace más de dos décadas milita en la Unión Demócrata Independiente (UDI) y fue ministra de la Mujer y la Equidad de Género de Chile en el segundo gobierno de Sebastián Piñera. En una larga charla con La Mañana, Isabel Plá criticó duramente el papel de la izquierda en América Latina en la consolidación del régimen de Nicolás Maduro en Venezuela y destacó la postura de Gabriel Boric respecto al fraude electoral en ese país. Además, analizó la crisis migratoria venezolana y sus impactos, señalando la necesidad de una respuesta internacional coordinada para enfrentar esos desafíos.
¿Cómo evalúa el papel de los gobiernos de América Latina de diferentes signos políticos y su relación con el régimen de Nicolás Maduro?
Hay que remarcar el papel que ha tenido la izquierda de América Latina, particularmente, la que está amparada en el llamado Grupo de Puebla. Es la consolidación de un régimen como el de Venezuela, que a todas luces es una dictadura. Y las primeras señales de dictadura no son tan recientes, fueron incluso cuando estaba Hugo Chávez gobernando y empezó a coartar las instituciones, que pasaron a ser oficialistas, prácticamente, y a intervenir las Fuerzas Armadas. Cuando uno revisa la historia de los últimos 15 años, uno ve a mandatarios como Cristina Fernández de Kirchner, Michelle Bachelet, Andrés López Obrador y otros presidentes de izquierda de América Latina que respaldaron siempre, de una u otra manera, al régimen de Venezuela. Desde hace más de 10 años viene demostrando que es un régimen que no tiene estándares democráticos, que atropella permanentemente los derechos esenciales, que se ha ido alineando en un eje que es totalmente autoritario y de un populismo de izquierda.
Sobre el papel de la izquierda puntualmente en la reciente elección, ¿qué lectura hace?
Ha sido muy decepcionante el papel que ha cumplido esa izquierda latinoamericana en esta coyuntura, porque evidentemente estamos frente a un fraude. Así lo han reconocido organismos que son muy serios como la fundación Carter, Estados Unidos, la Unión Europea. El presidente Gabriel Boric en una conferencia reconoció que hubo un fraude. Este ha sido un régimen que ha llevado a Venezuela –que fue hasta hace 25 años el país de mayor progreso de América Latina– a ser uno de los países con mayores niveles de miseria, de pobreza, sin libertades y con un franco atropello de los derechos esenciales desde el Estado.
¿Cómo tomó la posición de Boric en este contexto?
Gabriel Boric, de quien yo soy opositora, reconozco que ha sido capaz, desde la misma noche de la elección, de marcar una diferencia. No sé las razones, si lo hace totalmente por convicción o por marcar una diferencia con cierta izquierda de América Latina, como con Petro. Pero ha tomado una decisión muy valorable que es la de no reconocer la elección de Nicolás Maduro. Él planteó que no eran creíbles los resultados en un tuit de esa misma noche del 28 de julio, y al día siguiente Venezuela expulsó a varias delegaciones diplomáticas, entre ellas, la de Chile. Su posición ha generado un conflicto en Chile porque el oficialismo está integrado por el partido de Boric, que es el Frente Amplio, más el Partido Comunista, más el Partido Socialista, entre otros. Y hay un conflicto bien importante e intenso entre el gobierno y el Partido Comunista, que ha reconocido prácticamente desde el primer día al gobierno de Maduro y que se ha plegado totalmente a su discurso de acusar intromisiones del imperialismo y todo eso que le gusta tanto a ese régimen.
El voto consular de los venezolanos expatriados en Chile fue muy significativo en favor de Edmundo González. ¿Cómo lo analiza?
En Chile hay aproximadamente 700.000 venezolanos que están censados y una parte importante de ellos tienen derecho a votar en nuestras elecciones. Los resultados de la elección presidencial de ese domingo 28 de julio, con 54% de participación, o sea, la mitad de los que tenían derecho a voto, son aplastantes: Edmundo González obtuvo el 96,81% y Nicolás Maduro el 2,8%.
¿La consolidación de una dictadura en Venezuela representa una amenaza para las democracias en América Latina?
Totalmente. Si bien esto pasa en Venezuela y uno podría decir que es un tema político interno, la realidad es que las democracias de América se tienen que solidarizar, porque en América Latina tenemos procesos que de repente se hermanan uno con otro, por tanto, tener un país que consolida una dictadura es una amenaza permanente.
¿Cómo cree que impactará la actual situación política de Venezuela en la ola migratoria hacia países de América Latina, como el caso de Chile? ¿Qué desafíos específicos enfrenta Chile, considerando que ya alberga una gran comunidad venezolana?
