Uruguay debe pensar en la certificación de bienestar animal para afianzarse como productor natural, de calidad y amigable con la vida animal.
La sostenibilidad son las prácticas que tienen en cuenta la dimensión económica, ambiental y social, y que no se comprometa a las generaciones futuras. El bienestar es un componente en esa sostenibilidad y pieza clave en la valoración productiva, que cada vez va ganando más espacio en la consideración de los ciudadanos del mundo.
El viernes 12, el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) y la Asociación Rural de Jóvenes del Uruguay (ARJU) organizaron la charla “Bienestar animal como componente fundamental de la sostenibilidad de la producción ganadera”, a cargo de la Ing. Agr. Marcia del Campo.
Los cuatro criterios fundamentales
La especialista, una de las principales científicas que Uruguay posee en la materia, explicó que el bienestar animal en términos de producción consiste en el cumplimiento de cuatro criterios fundamentales: que los animales estén bien alimentados, bien manejados, que se elabore y cumpla con el plan sanitario, y que puedan manifestar sus comportamientos naturales. Si dichos términos se cumplen, redundará en impactos positivos para la producción, además de que es de interés y exigencia creciente en la sociedad, e incide en la rentabilidad de las empresas ganaderas y en el medioambiente.
Respecto a los cuatro criterios fundamentales Del Campo dijo que todos implican una mejor vida para el animal, pero también para el ser humano y mejores resultados económicos para el productor.
Efectivamente, una buena alimentación no sólo es positiva para el animal y el productor en cuanto es más eficiente, sino que también significa menor emisión de gases de efecto invernadero.
El manejo correcto también significa mejor y mayor producción porque, entre otras cosas, el animal se expone a menor dolor y estrés. Otro efecto positivo es la disminución de los accidentes laborales porque mejora el temperamento animal, lo cual es positivo para quienes trabajan directamente con él.
Determinar y cumplir un plan sanitario resguarda al animal de enfermedades que siempre significan menor producción y más inversión en medicamentos. Con un cuidado veterinario adecuado y bien alimentado, fortalece su sistema inmunitario y por tanto se enferma menos.
Manifestar sus comportamientos naturales significa que pueda expresar su conducta natural, como caminar, explorar, etc., cosa que en Uruguay no suele ser mayormente problemático.
Agenda Global de Sostenibilidad y la Comisión EAT Lancet
Para entender la importancia del bienestar animal, es importante comprender el contexto global en el que estamos.
Del Campo comentó que en 2015, la Organización de las Naciones Unidas promovió la firma del Acuerdo de París, incluyendo a países como Uruguay. A partir de ahí, los países, regiones e incluso organizaciones comenzaron a posicionarse sobre cómo cumplir con la agenda. Por ejemplo, la Unión Europea firmó el Pacto Verde Europeo (Green Deal), comprometiéndose a lograr una economía sostenible para 2050.
Sin embargo, el mayor agente de presión no es una institución de ningún gobierno o bloque, sino una organización internacional no gubernamental denominada Comisión EAT Lancet que se define a sí misma como la primera institución que plantea una revisión alimentaria global con sustento científico y la participación de 37 científicos de 19 países.
Dicha comisión “promueve a nivel internacional lo que se llama la dieta del Antropoceno, y consideran que la salvación del planeta llegará del cambio de dieta” de los seres humanos, “promoviendo una dieta prácticamente vegetariana o vegana, donde la carne roja es una mala palabra”.
“Esta comisión lanzada en Noruega, en 2019, tiene una cantidad de dinero y una fuerza impresionante”, definió Del Campo, parte de su financiación es aportada por Bill Gates, y está asociada al Foro Económico Mundial.
El punto es “cómo rebatir la información y el discurso de la Comisión EAT Lancet, que tiene una base científica, pero con muchas cosas sin solidez”, por lo cual es importante “generar información capaz de rebatirla y poder decir que esas afirmaciones que hace sobre la alimentación no son así”.
EAT Lancet “se propone terminar con la ganadería en dos décadas” y en ese camino van a través de “tres principales argumentos” que son “el impacto que tiene la ganadería en el ambiente, la crueldad que implica el proceso y el impacto del consumo de carne en la salud humana”.
Si observamos las posiciones y los debates que se dan a nivel político, lo que prima siempre es el tema ambiental, pero si se atiende la posición que tiene el ciudadano –que en definitiva es el consumidor final y quien hace la elección cuando tiene que decidir su alimentación– se constata científicamente que hay una mayor preocupación por la crueldad animal que por el ambiente. Esa preocupación varía mucho según cada país.
Paralelamente con todo eso y como consecuencia de esas acciones contrarias a la carne, “la ciencia comenzó a generar información y producción de proteínas de origen animal de fuentes no tradicionales como insectos o carne de laboratorio”. Ya no solo se plantea dejar la carne, también se ofrecen alternativas reales.
La respuesta con base en información científica objetiva
En respuesta a esa nueva tendencia, en 2021 y a nivel regional, el Instituto Interamericano de Cooperación para las Américas (IICA) y el Programa Cooperativo para el Desarrollo Tecnológico Agroalimentario y Agroindustrial del Cono Sur (Procisur), institución que INIA integra, se planteó la necesidad de “contrarrestar ese discurso” anticarne y luego de un análisis profundo “se concluyó que por nuestros sistemas de producción nosotros somos parte de la solución, y para eso tenemos que generar mucha información científica y comunicar mejor”, dijo Del Campo.
También se generó un ámbito de estudio y debate a nivel mundial en el que participan científicos que trabajan en carne, también de Uruguay. Este grupo de científicos ya se ha reunido en dos oportunidades, en Irlanda y Estados Unidos, dando pie a “otra estrategia de comunicación científica para contrarrestar ese discurso con objetividad”.
Por lo tanto, hablar e impulsar el bienestar animal “es lo correcto”, pero también, a la luz de las estrategias desarrolladas por quienes se oponen al consumo de carne, “si no valoramos el bienestar animal nos quedamos fuera del sistema”.
Cambio de conducta en el consumidor uruguayo
Es fundamental la opinión de los ciudadanos, y en Uruguay –país ganadero y gran consumidor de carne– ya se detectan cambios. En 2022, el 8,2% de los uruguayos dijo preferir alimentos no cárnicos. De ese total 5,2% dijo ser vegetariano; 1% veganos; y 2% pescetarianos. El motivo más importante en ese cambio en el consumo –más que el ambiente– es la crueldad animal, según datos de la revista científica Meat Science, y el sector de la población más sensible es el de las mujeres y los jóvenes menores de 30 años.
Por otra parte, cuando se le pregunta al consumidor uruguayo (hombres y mujeres de todas las edades y condición social) por qué carne está dispuesto a pagar más y se le dan una serie de variables como carne con certificación de bienestar animal, carne a pasto, carne orgánica, carne con trazabilidad, carne sin uso de promotores de crecimiento, entre otras, el atributo que recibe más valor con más del 60% es la carne con certificación de bienestar animal.
Una encuesta realizada en Uruguay en 2023 demostró que más del 86% de los uruguayos está de acuerdo con que se implementen políticas de bienestar animal en todas las especies. En el medio rural el acuerdo es del 81%.
Pérdidas millonarias
Es evidente que en Uruguay y en el mundo ha crecido la conciencia sobre el sufrimiento animal y se trasladó a la hora de consumir. No hay motivo para pensar que ese camino tiene retorno, por lo que los países ganaderos como el nuestro, si no quieren perder mercado, deben adaptarse a esa tendencia y ofrecer lo que el comprador final busca, elige y exige. Ya no alcanza, solamente, con la trazabilidad, el pasto o la terminación a granos, es necesario atender esa nueva dimensión de la exigencia mundial y corregir todo comportamiento humano que genere dolor innecesario en el animal.
Puede aparecer como un desafío demasiado grande, un costo y una dificultad más a superar. Pero no necesariamente es así, porque generar los procesos que certifiquen nuestra carne como de bienestar animal ofrecerán un valor agregado que nos colocará en los estándares de mayor exigencia, reafirmando nuestra condición respetada y reconocida por lo que producimos y ofrecemos al mundo. Además de que estaríamos corrigiendo y evitando pérdidas millonarias anuales causadas en la cadena cárnica, principalmente en el productor, por maltrato animal. Cada año, Uruguay pierde US$ 30 millones solo por esa causa, el equivalente a US$ 18 por animal debido a hematomas, abscesos y otras condiciones, y el productor no se entera.