Todos los especialistas en migración han dicho que después de este fraude y de todo lo que ha ocurrido –incluida la persecución a los opositores, a los fiscales de mesa, a quienes están compartiendo en redes sociales mensajes de apoyo a Edmundo González y de rechazo a Maduro–, se viene una ola migratoria muy grande que podría alcanzar hasta los cinco millones de personas. Muchas de esas personas van a querer ir a Estados Unidos y a otros países de América, pero también a Chile. ¿Por qué? Porque aquí ya hay 700.000 venezolanos, y cuando las personas migran, lo que buscan es un lugar con alguna comunidad donde no se sientan tan aislados, donde tengan más facilidades. Eso es muy complicado porque nosotros tenemos una situación de mucha presión migratoria. El país no puede recibir nuevos migrantes, tiene un colapso importante en materia de servicios de salud, de educación. Tenemos una resistencia muy creciente en la ciudadanía a la migración. Por lo tanto, ahí también hay un gran problema, no exclusivamente de Chile, pero importante para nosotros que somos un país pequeño y con una población venezolana muy grande.
En ese sentido, ¿cómo ha trabajado Chile en políticas para acoger a esta cantidad de migrantes?
La exigencia ciudadana hoy es frenar la migración ilegal y también la legal. O sea, hay como un consenso mayoritario en la ciudadanía respecto a que Chile ya copó su capacidad de recibir migración. Tenemos un colapso en salud y en vivienda, particularmente, por esa presión migratoria. Y hay una resistencia muy grande a recibir otra ola de migración por razones muy prácticas. Nosotros también tenemos nuestros propios problemas, una economía frenada, un desempleo considerable, estancamiento en los salarios. Y todo eso la gente lo asocia a la inconveniencia de seguir recibiendo migración. El gobierno de Boric hizo muchos esfuerzos en materia migratoria, pero la percepción mayoritaria es que prácticamente no hay expulsiones, hay un control muy débil en una frontera que ya es muy difícil. Nosotros tenemos fronteras largas, grandes, difíciles, como las que tiene Argentina, entonces, hay una presión. ¿Cuál es el grito de guerra aquí en la calle? Cerrar las fronteras. Es un problema político para este gobierno y lo va a ser para el próximo, porque uno puede implementar un montón de medidas y de políticas de freno a la migración, como se han implementado en otros países, pero ni siquiera Estados Unidos bajo el gobierno de Trump pudo frenar la migración. Entonces, no solo problemas políticos que amenazan a la democracia están latentes aquí en el mismo continente, sino que también hay un problema social y económico importante con esta presión migratoria.
¿Cómo piensa que deberían alinearse los países que sufren este impacto en la política migratoria?
Hace 10 años había un consenso bastante claro en América Latina, por lo menos, en América del Sur. Esos consensos se han roto y, por lo tanto, así como tenemos sociedades polarizadas, una política polarizada, también tenemos relaciones internacionales y alineaciones de partidos polarizados. Entonces, en la práctica, deberíamos reiterar los consensos de resguardo a la democracia y a sus instituciones, y realizar un trabajo muy serio para frenar la migración ilegal, con mecanismos claros para responder a las expulsiones cuando correspondan según la legislación de cada país.
¿Qué papel considera que debería haber asumido Brasil con lo sucedido en Venezuela, según su visión?
Yo tenía mucha confianza en que Brasil iba a cumplir un papel importante, sin embargo, ha sido muy decepcionante lo que ha pasado. Se ha dicho que Lula da Silva está trabajando en un acuerdo, pero el único acuerdo moralmente posible es que Maduro entregue el poder y que en enero asuma Edmundo González, y eso se ve muy lejano. Es un tema democrático y de derechos humanos. Es muy decepcionante el papel de esta izquierda que ha levantado con tanta fuerza por 40, 50 años las banderas de la recuperación de la democracia en nuestros países, del respeto a los derechos humanos, y que hoy tiene un estándar totalmente distinto cuando se trata de evaluar lo que ha pasado en Venezuela y de colaborar para que se respete la soberanía popular.
El ministro de Relaciones Exteriores, Alberto van Klaveren, ha dicho que Chile estaría disponible para desempeñar un papel de mediación. ¿Eso lo ve viable?
No sé si Maduro y su núcleo van a reconocer a Gabriel Boric cuando la misma noche de la elección dijo que esos resultados no eran creíbles. Creo que podría ejercer un papel de mediador, pero lo veo difícil hoy, dado que, ¿cómo va a ser mediador un país cuya delegación diplomática fue expulsada al día siguiente? Por eso creo que le correspondía ese papel de mediador, por el tamaño y por la influencia que tiene en las otras izquierdas de América, a Brasil, con Lula da Silva. Reitero, el único acuerdo moralmente posible tiene que ser el de reconocer la soberanía popular, y eso significa que Maduro y su gobierno entreguen el poder y asuman quién fue el elegido de acuerdo con toda la información que ha entregado la oposición venezolana, que es Edmundo González.
La moción que se presentó en la OEA para llevar a Maduro a la Corte Internacional fracasó con los votos de Colombia, México y Brasil. ¿Qué rol están cumpliendo México y Colombia en este proceso?
De Colombia, de México y de Brasil, por ser gobiernos encabezados por la izquierda y países muy grandes y con situaciones muy gravitantes para Venezuela, especialmente Colombia, que es frontera, lo que habríamos esperado, en condiciones normales, hubiera sido un rol preponderante. Si hubieran ejercido ese rol con la altura ética que merece este caso, Maduro ya podría haber entregado el gobierno. Y lo que hemos visto son países anclados en el lugar común de que Venezuela tiene que entregar las actas, o sea, ningún gobierno serio demora tanto tiempo sin mostrar las actas de una elección. Mi única duda es que esté ocurriendo una conversación reservada, que la opinión pública de América Latina desconoce, sobre la posibilidad de que Maduro reconozca su derrota y entregue el poder. Me temo que eso no es así. Yo creo que hay que hacer todo lo que sea necesario para que el mundo no se olvide de que en Venezuela hay una dictadura cruel que ha llevado a ese país a la miseria, que atropella los derechos humanos, que hace fraude electoral, y con todos los componentes de una dictadura de las peores.
¿Ve viable un rol activo del Mercosur en este tema con los Estados parte y sumando también a los Estados asociados, como para tener un consenso o una declaración conjunta?
Los gobiernos que integran el Mercosur están desencontrados hoy, particularmente, Argentina con Brasil, que son los dos socios más grandes. No veo al gobierno de Milei interesado en sentarse en una mesa con el gobierno de Lula da Silva. Sí, por supuesto, con Paraguay y con Uruguay, pero eso es insuficiente si querés realmente dar una señal muy potente como Mercosur. Pero claro que el Mercosur podría jugar un papel muy importante.
¿Hace falta un espacio multilateral fundado en consensos respecto de la democracia, sus instituciones, derechos humanos, más todos los otros temas que tenemos que enfrentar como región, como la migración, el narcotráfico, el crimen organizado?
Si lo miramos desde una perspectiva positiva, podemos generar un espacio de reflexión en nuestra democracia con el propósito de entender que lo que pasa en Venezuela no está tan lejos, que forma parte de un ambiente en América Latina que es amenazante, que genera muchos problemas prácticos para los países, además del dolor y de los enormes problemas que enfrentan los propios venezolanos, no solo los económicos, los sociales, sino también la necesidad imperiosa de millones de familias de reunirse nuevamente.
¿Estamos llamados como sociedad civil a solidarizarnos, a movilizarnos, más allá de las instituciones y los presidentes? ¿Cuál es nuestro rol como ciudadanos?
Es un tema clave, porque las democracias siempre son frágiles y lo que contribuye muchísimo a que sean fieles a las instituciones republicanas, a la ley, a la igualdad, al Estado de derecho es la participación y la vigilancia positiva de las organizaciones de la sociedad civil. En la medida en que esté activa, que goce de libertad de expresión, la sociedad civil siempre va a jugar un papel importante. A pesar de todas las barreras que tiene un país que no vive bajo una democracia desde hace ya bastante tiempo, sigue existiendo una sociedad civil que probablemente en los últimos años se activó mucho y colaboró para esta elección presidencial. Y en el resto de los países siempre tiene que haber una actividad vigilante, de participación y que sea un contrapeso sano con el poder.
Liderazgo y comunicación: la trayectoria de una voz femenina en la política chilena
Desde hace más de 20 años Isabel Plá es militante de base de la UDI, donde tuvo también la responsabilidad de ejercer como vicepresidenta.
Además, es fundadora y directora de la consultora Punto Equality, que se dedica a la comunicación política e imparte talleres y programas de liderazgo para cargos de alta responsabilidad. En primera instancia estaban dirigidos a las mujeres. Actualmente, el programa más importante que ofrece la agencia se titula “Aprendizajes del poder”.
En tercer lugar, recientemente fue reelecta presidenta de la Corporación Somos Mujeres por Chile, que es una red de mujeres de distintas generaciones, líderes de diversos ámbitos como organismos públicos, el sector privado y la academia, y todas comparten “una mirada de sociedad, política, desde la libertad y la dignidad de la persona”, y se dedican a formarse permanentemente y a impulsar la participación femenina en espacios de opinión pública.
Hace tres años que se desempeña como columnista del diario El Mercurio y de Tele13 Radio, y es panelista habitual en la televisión. En general, expone sobre política, impacto económico y social, y es frecuentemente invitada a presentar reportes acerca de género corporativo.
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